Epílogo

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Subiendo escalón tras escalón, Felix dejó un fugaz beso en la mejilla de Selene antes de adentrarse nuevamente en la celebración del palacio. Hyunjin observó su partida, con una amplia sonrisa iluminando sus rasgos, y lanzó una dulce mirada a su madrina, quien sosteniendo una copa en sus manos, lo observaba en silencio, apoyada a un pilar.

—Debemos hablar —dijo ella, con un tono suave.

—Por supuesto —afirmó el menor, ajustando la corona que se mostraba torcida en su cabeza— Lloré tu muerte, madrina. Creo que merezco una explicación —soltó con desdén, cruzándose de brazos.

Bajando la mirada al líquido carmesí en su copa, la sonrisa de Selene fue desvaneciéndose con lentitud, un cambio que inmediatamente tensó al pelinegro.

—Devolviste mis poderes a tiempo —murmuró ella, levantando la mirada para encontrarse con el rostro inexpresivo del menor.

—No presencié eso. —increpó él— Tus heridas no sanaron, madrina. Tu piel no se regeneró.

—Lo hizo —la mayor interrumpió firmemente, sin titubeos— Pero llevó tiempo, porque mi alma estaba a la deriva, casi rindiéndose —con un suspiro, Selene fijó su mirada en el cielo que se oscurecía— Conoces la regla de Hades: aquella que establece que un alma no puede regresar a la vida si toca el inframundo.

—Por eso evitaste entrar en el reino de mi padre.

—En su lugar, busqué la ayuda de Perséfone —interrumpió Selene—, para que protegiera mi alma

Observando la expresión vacía de su madrina, Hyunjin eligió el silencio durante varios segundos.

—Por eso mi madre ordenó que no movieran tu cuerpo —murmuró, mientras Selene asentía con una sensación de pesar— ¿Cuál es la otra parte?

Frunciendo el ceño, la mayor lo miró con una mirada inquisitiva.

—¿De qué hablas?

—Madrina —suspiró—, lo que me estás diciendo no es nuevo. Mi madre es la protectora de almas perdidas y ha rescatado a más de un dios de la muerte. No eres ni la primera ni la última. Sin embargo, por tu expresión, puedo percibir que hay algo más oscuro en esta historia, algo que aún no has revelado.

Consciente de que no podía ocultar nada a su astuto ahijado, Selene bebió todo el vino de su copa, convocando el coraje para continuar.

—Cuando estás al borde de la muerte, tu alma exige un precio para regresar a tu cuerpo —comentó, notando cómo los ojos de Hyunjin se oscurecían— Aunque mi piel logró regenerarse gracias a los poderes de la luna, las heridas infligidas por Changbin persisten dentro de mí. Debido a esto, nunca más podré renunciar a los poderes de la luna, ya que si lo hago, las heridas se reabrirán, consumiendo mi vida por completo.

En un estado de profunda confusión, Hyunjin soltó un jadeo entrecortado, con el peso de aquella confesión desgarrándolo.

—Lo que más me preocupa de todo esto —continuó la mayor—, son las heridas que mi hijo te ocasionó con una de sus flechas. ¿Recuerdas?

Arrugando su rostro, el pelinegro asintió en silencio.

—Estuviste al borde de la muerte y tus heridas no sanaron hasta que Hades transfirió sus poderes a tí —agregó Selene— Lo que significa que tú tampoco puedes renunciar a los poderes del inframundo. De lo contrario, esas heridas resurgirán, llevándote a una muerte rápida, sin otra oportunidad para tu alma.

Retrocediendo un paso debido al impacto, Hyunjin recordó el incidente en el campo de flores, donde la flecha de Felix infligió un golpe grave que casi le arrebata la vida.

Luna del inframundo | Hyunlix Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora