Capítulo 22

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   En aquella noche, la vida pasó lentamente frente a los ojos de Joeman, una vida exasperante, agotadora, oscura y a la vez clara. El tiempo era algo que jamás podría ser revertido y las acciones que se entrelazaban en el tiempo y el espacio tampoco lo eran. En aquella noche, una luna menguante iluminaba el cielo, y en aquella desolada calle solo las luces intermitentes de unos faros de la calle alumbraban por momentos. Si había sido para su beneficio o para su desgracia Joeman nunca lo supo, pero en ese momento, luego de haber disparado, las luces de las luminarias dejaron de brillar dejando las calles en plena oscuridad, tan sólo podía percibirse lo poco que iluminaba la luz de la noche. Las luces no se volvieron a encender hasta algunos minutos después, tal vez había ocurrido un corte de electricidad. Electricidad que no faltaba en el cuerpo de Joeman, adrenalina, ira, rencor era todo lo que pasaba por su mente.

Luego de haber disparado al hijo del presidente justo frente a los policías, todos dentro del vehículo gritaron de espanto, nadie lograba controlar sus emociones, se miraban entre ellos, tenían los nervios de punta y el corazón a punto de escupirlo por la boca. No lograban asimilar lo que había sucedido, solo gritaban y gritaban incluso el padre de Tony quien era bastante callado y frío, en ese momento su estabilidad emocional se destrozó por completo. Días anteriores él señor tuvo la sensación, o mejor dicho, el presentimiento de que algo malo pasaría con Joeman sobre todo luego de haberlo visto aquella mañana, enfurecido, sudado, agitado y golpeando el saco de boxeo descontroladamente. Pero nunca llegó a pensar que algo así de grave les llegara a pasar y aun peor que eso los implicara a ellos. La esposa del señor trataba de tapar sus ojos con sus manos mientras continuaba gritando. Reacción que desesperó infinitamente a Joeman. Trató de decirle que se tranquilizara y dejara de gritar, pero sus intentos no dieron fruto.

– ¿Cómo quieres que me calme, si acabas de matar a una persona? Y lo peor es que esa persona era el hijo del presidente! ¿COMO CARAJOS QUIERES QUE ME CALME?? – gritó la madre de Tony eufóricamente. Desesperado Joeman no tuvo más remedio que gritar igualmente.

– SOLO CÁLLESE, MALDITA SEA! ¿Quiere que la policía nos atrape? Ah? Eso es lo que quiere? Que nos estrellemos y que ustedes se mueran? ¡No! Asi que cállese ! – exclamó Joeman apretando fuertemente el volante – Además ese maldito pendejo se lo merecía.

– ¡No le vuelvas a hablar así a mi madre, imbécil! – le advirtió Tony a Joeman, en ese instante no lograba reconocer a Joeman, al mismo Joeman que él había conocido desde pequeño. Tony sabía que algo se había quebrado dentro de Joeman.

Pero luego el ambiente dentro del vehículo se había vuelto cada vez más tenso. Todos respiraban de forma agitada, mientras en la carretera Joeman conducía como un maníaco adelantando cada vehículo que tenía de frente, él igualmente estaba completamente descontrolado y no sabia que hacer.

– Es que Joeman te das cuenta de la mierda en la que nos acabas de meter? Estás consciente de que ahora nos van a buscar, pero para matarnos, o torturarnos? – le reclamó Laura en voz alta llevando sus manos a la cabeza, no podía asimilar que su vida en ese momento dependiera de un asesino.

– No matarlo no habría cambiado nada, solo es una carga menos. Y por favor ya callense - dijo Joeman seriamente sin apartar la mirada de la carretera. Por más difícil que fuera intentaba pensar en alguna forma de huir y evitar que mataran a las personas que iban en el mismo vehículo que él.

– ¿A dónde nos llevas ahora? – preguntó el padre de Tony mirando a Joeman por el retrovisor. Justamente esa era la misma pregunta que trataba de contestar en su mente y que para su mala suerte necesitaba encontrar una respuesta en los próximos segundos.

– No sé – contestó él con suma honestidad, le costaba pensar con claridad, ya que todo en su mente se había vuelto un desastre. La oscuridad de la carretera se había infiltrado en sus pensamientos al igual que en su mirada.

Kilómetros atrás, la casa de Tony aún seguía siendo la escena de todo un crimen de película al estilo James Bond. Y en esa escena, inmersos en una conmoción general ninguno de los policías movió un solo dedo, parecía más bien como si el tiempo se hubiese paralizado junto con ellos. Ninguno de ellos pudo apartar la mirada, todos observaron como Aureliano caía y se ahogaba con su propia sangre sin poder hacer nada al respecto. Aureliano sujetaba su cuello con sus dos manos, trataba de pedir ayuda y de respirar al mismo tiempo, pero las correntadas de sangre que vomitaba por su boca se lo impedía. De seguro en ese momento Aureliano pudo comprender aquella frase que le había parecido tan ridícula, aquella última frase que pronunció el primer estudiante que su gobierno había asesinado años atrás -"Me duele respirar".

Aquella continuaba siendo una escena de la cual no podían pasar desapercibidos, todos parecían hipnotizados, inmóviles, además que ninguno de ellos podían ni querían creer lo que estaba pasando. Los 10 oficiales que estuvieron apuntando hacia la camioneta blindada robada por Joeman no pudieron reaccionar, sus manos temblaban y sus ojos se llenaban de lágrimas, parecía que al igual que sus cerebros sus brazos se habían inmovilizado. En ese estado de shock post-traumático estuvieron por alrededor de cinco minutos hasta que finalmente uno de los Comisionados logró reaccionar.

– ¡Maldita sea, pero muévanse pendejos, busquen a ese hijo de perra!! – les gritó el Comisionado que destilaba odio y enojo, a lo que ninguno de los oficiales logró responder con palabras – ¡Persiganlo y agarrenlo, pobre de ustedes si no lo encuentran! – les ordenó y amenazó el oficial.

Pero cuando los oficiales detonaron las rafagas de disparos, uno tras otro y luego otro, y cien disparos más, Joeman ya había desaparecido de la calle y se encontraban lejos. Aquella noche, faltó la luz por mucho, pero el ruido de escopetas escupiendo balas con fuego se repitió decenas de veces en un par de minutos, un acto totalmente inútil.

Joeman ya había llegado a la carretera cuando las patrullas apenas salían del residencial. Pero su ventaja no duró mucho por más que lo hubiera deseado. Luego que el comisionado ordenó la persecución, tomó su teléfono y comenzó a llamar a cada uno de los distritos que se encontraban cerca y ordenó una persecución terrestre y aérea con todos los medios que tenían disponibles, sin embargo algo que comisionado no recordaba muy bien es que ninguna de las instituciones públicas de Nicaragua tienen buenos medios, mucho menos recursos materiales. Pero aun así, el gobierno del señor Leid había denominado a Joeman y sus amigos como terroristas internacionales, aunque denominarlos de esa forma era totalmente arbitraria y lejos de ser oficial. Por otra parte, el comisionado no mencionó nada acerca del asesinato de Aureliano, estaba intentando prolongar lo mas posible el momento de revelar la verdad al presidente y a la vice-presidenta.

Tanto el comisionado como el resto de oficiales que se habían quedado observando como el hijo del presidente agonizaba, estaban empapados de sudor y no paraban de temblar, era como si hubieran presenciado un cataclismo, además de presentir que el final de sus vidas ya les había llegado. Mentirle al Presidente acerca de lo que había sucedido con su hijo no era una de las opciones, por un lado tenían a quien culpar pero un culpable no era suficiente. Ya que también parte de la culpa les caería a ellos, sabían que su deber principal era cuidar y asegurar la seguridad de cada miembro de la familia presidencial, esencialmente la del Presidente y la de su hijo, e incumplir a su primera y más importante función era un final trágico asegurado para cada uno de ellos.

Para el presidente, mandar a ejecutar a todos esos policias inutiles que no habia sido capaces de defender a Aureliano, era como juego sencillisimo en el que le lanzaba un pequeño trozo de carne a un perro hambriento, simplemente que no iba a echar a sus policías a una jaula de perros, si no a sicarios sin escrúpulos. Aunque seguramente el Presidente disfrutaría demasiado de ver como sus perros despedazaban pedazo a pedazo la piel, los órganos, el cuerpo de Joeman y cada uno de sus cómplices. Ya que eso era el viejo Leid, un sádico perverso que sentía un placer morboso al ver el sufrimiento de los demás.

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⏰ Última actualización: Feb 05 ⏰

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Llueve el cielo en agosto ( Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora