Capítulo 18

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La tarde empezaba a desaparecer en el cielo, permitiendo que la oscuridad de la noche emergiera. Montado en su caballo, Hyunjin miraba la luna con devoción, escuchando de lejos las risas de sus compañeros, que peleaban entre ellos por cazar un simple conejo. El pelirrojo llevó sus ojos a Félix, anonadado con la imagen del dios de cabello largo que sacaba varias flechas de los ciervos que perfectamente había matado.

Cerciorándose de que Eros y Changbin se mantenían lejos, Hyunjin se acercó en su caballo hasta el rubio, quien al escuchar los pasos de Fengári, alzó unos tiernos ojos hacia él.

—Sígueme. —susurró el pelirrojo, y clavando los talones en el animal, se perdió en el bosque.

Félix empezó a reír, y mirando de lado a lado, se aseguró de no haber llamado la atención de ninguno de los presentes. Con una pequeña seña, llamó a Ílios, y subiendo con rapidez a su lomo, siguió el camino que el caballo negro había tomado segundos atrás.

Al avanzar en el frío bosque, el rubio tiró de las riendas de su caballo, logrando que el animal frenara sus pasos. Bajando con lentitud y sigilo, Félix cubrió su cabeza con la capucha de su capa marrón y contempló los inmensos pinos que lo rodeaban. Echándole un vistazo a Ílios, percibió la tranquilidad del animal, lo que demostraba qué Fengári no se hallaba cerca.

Con pequeños pasos y vista al frente, Félix siguió buscando entre la oscuridad de la noche, algún rastro del pelirrojo. Caminando en medio de los arbustos, recorrió con sus ojos todos los árboles y troncos que yacían a su alrededor.

Dispuesto a seguir con su búsqueda, retrocedió varios pasos, cuando de repente sintió como tiraban de su capa con fuerza, al mismo tiempo que su cuerpo se debilitaba. Chocando con lo que parecía ser el pecho de otra persona, Félix subió el rostro, descubriendo la dulce mirada de Hyunjin, quien lo abrazaba con fuerza, apoyado al tronco de un árbol.

El pelirrojo le dedicó una media sonrisa y robó sus labios con ímpetu. Lo que empezó siendo un delicado beso, se convirtió en una intensa entrega de lujuria, en el que sus bocas competían por demostrar lo mucho que se habían deseado y anhelado los últimos días.

—¿Luna llena? —preguntó Félix, en medio del beso.

—No me culpes. —murmuró Hyunjin, cerca de su cuello, donde había dejado varios besos— Ansiaba sentirte.

Félix olvidó respirar y jadeante, volvió a besarlo, descarriado con los brazos del pelirrojo que lo rodeaban y lo apretaban a su cuerpo con frenesí.

—Debemos volver... —continuó el menor, sin aliento.

—Es de noche, la cacería terminó. —contestó Hyunjin, tomándolo con posesión de la nuca para reclamar de nuevo su boca.

Félix se dejó llevar por el mayor, disfrutando de sus gruesos labios y las fuertes manos que lo apretaban, uniendo así el calor de sus cuerpos.

—Somos dioses —insistió, perdiendo el aire ante los desenfrenados besos— La noche no es un obstáculo para cazar.

Expulsando un largo suspiro, Hyunjin cerró los ojos y dejó caer su cabeza en el hombro del rubio. Recuperando el control de sus indecorosos deseos y su agitada respiración.

—Tienes razón. —dijo, conectando con la mirada anhelante de Félix— Debemos volver.

El rubio apretó sus labios, cautivado por el cambio de color en los ojos de Hyunjin, que pasaban de un intenso blanco al plácido tono azul.

Soltando sus manos y separando sus rostros, actuaron con forzada indiferencia, la cual empezaba a arder en sus pechos. Alejando sus pasos, a caminos opuestos, subieron a los caballos y retomaron el camino que conducía a los demás dioses.

Luna del inframundo | Hyunlix Where stories live. Discover now