XXV

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— Jamás se cansará de llamar la atención, ¿cierto?

— No, aparentemente no.

Se acercaron a pasos lentos hasta la zona del desastre, donde el edificio terminó convirtiéndose en ruinas y quedaron escombros. Donde una chica de coletas le reclamaba a un chico de gafas sobre su presencia.

— ¿Estás bien? — preguntó Shoko, curiosa.

— Claro — respondió ella, sonriendo.

— Sunmi, ¿me consideras tu amiga?

Dicha pregunta, hizo reír de manera suave a la pelinegra. No se estaba burlando de ella, claro que no.

— Shoko, en 16 años de vida que tengo, tú eres la única que me ha tratado como una amiga — respondió, mirándola —. Has sido amable, atenta, cariñosa incluso divertida aún sabiendo que no soy buena expresando mis sentimientos.

— Mentirosa — le dio un leve empujón —. A Satoru casi le recitas un poema, y a mí nada. ¿Sabés que las amigas también tenemos corazón?

— Claro que lo sé y es por eso que te digo en este momento lo importante que eres para mí — al ser Sunmi más alta que Ieiri, alborotó levemente su cabello corto —. Eres la única amiga que he tenido en años. Agradezco todo lo que haces por mí y estar presente cuando más lo necesito. Prometo estar ahí contigo cuando no estés bien o simplemente porque quieres que esté.

Shoko sonrió, una sonrisa dulce llena de alegría. Llegaron hasta el punto donde los demás se encontraban los demás. Una pequeña maldición iba a lanzarse de Utahime, quien le estaba reclamando su orgullo al pelinegro. Sunmi, de inmediato, cristalizó un arco y disparó una flecha a la maldición para exorcizarla. 

— ¡Utahime-senpai! — exclamaron la castaña y la pelinegra con una sonrisa.

¡Mimi, Shoko! — gritó con alegría la pelinegra.

— ¿Estás bien? — preguntó Sunmi, sonriendo.

— Como no se han reportado en dos días, hemos venido a ayudarlas — agregó Ieiri, sonriendo también mientras la pelinegra subía las escaleras gritando el nombre de aquellas chicas.

— ¡Sunmi, Shoko! — las abrazó con fuerza. Fushiguro, al ser la más alta, ocasionó que Utahime quedara a la altura de su clavícula mientras las abrazaba a ambas — ¡Qué bueno que están aquí! ¡No sean como esos dos, por favor!

Sunmi rió bajo mientras daba leves palmadas en su cabeza y Shoko respondía al comentario de su amiga. De inmediato, Fushiguro fue retirada de los brazos de Utahime con algo de brusquedad.

— ¡Mía! — exclamó Satoru, abrazando a Sunmi con fuerza ocasionando que ella riera. 

— Espera, ¿dijeron que desaparecimos por dos días?

— Aparentemente se encontraban dentro de un maleficio de la maldición, el cual no les dejaba salir — contestó Sunmi —. Eso les impedía tener contacto con el exterior.

— Ahora entiendo porque jamás encontramos la salida — agregó Utahime, aún abrazando a Shoko. 

— Y bien, a todo esto... Chicos, ¿sí pusieron el Velo? — preguntó Mei Mei, sonriendo con amabilidad. Los otros cuatro hicieron una mueca de nervios. 

En el auto, de regreso a la academia, Shoko iba en el asiento de copiloto mientras que los tres hechiceros de Grado Especial iban detrás, cohibidos y preocupados. Satoru se pasó tantas veces las manos por el cabello que se terminó despeinando.

— ¡Sunmi! — exclamó Satoru, tomando las manos de su novia — ¡Hay que huir! ¡Abre la puerta, saltamos y huimos a un lugar lejos de aquí! ¡Saitama! ¡Vamos a Saitama y empezamos una nueva vida! ¡Cuando nos encontremos más estables, venimos por Suguru y Shoko y nos los llevamos! ¡Sólo abre la puerta!

Serial Killer; Gojo Satoru.Where stories live. Discover now