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Metanoia:
(griego)
El proceso de transformación que cambia la forma de pensar, sentir, de ser o de vivir de alguien.

El aire fresco de la mañana era un buen recurso para que ambos chicos comenzaran su día. El resto de sus compañeros aún no arribaban al instituto y ellos se encontraban sentados en una banca.

— ¿Por qué Ieiri no asiste a misiones con nosotros? — preguntó la chica con curiosidad.

— Ella no es tan poderosa como nosotros — comentó, con la vista fija en la pantalla de su celular —. Se sabe defender, pero Shoko es más una sanadora que una atacante.

— Aún así considero que se no se le da la importancia que merece — comentó, con la mirada fija en el libro que estaba sobre sus muslos —. Ieiri no podrá ser tan fuerte como ustedes, pero aún así es importante que se encuentre en las misiones, tú no sabes si en algún momento se puede necesitar de ayuda, inclusive, le sirve para que conozca el desarrollo de las peleas.

Asombrado, alejó su mirada de su teléfono para mirar a la pelinegra, quien se encontraba atenta en su lectura. Le sorprendía su manera de expresarse y la forma en la que desea que su amiga se integre a las misiones.

— Veo que te estás llevando bien con ella — dijo el muchacho, sonriendo —. Me alegra saberlo.

— Es una gran persona. Me ha tomado mucho en consideración desde el día que llegué.

— Comprendo. Espero que siga así siempre.

¿Qué era esa extraña sensación? ¿Por qué sentía una opresión en el pecho? Le presionaba tanto que le costaba respirar. ¿Siempre? ¿Acaso pensaba seguir con esos dos después de cumplir con su objetivo? ¿La iban a perdonar?

— Sunmi, quisiera preguntar algo — ella asintió sin alejar la mirada del libro —. Ayer Satoru me llamó emocionado, diciendo animadamente que son novios, ¿es cierto?

El timbre de su voz era de emoción. Estaba contento en saber que su mejor amigo ha sido correspondido. Lo único que quería era su felicidad.

— Sí, así es. Gojo no estaba mintiendo cuando te llamó — respondió con su típico tono frío. Suguru, dentro de su corazón, sabía que yacía una Sunmi de corazón cálido que está dispuesta a amar a cualquier persona.

— Me alegra saberlo — respondió —. Les deseo lo mejor, Sunmi. Tanto Satoru como tú son mis amigos y espero que siempre les vaya bien.

— Gracias, Suguru — susurró.

¿Debía decirle la verdad? No. A él no. Él era el mejor amigo de su objetivo. Es claro que si le hace el más mínimo comentario al respecto, inmediatamente se pondría en alerta y sería más complicado.

— ¡Buenos días! — exclamó un castaño, quien venía acompañado de un rubio con cara de pocos amigos, a comparación del primer chico que se acercaba animado — ¡Suguru-san, Sunmi-chan!

— Buenos días, Haibara — saludaron ambos chicos a unísono.

— Buenos días — saludó el rubio con neutralidad.

— Buenos días, Nanami — contestaron Suguru y Fushiguro.

— ¡Hola! — exclamó una castaña.

— Oh, no. Ya llegó — se quejó Nanami y, gracias a su comentario, tanto Haibara como Getou rieron mientras que Sunmi negó cabizbaja.

— ¡Sunmi-chan! — vociferó Ieiri, abrazando del cuello a la pelinegra quien, lejos de molestarse, le dio leves palmadas en su cabeza —. Buenos días a todos.

Serial Killer; Gojo Satoru.Where stories live. Discover now