Capítulo 39: El halcón y la primavera nunca los abandona

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Año Caxacius, Mes de las Almas, día 19

23:10 horas

Asher no los miró cuando se sentaron en los mullidos sillones frente a su escritorio. Su ancha espalda estaba muy derecha mientras permanecía de pie, mirando a través de la ventana.

Aunque no quisiera admitirlo, él los conocía tan bien como ellos a él. Así que, cuando finalmente se giró, con la tristeza grabada en sus rasgos, no les sorprendió.

Alternó esa mirada de ojos castaños y cálidos solo para ellos, saltando de Bastian a Annelisa antes de suspirar.

—Ya sé lo que vienen a decirme –soltó finalmente, moviéndose para sentarse tras su escritorio.

Apoyando los codos en el escritorio, Asher siguió estudiándolos; Annelisa se tragó aquél nudo en su garganta.

—Ash, es nuestra hora de irnos –expresó ella, procurando que su voz fuera firme.

Bastian se removió en su asiento, alzando la barbilla.

—Hemos mantenido un estado pasivo por mucho tiempo –continuó él sin apartar los ojos del rostro de Asher, empujando las palabras fuera de su boca-. Ya fue suficiente.

Por un largo rato, Asher no dijo nada. Él parecía examinar sus rostros como si quisiera grabar los detalles en sus retinas y, a pesar de los años de hacerse rabiar mutuamente, los mellizos se encontraron haciendo lo mismo con él.

El afecto que le tenían a ese hombre era increíble e innegable.

Desde el momento en que los había encontrado acurrucados entre los setos en el camino de la entrada a la mansión, unos niños pequeños, aterrorizados y llenos de dolor, en shock, él no había dudado. Los acogió, cuidándolos, alimentándolos y poniéndoles un techo sobre sus cabezas, dándoles un hogar y enseñándoles a convertir sus miedos y tristezas en fuerza.

Había dado todo de sí para criar a los hijos de sus amigos.

Y habían pasado cosas horribles entre ellos, sin duda.

Pero no les parecía lo suficiente para mirarlo con siquiera una pizca de rencor, no después de todo lo demás.

—Temía el momento en que llegara esta conversación –murmuró Asher finalmente, rascando su barbilla recién afeitada sin ánimos-. No me preparé lo suficientemente bien, pero espero que ustedes si lo estén, teniendo en cuenta hacia donde se dirigen.

Asher se levantó, rodeando el escritorio con pasos pesados hasta posicionarse frente a ellos; Annelisa deseó que no se acercara más, no cuando la familiar colonia invadió sus pulmones.

Ellos nunca se tocaban más de lo que era necesario, y si se abrazaron en algún momento de sus vidas había sido por algo significativo.

Y cualquier muestra de afecto, en ese momento, podría derrumbarla.

Pero Asher solo los miró desde su altura, y Bastian fijó la vista en el escritorio.

—Hice tanto como pude con ustedes, tal como se lo prometí a sus padres –continuó Asher, suavizando dolorosamente la voz-. Ellos estarían orgullosos de quienes se han convertido

Bastian miraba sus manos fijamente, sus ojos grises perdidos entre sus dedos, y Annelisa sacudió la cabeza débilmente, sintiendo su cabello castaño-dorado rozarle las mejillas con el movimiento.

—Odio que nos veas así –suspiró ella, apartándose el cabello fuera del rostro con frustración. De verdad que no quería verse tan destrozada ante ese hombre-. Y dudo mucho que estén orgullosos de estas tontas lágrimas.

Reino de Sombras y EsmeraldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora