Capítulo 23

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Eros entró corriendo a su habitación, recogiendo varias cosas con frenesí mientras intentaba mantener la calma en un entorno cada vez más caótico. Debía escapar del Olimpo, debía desaparecer lo antes posible de ese lugar. Todos empezarían a sospechar de sus sucias jugadas, y consciente de que Zeus lo culparía de todo, decidió huir del reino.

De repente, su mirada se detuvo en el cuerpo de su amada Psique, que yacía desvanecido en el suelo, inmóvil. Con el temor en su semblante, se acercó a ella, y con manos temblorosas, la volteó para mirarla a los ojos, pero la mujer no daba ningún indicio de vida. Estaba pálida, con los labios morados y los ojos abiertos, como si segundos antes de morir, hubiese presenciado un miedo enorme.

Empezó a zarandearla con desesperación, pero la mujer permanecía inerte como una muñeca de porcelana, y el dolor lo invadió, un miedo intenso que le cortaba la respiración y le hacía temblar.

Horrorizado, Eros se echó hacia atrás y chocó con una mesita, tirando varias velas al suelo, fue entonces cuando vio la figura de Hades surgir de la oscuridad, y una energía tenebrosa lo envolvió por completo. La vestimenta negra del mayor, estaba en armonía con su larga cabellera, que parecía estar hecha de la misma sombra que desprendía. Eros sintió que su corazón se detuvo al ver esa mirada atroz, tan profunda que parecía traspasarlo todo.

—Ha llegado mi turno de jugar. —la voz de Hades era como un eco siniestro, y se repetía en la mente de Eros una y otra vez, golpeando las paredes de su oscuridad.

El menor intentó moverse, pero sus piernas parecían ser de plomo, y cada movimiento era doloroso. La presencia de Hades era aplastante, como si se hubiera hecho tangible y estuviera amenazando con convertirse en una fuerza irrefrenable. Por un momento, todo se detuvo, como si el tiempo se hubiera estirado hasta hacerlo creer que todo había sido una ilusión absurda.

Podía sentir la presencia maligna de Hades, pero no podía verlo.

La habitación parecía encogerse a medida que las sombras del rey del inframundo se pintaban en las paredes, mareando de terror al castaño, quien trató de decir algo, pero su voz se atascó en su garganta, y tuvo que esforzarse para lograr liberar el aire y pronunciar unas palabras casi inaudibles.

Eros se volvió hacia Psique, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón latiendo con fuerza. La imagen de su amada muerta lo había sumido en un dolor insoportable, como si su corazón se hubiera roto en mil pedazos. El miedo lo invadió con una fuerza avasalladora, y sintió que su alma se estremecía ante la energía que había violado su habitación con la visita de Hades.

—¿Qué sientes, Eros, dios del amor? —de nuevo la voz del pelinegro interrumpió el silencio, con asfixiantes ecos que destrozaban los oídos del castaño— ¿Qué sientes al ver cómo tu amada yace muerta en tus brazos? —aquella pregunta rondó por su mente con crueldad, y Eros, desvanecido y rendido ante el miedo que Hades había clavado en su pecho, empezó a llorar, abrazando a la mujer.

—No debiste tocarla... —sollozó— Debiste matarme a mi.

Las risas escalofriantes irrumpieron en la habitación, chocando con las paredes y revolviendo el estómago del castaño de un profundo temor.

—No debiste jugar con mi hijo. Ahora corre y huye, te perseguiré a dónde sea que vayas. Mi venganza no termina aquí. —la voz áspera del dios del inframundo, lo envolvió despiadadamente, y a los segundos, el eco desapareció.

Eros se quedó solo en la habitación, siendo víctima del miedo y la confusión. Se aferró al cuerpo de su amada llorando con desesperación, con la certeza de que una guerra se avecinaba, y la ira de Hades, llevaba la ventaja.

 Se aferró al cuerpo de su amada llorando con desesperación, con la certeza de que una guerra se avecinaba, y la ira de Hades, llevaba la ventaja

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