Capítulo 27

22 5 1
                                    

Al sellar mis ojos de nuevo mientras agotaba el intento final, accedí a un sueño muy absurdo y que parecía real. Estaba rodeado de tanta realidad que me abrumaba como jamás lo había sentido en la vida.

Era el día que el Deportivo Clara había sido campeón por primera vez en su historia. El calendario marcaba el año de 1997.

¿Cómo lo descubrí? Había sido muy fácil reconocerme a los meses de nacido con el ridículo gorro de Batman que me colocaban mis padres. Papá estaba con poca panza, y mamá se veía increíblemente bella usando un vestido amarillo.

Pronto llamó mi atención una niña que tenía como cinco años y se asemejaba a una princesa de cuentos encantados. Mientras la observaba, sin duda alguna constaté que era ella... y mi corazón se estremeció al percibir su imagen.

—¡Hija ven! —gritó su padre. Terminé helado.

Ella tenía en sus manos un algodón de azúcar y habían salido del partido después de nosotros. Sin embargo, ella se adelantó a sus padres, y se quiso acercar al coche de bebé para ver mi rostro.

—¡Qué lindo! ¡Ojalá tuviera un bebé así de hermoso cuando sea mujer, mami! —vociferó al aire, mientras volteaba a hablarle a su madre con gran dulzura.

Ella me había visto siendo un bebé...

—Ay hija... no entiendes ni sabes lo que dices... —admitió su madre desde la distancia con un tono muy serio. A pesar de ser tan adorable, no la dejaban expresarse con tanta libertad.

Aproveché mi cercanía para mirarla mejor.

—Hola... —La había saludado, no entendí por qué lo hacía. Sabía que era en vano como en otros sueños, donde era invisible y nadie podía verme...

—¡Hola! —me dijo sonriente, y logró enfocarme con sus ojos contra todo pronóstico. Mi corazón se arrugó de inmediato y me coloqué vulnerable al instante... porque no podía creer que ella estuviera ahí.

La mujer que más quería en todo el mundo era una niña preciosa... y no pude evitar la nostalgia que me atacó en aquel momento. Ella se dio cuenta de eso porque fue imposible poder ocultarlo. Mi cara se lamentaba porque mi alma ya lloraba desde hacía mucho.

—¡Estás triste! —dijo ella con sus ojos abiertos, entrando en una fase temprana de la angustia.

—Sí... un poco.

—¿Por qué?

—Porque... olvidé a alguien muy importante —le dije mojando mis labios con desolación. No mentía en lo absoluto, porque mi frustración me había desaparecido las pocas fuerzas que tenía guardadas.

—¿Y por qué lo hiciste?

—Por distraído, supongo...—Le sonreí mientras estaba a punto de llorar, pero ella consiguió detenerlo con su risa.

Carcajeó como si fuera una chica grande y desaprobó de una manera muy tierna. Yo cambié mi semblante y escuché con curiosidad lo que quería decir.

—¡Nosotros no olvidamos por eso! ¡Si lo hacemos, es porque no siempre los podemos ver! Me incliné hacia ella, no tanto para que sus padres lo notaran y me juzgaran, y le dije:

—¿Qué intentas decirme?

—Si no puedes ver siempre a la persona que no quieres olvidar, solo debes quererla muchísimo, así, mucho, mucho, mucho y nunca la olvidarás —Abrió ambos brazos denotando lo mucho que se debía de querer, siendo un hermoso y admirable ejemplo de amor. Me parecieron muy bellas palabras.

—Sí... —expresé con la voz entrecortada al mismo tiempo que una lágrima descendía de mí. Ella misma lo había dicho.

—¡De verdad estás muy triste! —afirmó con decisión—. ¿Te puedo dar un abrazo?

La teoría del sueñoWhere stories live. Discover now