•32• Tú me importas.

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Miro la hora en el reloj que cuelga en la pared de la cocina y coloco el último bowl en la mesa. Recojo las vasijas sucias que he dejado por la encimera mientras preparaba el desayuno y lo agrupo todo en el fregadero. Por último, me quito el delantal y lo vuelvo a colgar en su sitio para luego lavarme las manos.

Son las nueve de la mañana y todavía no sale el sol, supongo que permanecerá nublado todo el día.

Me seco las manos mientras las opciones de ir a buscar a HaeMi a su habitación o esperar a que venga me ponen pensativo. Y no pierdo nada con intentarlo así que mejor voy. Dejo el paño en la encimera y entonces salgo de la cocina. Subo las escaleras y, cuando llego a su puerta, cierro la mano y doy unos toques con el nudillo de mi índice.

Me humedezco los labios antes de hablar. —¿HaeMi? — obtengo el mismo silencio así que sigo hablando.— Hae, he preparado el desayuno, por favor si no estás durmiendo ven a comer algo.

Continuo sin oír nada así que bajo la mano, rendido.

Pero un segundo después, la puerta se abrió y la pude ver a ella.

En lo primero en lo que me fijo es en su pelo recogido en una coleta baja. Lleva un suéter y unos shorts de franela. Tiene el rostro desmaquillado y unas ojeras bastante notables.

—Hola.— ella me saluda primero con una sonrisa escueta, luego baja la mirada y sale de la habitación cerrando la puerta detrás suyo.

—Pensé que estabas dormida. — dije, atreviéndome a colocarle un mechón suelto de su pelo detrás de su oreja.

—No, me levanté hace una hora.— me dijo, pensé en preguntarle como está pero creo que no es el momento de hacer esa pregunta.

—Hice el desayuno, ¿te apetece?

—Sí, vamos.— me mira asintiendo.

Comenzamos a bajar las escaleras y en dos minutos ya estábamos tomando asiento el uno frente al otro en la mesa. Ambos estábamos comiendo en silencio, HaeMi  comía de todo bastante bien y a mi me daba apetito solo de mirarle alimentarse así de bien. No se veía terriblemente triste ni con cara de entierro, pero tampoco mencionaba palabra alguna.

—¿Cómo dormiste?— rompo el silencio.

—Bien. Me tardé un poco pero pude hacerlo.

—Hmm. Me alegra.— dije

—Estaba bueno. — dice ella dejando su vaso vacío sobre la mesa luego de haberse bebido todo el jugo que se había servido.

—¿Sí? Come más.— señalé la comida que quedaba en los bowls.

Ella negó con la cabeza.— ¿Te falta mucho? Quiero ayudar a lavar todo esto.

—¿Tú?— fruncí el ceño, divertido.

HaeMi me ayudó a recoger los platos y llevarlos al fregadero. Yo me di la tarea de fregar y enjuagarlo todo y después ella se haría cargo de secar y acomodar. No hablamos mucho y, teniendo en cuenta que no ensuciamos casi nada lo hicimos muy rápido.

—Parece que acabamos.— la escucho decir mientras me quito los guantes.

—Sí.—comenté.

—¿Qué harás ahora?— me mira.

—Nada.— encogí los hombros y me acerqué a abrir las puertas de la cocina.— ¿Quieres venir a afuera?— le pregunto ya saliendo a la terraza.— No hay nada que hacer de todos modos.

Me senté en el sofá de frente a la piscina, al cabo de un minuto vino y se sentó junto a mí.

Sé que seguro notará que le estoy mirando fijamente más tiempo de lo normal, pero no me esfuerzo por disimular, tal vez también quiero que me mire y poder entablar una conversación. Es decir, estar en silencio también es agradable, pero algo me dice que necesita hablar con alguien. Y no es como si ahora fuese a venir su mejor amiga Aisha y voy a tener que dejarles a solas para que tengan una conversación de mejores amigas.

Casada Con Jeon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora