Capítulo 18

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—Hijo... ¿Estás bien?

—Sí... me duele un poco la cabeza, pero lo estoy. ¿Qué pasó? —le pregunté. Estaba en el hospital.

—Te golpeaste muy fuerte en la cabeza. Pero no pasó nada grave, el seguro cubrió todos los gastos.

—Lo siento mamá. No sé qué me sucedió.

—Te estrellaste en la autopista a cinco minutos de la universidad. Estabas distraído con algo.

—Sí... es que... no te he contado nada.

—¿Sobre qué?

—Es que es muy difícil de explicar, pero debes entenderme.

Mamá desaprobó lo que había dicho con su mirada, la conocía y entendía que estaba triste por el accidente. Aunque no sufrió tanto al estimar que me hallaba en buen estado.

—Hay una persona con la que sueño casi siempre, es muy extraño —Tenía rabia, porque no lograba recordar el nombre—. Cuando estaba pensando en esa persona, olvidé por completo que estaba manejando y luego un niño apareció de la nada —Tomé mi cabeza por un instante, me empezó a doler mucho—. Lo esquivé y pasó eso. Pero te juro que no fue porque...

—Lo entiendo —me interrumpió, y se encogió de hombros mientras respiraba con sosiego—. Solo no lo vuelvas a hacer. Y sea lo que estés pasando, te apoyo en lo que hagas. Hijo, cuidado con lo que piensas.

—Gracias mamá —le contesté apenado.

—Y levántate. Ya te dieron de alta.

—¿En serio?

—Sí, pero debes continuar el reposo en casa.

—¿Cuánto llevo aquí?

—Tres días.

—No puede ser —expresé agobiado.

Cuando veníamos a casa estaba reflexionando sobre muchas cosas. Lo primero, era la negativa impresión de estar tanto tiempo dormido y no lograr recordar ningún sueño. Lo segundo, era la buena noticia de estar regresando a pesar del accidente tan aparatoso que había tenido, y lo tercero, era que antes de salir de casa, había escrito en la pared de mi cuarto, unas palabras que esperaba fueran de utilidad para ayudarme a recordar cuál era el nombre o el propósito de lo que estaba pensando.

Al entrar, le pregunté a mamá si la moto sobrevivió. Ella colocó una cara lamentable y trágica al mismo tiempo, incluso deseaba reírse de mis palabras. Intuí que estaba hecha chatarra.

Pero la sorpresa se apareció en mi cara nuevamente, al verla completa y entera sin ningún rasguño. Era como si estuviera nueva y de paquete.

—¿Y esto?

—La aseguradora es una bendición —expresó mamá con enorme satisfacción.

—¿Me prohibirás manejar? —le pregunté con tristeza.

—No —dijo—. Pero sí te pido que primero te recuperes. Sin embargo, si me vuelves a hacer pasar un susto como este, te quedarás encerrado en tu cuarto de por vida.

Asentí con la cabeza. Mamá se veía tranquila y quizá era porque había tomado pastillas para calmar su ansiedad. Era una mujer muy fuerte, incluso más de lo que pensaba luego de saber que estuve tres días sin despertar. Aunque por su buena fe, no me quiso culpar de algo relacionado con el accidente. Fue permisiva conmigo en aquel momento, y consiguió entender lo que había dicho.

Cuando fui a mi cuarto, revisé en las paredes tal y como lo había hecho, y era cierto, había escrito algo. Se encontraba un "Juliana" anotado en marcador negro. Me llené de orgullo y una tonta sonrisa de satisfacción al reconocer lo que había conseguido. Estaba escrito a propósito para cuando volviera, y entendí que estaba luchando contra mi mente y sus esfuerzos por dejar de soñar con ella. Estaba esperanzado, porque mis deseos de continuar luchando no se esfumaban.

La teoría del sueñoWhere stories live. Discover now