Capítulo 36 - Jason

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—Mi alma por tus pensamientos, bollito. —Le acariciaba la espalda y el hombro. Estaba apoyada sobre mi pecho, como siempre acabábamos tras hacer el amor. Habíamos dejado el salón para irnos a la comodidad de la cama.

—¿Por qué crees que estoy pensando en algo y no durmiendo? —preguntó ella.

—Porque cuando duermes, te pegas más a mí y buscas mi calor. Y porque te conozco muy bien. ¿Qué ocurre, Gena?

Suspiró y se movió incómoda. Algo le rondaba por la cabeza y, por algún motivo, no sabía cómo hablarlo conmigo.

—¿Es sobre tus padres?

—No. Es sobre ti —contestó. Mi mano se paró en seco. Me recoloqué en la cama y la tomé del mentón para obligarla a mirarme—. ¿Por qué no me contaste la verdad sobre lo que Melinda te hizo? —soltó, sin más, y paralizándome por completo el corazón.

—Maldita seas, Valery —maldije. Mi cuerpo gritaba que saliese corriendo de allí, de esa conversación, pero, en lugar de eso, tan solo me senté en el borde de la cama, con los brazos apoyados en las rodillas—. ¿Qué te ha contado? —No me atrevía a mirarla.

—Todo, Jason. —Resoplé. Mierda, Val—. Tú me hablaste sobre esas cosas que hacías con ella, y las que te obligó a hacer, pero se te olvidó mencionar que... que esa chica con la que...

—Por favor, no sigas. —Me levanté de la cama, airado, frustrado, indignado, pero, sobre todo, avergonzado.

—Jason, habla conmigo... —Me volví de golpe hacia ella y se quedó callada. Vi cómo tragaba saliva ante la expresión de mi cara.

—¿Qué quieres que te cuente, Gena? ¿Quieres que te diga que en esa época me follaba a todo lo que Mel me ordenaba? ¿Quieres que te cuente de nuevo que me hizo abusar de una joven de no más de veinte años... o lo que quieres oír es que se parecía a ti? ¿Es eso, Gena? —La furia recorría mi cuerpo. Rabia, más bien, pero no con ella, sino porque desearía borrar todo aquello de mi mente. Noté mis piernas blandas y busqué apoyarme contra el cristal de la ventana. Cerré los ojos y dije: —. Aún la escucho gritar y suplicar porque me detuviera, pero yo estaba fuera de mí, controlado por las drogas y una mujer sedienta de sangre. Lo que le hice a ella... a esa... —Negué con la cabeza cuando las imágenes se agolparon de nuevo en mi mente.

Me dejé caer al suelo, derrotado por una herida que jamás lograré cerrar, porque eso que hice era imposible de perdonar. No existe redención alguna, mi alma estaba quebrada y yo permití que esa mujer jugase con ella como si fuese un simple trapo. Cubrí mi cara con las manos y rompí a llorar, hundido por esos horribles recuerdos.

—No te lo conté porque sentía vergüenza y porque... porque no quería que me vieses como a un monstruo —sollocé.

El calor del abrazo de Gena me envolvió y me aferré a ella.

—Jason, yo jamás pensaría eso de ti. Te conozco, sé quién eres... Conozco tu corazón —pronunció ella.

Con el rostro perlado de lágrimas, la miré. Ella limpió el agua que machaba mis mejillas y sonrió.

—¿Por qué? ¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué confías tanto en mí...?

—Porque llevo enamorada de ti desde los catorce años —confesó.

—Pero... Gena, eso que hice...

—No eras tú mismo. Valery me lo explicó. Dijo que a Melinda le causaba especial placer torturarte, romperte y supo que esa era la única forma de lograrlo: haciendo que tus actos te repugnasen tanto que no fueses capaz ni de mirarme a mí.

—Vi fotos tuyas, ¿sabes? Cuando estuve lejos. Intentaba estar al tanto de vuestras vidas, pero sobre todo de la tuya.

—¿Y por qué te sorprendiste tanto cuando viniste a buscarme en mi cumpleaños? —La miré intrigado—. No dejabas de decirme lo preciosa que me había vuelto, en la hermosa mujer que era —dijo.

—Porque era verdad y porque me alegró saber que tu imagen fue lo único real en toda esa locura de años. A veces yo... yo miraba esas fotos y me dabas fuerza para abandonar esa oscuridad. Pero, ella... Mel...

—Te drogó y te hizo creer que a quien violabas era a mí. —Asentí y volví a ocultar mi cara, sentía vergüenza. Ella me retiró las manos y me obligó a mirarla—. No era yo y esa hija de puta tan solo lo hizo para destrozarte. Valery tenía razón, sentía celos de mí.

La admiré, agradecido por esas palabras tan sensatas y llenas de un razonamiento nada propio de una persona tan joven como ella.

—¿Cuándo te has vuelto una chica tan madura, bollito? —dije, al fin. Ella se rio y me besó.

—Cuando un apuesto hombre me abrió su corazón y me mostró un mundo maravilloso —contestó contra mi boca.

La llevé a la cama y le hice el amor con calma, dedicación y ternura.

* * * *

El restaurante elegido por Valery para celebrar mi cumpleaños no era otro que el bar karaoke Country Dux. Pude hacerme una idea de lo que me esperaría esa noche, sobre todo cuando Gena entró dando saltitos como la niña que recordaba.

Cenamos entre risas, anécdotas y bebidas. Cerca de la medianoche, el lugar se transformó en un concierto constante de diferentes voces y, en algunas ocasiones, gansos graznando ante un micro.

—Necesito ir al servicio —dijo Gena en uno de los descansos. Se levantó y se dispuso a ir en busca de los aseos, pero tiré de su mano, la atraje hacia mí y la besé. La dejé marchar aturdida y con los labios hinchados, sin dejar de observarla mientras se perdía entre la muchedumbre.

—Te sienta bien —comentó Valery a mi lado. Atrajo mis ojos hacia ella y la encontré sonriendo como una tonta.

—¿El qué?

—Estar enamorado. —Sonreí. Sí, yo también lo pensaba. Estiró una mano hasta dejarla sobre la mía—. Me alegro mucho por ti, Jason. Eres un buen hombre y te lo mereces —dijo con sinceridad.

—¿Aunque sea con mi ahijada y le saque dieciocho años? —Eso era algo que aún me costaba asimilar, la verdad, pero pesaban más mis sentimientos por ella y la necesidad de tenerla que el respetar las normas sociales.

—Ya sabes que yo no soy de ir al ritmo de la sociedad, así que no veo mal en lo que hacéis..., en lo que tenéis. Es bonito, me gusta y ella me encanta. Podría ser la hermana pequeña que nunca tuve.

—Créeme, he llegado a esa conclusión al instante. —Ella se carcajeó

Los acordes de una canción, sonando de fondo, llamaron mi atención. Levanté la vista hacia el escenario y la vi. Me sonreía de esa forma pícara y traviesa, con el micrófono en una mano y haciéndome gestos con la otra para que la acompañase.

—Cumpleañero, es nuestro momento —dijo y sonreí.

Valery aplaudió con efusividad cuando me levanté de la silla y atravesé el espacio entre nuestra mesa y la tarima.

—Nuestra canción —pronunció a la vez que me entregaba un micrófono.

Mi corazón golpeó con fuerza ante esa expresión de sobra conocida, pero que ahora cobraba un significado especial. La música subió de volumen y el proyector comenzó a pasar la letra de Será porque te amo, aunque a nosotros no nos hacía falta leerla. Nos la sabíamos de memoria.

Dimos un buen espectáculo, al igual que solíamos hacer con sus padres. Cantamos, bailamos y escenificamos de tal forma que la gente no dejaba de aplaudir y acompañarnos con el estribillo. La química que había entre los dos contagió al resto del bar. Las luces nos seguían por el escenario, mientras de fondo oíamos al público.

La miraba embobado, tan risueña, tan perfecta... Era maravillosa. Mi chica, mi mujer..., mi alma gemela hecha carne. Mi igual.

La canción terminó y recibimos una sonora ovación. Valery era a la que más se escuchaba vitorear, aplaudir y silbar. Gena y yo nos miramos, fatigados por el espectáculo, y sonreímos. La abracé, con un deseo enorme por devorar su boca, pero me controlé. Aun así, besé su hombro y susurré:

—Te amo, bollito.

Gena se estremeció entre mis brazos, me devolvió el beso en la mejilla y respondió:

—Teamo.

Juego prohibidosWhere stories live. Discover now