𝐀𝐏𝐇𝐑𝐎𝐃𝐈𝐓𝐄︴"Soy una mujer que sabe
lo que quiere y como conseguirlo".
Athina Steele, esta mujer ha sido admirada y deseada por muchos, siendo el sueño de quienes la rodean. Es ampliamente considerada como el epítome d...
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𝐸𝑛 𝑒𝑙 𝑐𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑟𝑖𝑜𝑟...
“Así, Athina y el buhonero comenzaron a negociar mientras Leon observaba la escena con una sonrisa en los labios, disfrutando de la interacción entre su compañera y el simpático vendedor.”
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El buhonero observó a Leon con una sonrisa y señaló una pistola de dardos en la vitrina.
—Y para ti, amigo mío, tengo algo especial. Esta pistola de dardos dispara proyectiles mortales y precisos. No causarán una muerte instantánea, pero pueden debilitar gravemente a tus enemigos si les das en el lugar adecuado. Además, si eres hábil, podrás recuperar los proyectiles y reutilizarlos.
Leon examinó la pistola y asintió pensativamente.
—Suena útil. ¿Tienes suficientes dardos para ella?
El buhonero sonrió ampliamente.
—Por supuesto, tengo un montón de dardos en stock. Puedes comprarlos en grandes cantidades si lo deseas.
Leon miró a Athina, quien estaba ocupada mirando algunas granadas que el buhonero tenía en una estantería cercana. Luego, volvió su atención al buhonero.
—De acuerdo, dame la pistola y, digamos, cincuenta dardos.
Athina se volvió hacia Leon con una expresión sorprendida.
—¿Cincuenta dardos? ¿Estás planeando aniquilar a todo un ejército o qué?
Leon sonrió y le guiñó un ojo.
—Nunca se sabe lo que nos espera, Athina. Más vale estar preparados.
El buhonero asintió, preparando el arma y los mortales dardos para Leon mientras ambos agentes se abastecían de suministros para su próxima misión.
Leon y Athina se acercaron sigilosamente a la iglesia, eliminando a los aldeanos que se interponían en su camino. Sin embargo, al llegar a la puerta principal, se encontraron con una nueva complicación: la iglesia estaba rodeada por rejas que bloqueaban la entrada.
Athina soltó un suspiro exasperado y murmuró para sí misma:
—¿Otra vez con las rejas? Esto es como una pesadilla.
Leon, mientras examinaba las rejas, respondió con un toque de sarcasmo:
—Parece que a nuestros enemigos les encanta poner obstáculos en nuestro camino. Supongo que es parte del paquete cuando eres un agente secreto.
