Capítulo 5

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Si había algo que Paul detestara, eran los lunes, pues lo regresaban abruptamente a su vida mundana y aburrida de estudiante de instituto, donde tenía que soportar a sus compañeros de clase, o aún peor, a los profesores, con los que, dicho sea de paso, no se llevaba nada.

Lo único bueno que podía sacar de ir a la escuela, era la mera presencia de Clarisse y algunos de los miembros de la manada, pero no mucho más.

Como de costumbre, Jared, Jacob y Embry revoloteaban alrededor suyo incluso cuando iba al baño, pero en ese momento, estaba solo, mágicamente solo. Jared estaba en medio de un examen, Embry estaba en clase de deportes, y Jacob, a quien habían dejado a cargo para que lo cuidara como si tuviera 5 años, se había ido sepa dios para que.

Estaba solo, por primera vez en varios y largos días. Lejos de sentirse triste, estaba contento, aunque la palabra correcta sería relajado.

Su cuerpo se movía por si solo a través de los pasillos vacíos del instituto, no sabía a donde iba, pero en cuanto sus fosas nasales se inundaron de un suave aroma a vainilla y flores, lo supo.

Estaba lloviendo a cántaros, pero ahí estaba, sentada en un pequeño banco bajo la parte techada del patio escolar, con su melena rubia y sus preciosos ojos verdes leyendo muy concentrada un libro que lo hizo palidecer: el libro de las leyendas Quileutes. Sabía que en algún momento ella sabría la verdad, pero no ahora, no antes de que el pudiera explicarle, no antes de que pudiera ganarse su confianza para que no le temiera.

Antes de que su mente pudiera indicarle lo contrario, su cuerpo ya había avanzado hacia ella, poniéndose enfrente con las manos en los bolsillos.

—Un libro de cuentos bastante interesante, a decir verdad –dijo el pelinegro, inclinándose ligeramente hacia adelante para ver fácilmente el contenido del libro–.

—¿Lo leíste? –preguntó Clarisse–.

Oh, si supiera.

—No lo necesito, me lo han contado –explicó, sentándose a su lado–.

—Entonces, si no lo leíste siquiera, ¿Cómo afirmas que son solo cuentos? –preguntó Clarisse– yo podría ser una "fría" y tu no lo sabrías –bromeó–.

Tuvo ganas de reírse en su cara ante tal testimonio, pues ella estaba totalmente alejada del concepto de vampiro, pero se contuvo, mordiendo su labio para reprimir una sonrisa.

—Créeme, si lo fueras, lo sabría, ni siquiera podrías estar bajo el sol –respondió entre risas, aunque un segundo después, calló, creyendo que había dicho demasiado. Ciertamente paranoico– porque te quemarías y todo eso –aclaró, volviendo a callar abruptamente luego de ello–.

—¿Y un metamorfo?

—¿En que mundo una persona puede tomar la forma de un animal? –dijo, como si estuviera diciendo la mayor locura del universo–.

Sweetheart | Paul LahoteWhere stories live. Discover now