Capítulo 26

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Todo estaba blanco, como una hoja que se marcaba en un cuaderno sin utilizar. Estaba sobre unas nubes todavía más blancas, y era sencillamente espectacular. El cielo no iluminaba azul, pues era de una claridad imponente y celestial. Abajo había una importante ciudad del mundo.

Sin embargo, no sabía qué hacía ahí. ¿Había algo especial para tener en cuenta?

—¿Qué hago aquí...? —admití confundido. Solo quería ocuparme de cualquier cosa.

«Detrás de Esteban, se vislumbraba otra gran pantalla que estaba oculta a sus ojos, y así la viera de frente, no podía conseguirla. Había un doctor con su grupo de especialistas que se alistaban para entrar al quirófano, mientras Juliana se debatía entre los límites de la vida y la muerte.»

—Creo que tengo hambre —expresé con calma—, porque ese almuerzo que dieron estaba asqueroso, ese pan con alcachofa nunca combina, no sé por qué siempre intentan emparejarlo —renegué de rabia porque no sabía lo que quería en ese momento. La universidad era repugnante, y lo único medio bueno que tenía, era el profesor Garrett y la venta de paletas de limón en las afueras.

«Había entrado el doctor a prepararse con su equipo, la asistente le dijo: Doctor, el pronóstico es demasiado malo, solo ha habido indicios de fallo respiratorio en todo el día, en cualquier momento se nos puede ir de las manos...»

—Redondo me había dicho que vendían una pizza increíble que dejaban los sábados en promoción. Mejor me largo de aquí, no voy a alcanzarla si sigo dormido y atrapado en este sueño tan extraño.

«Estamos a minutos de perderla, y lo peor es que nada podemos hacer... —dijo el doctor—, la medicina no está funcionando desde hace días y el final parece que viene ahora. Es lamentable saber que tanto tiempo con ella se traduzca a esto...»

—Estoy aburrido y parece que no me puedo mover... aunque bueno, al menos aquí puedo hacer lo que quiera —dije con aprovechamiento, y a pesar de que caminara bajo el cielo, no podía ver otra cosa que fuera nubes y más nubes. Era demasiado hermoso para ser cierto, pero sin duda, aburridísimo. Era mejor jugar Call of Duty con Armando.

«Doctor...—dijo la asistente—. Esto está empeorando... Sus latidos decrecen a un ritmo espantoso.»

—¡No existe quien pueda detenerme, no hay nadie que conozca mi fuerza! —vociferé hacia los aires, imitando a los héroes de las películas mientras golpeaba unas cuantas nubes, pero lo raro era que no me movía del sitio. Eran las nubes que lo hacían—. ¡Soy invencible! Pero, uhm... creo que debo dejar de ver tanto Street Fighter y también dejar de hablar solo. Por eso no tengo novia.

«Está muriéndose sin entrar en paro... —alertó el doctor que volvió al cuarto de preparación a buscar algo, la asistente y el anestesista le veían sin decir una sola palabra.»

—Otra vez... —dije perdido—, ¿por qué estaré pensando en algo que se me olvida? Es ella... Aunque parezco un loco con lo que digo, ¿Que estoy haciendo? No sé qué hago acá —dije embargado en sentimientos raros, ¿Qué sucedía? ¿Por qué me sentía tan atado a algo que no comprendía? Era tan extraño...

«¡Doctor, la chica se nos muere!»

—¿Que hago aquí? ¿Van a dar descuentos en el cielo o qué? —Me lo repito de nuevo y no hallo respuesta, quizá debería despertar para buscar algo que hacer, tengo que estudiar mañana y hay mucho por hacer.

«¡Toca reanimar! ¡Rápido! ¡Enciende el desfibrilador! —expresó el doctor alarmado.»

Existía un hecho que conocía muy bien, y no todo estaba en orden como creía. ¿Qué carajos estaba ocurriendo conmigo? ¿Por qué estaba tan impaciente? ¿Por qué me sentía tan vulnerable y ansioso? Incluso estaba a casi nada de morderme las uñas, y cuando observé mis manos...

—Espera, y mi brazo... ¿Por qué está así? —Detallé mi cicatriz, sangraba como aquel día y ardía mucho.

«¡Su mano sangra! Busquen gasa y eviten una posible hemorragia —expresó el doctor concentrado.»

" (...) Tengo miedo a que me olviden..." dijo una voz en mi cabeza.

«Doctor... —No captaba a las palabras de su asistente, estaba concentrado al límite. Ya todo se había roto...»

—Algo pasó porque... ¡Dios mío, qué dolor de cabeza! —Me tomé el rostro con la mano—, ya debo dejar de pensar en tantas porquerías... porque no sé qué hacer —El aire me empezaba a faltar y no era solo eso, porque estaba fallando por dentro—. Felicidades, te ganaste el premio al hombre más inútil de todos. Deberías estar orgulloso.

«Ya no tiene pulso... —emitió débil la asistente, el doctor no se quería rendir y lo seguía intentando, el anestesista conservaba la mirada desvanecida...»

—¡Claro! —grité con sorpresa— ¿Qué había escrito aquí...? —Sentí que alguien estaba apoyado a mi brazo, y estaba a punto de desaparecer para siempre... ya no podía soltarme de aquella ilusión. Había algo que cargaba una importancia tan contundente que no podía expresarla en el momento. Mi cabeza iba a estallar.

«No te vayas tan pronto... resiste —dijo el doctor enfrascado, la máquina seguía pulsando, pero no había vida».

—¡No puedo... no tengo nada! —expresé con la mirada baja mientras me dolía el cuerpo en todas partes.

«Hicimos todo lo que pudimos... —expresó resignado el doctor. Después de haberlo intentado muchas veces, lo único verdadero era que la vida no volvía del fin. La asistente se entristeció sin más...»

—¡Maldita sea! —dije a rabiar y con los puños moliendo a golpes las nubes que estaban sujetas a mi propia cabeza—. ¡No recuerdo nada...! ¡Nada! —Las nubes se dispersaban, mostrando el principio de una noche estrellada. Estaba literalmente en el cielo, transpuesto y anclado a un suelo que no existía. Luego aparecieron unas auroras... y me resultó familiar.

«El doctor le cubrió la cara con la sábana blanca, elevó su brazo para ver el reloj y manifestó sin mayores ánimos—: La hora de muerte es...»

—¡Haz algo! No dejes escapar algo que realmente vale... no lo hagas—encogí mi cara. No podía llorar todavía.

"... Dime lo que sientes. Y cuando más me necesites, ahí estaré para ti." —expresó una voz llena de sutileza en mi cabeza, con un mensaje muy claro: había que actuar.

Expandí los ojos como un loco desprendido de la sensatez y estaba muy confundido. Los cerré en un intento desesperado por comprender una sola cosa... porque quería entender así fuera lo más insignificante, pero nada emergía... como siempre había sido.

Pero en un segundo, en un solo maldito segundo, entendí que la verdad significaba que soñaba y que la realidad se ahogaba en un corazón olvidado, ese era el mío; que, despojado y sediento de amor, me decía una y otra, y otra, y otra vez cómo sentía que la vida se le podía escapar de sus manos en un solitario respiro. Y en donde el olvido, transformaba aquello que nunca quería sentir y mucho menos vivir.

No pude resistir a eso...

No, era más que algo así... Era otro corazón que existía.

Y era de verdad... porque aquella realidad tan piadosa y magnífica que emitía desde lo más profundo y ya no era capaz de contener... fue mi as bajo la manga. Tenía que intentarlo hasta el final.

¡Era ahora o nunca!

La teoría del sueñoWhere stories live. Discover now