—Pero con Helios como rey del Olimpo —dijo Selene, en respuesta al silencio del menor—, será un reino lleno de paz, donde los enemigos y el peligro estarán ausentes. Estaremos seguros.

—Madrina —interrumpió Hyunjin—, siempre habrá enemigos. Especialmente para Felix y para mí, como herederos del inframundo y del Olimpo. Sin mencionar que somos los dioses más poderosos en ambos reinos.

Con esa realidad asomándose, Selene permaneció atónita, luchando con los pensamientos punzantes que le abrían agujeros en el pecho.

—Perdóname —murmuró Hyunjin— No deseo abrumarte el día de tu boda —sonrió con ternura— No he descansado estos días, lo que me vuelve un tanto pesimista. Pero tienes razón, contigo y Helios reinando en el Olimpo, las amenazas deberían cesar —tras un fugaz beso en su frente, Hyunjin cruzó las puertas del palacio, donde resonaban los gritos de los dioses celebrando, pero la mente de Selene no pudo evitar sumergirse en escenarios aterradores, a pesar de sus mejores esfuerzos por evadirlos.

En medio de la vibrante atmósfera de bailes y júbilo, donde las telas de los atuendos elegantemente diseñados ondeaban en una danza sincronizada por el salón, Felix dejó escapar una risa contagiosa mientras compartía pasos de baile con Rodo y Pers...

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En medio de la vibrante atmósfera de bailes y júbilo, donde las telas de los atuendos elegantemente diseñados ondeaban en una danza sincronizada por el salón, Felix dejó escapar una risa contagiosa mientras compartía pasos de baile con Rodo y Perséfone, cuyas risas se unían en armonía con la suya.

De pronto, sus ojos se encontraron con Irene, quien, con un gesto tímido, le hizo una señal para que se acercara. Felix no tardó en aceptar la invitación con un movimiento decidido y, después de intercambiar unas palabras fugaces con las diosas, se distanció rápidamente para llegar junto a la mujer, que lo observaba con una mezcla de temor y angustia.

—¿Estás bien? —preguntó él, tratando de calmar su agitada respiración después del baile— Te ves pálida.

—Estoy bien, joven Felix —respondió Irene con voz apagada y una pequeña reverencia— Ha llegado algo para usted. —la mujer señaló uno de los pasillos del palacio, invitándolo a seguirla.

Frunciendo el ceño, Felix le dedicó una mirada rápida a Hyunjin, quien reía con Helios, Minho y Hades, con copa en mano. Eso le infundió cierta tranquilidad y, dirigiendo su atención nuevamente a Irene, decidió seguirla por el amplio corredor.

Después de un recorrido en silencio, solo interrumpido por la euforia de los dioses en el salón y el suave murmullo de los violines, Irene abrió la puerta de la habitación que había sido asignada a Hyunjin y a él.

Felix entró con rapidez, consumido por la curiosidad y la ansiedad que comenzaban a crecer en su interior, y pronto, su mirada se posó en una pequeña cesta que detuvo sus pasos de inmediato.

—Joven Felix, me lo han entregado directamente a mí, con la estricta condición de que usted fuera el primero en verlo —susurró Irene, retorciendo sus dedos con la mirada baja.

Ofreciéndole una leve sonrisa para aliviar sus temores, Felix se aproximó a la cesta con pasos decididos, dejando a un lado cualquier emoción negativa. Una vez cerca, descubrió a un hermoso bebé de cabello dorado, que movía sus manitas inquietas bajo una manta blanca.

Luna del inframundo | Hyunlix Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang