Cap 36: Monólogo de un Gato

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Me llamaba Matatabi y ahora apenas si puede recordar mi nombre, ya no compraba las croquetas que me gustaban, aunque a veces me abre una lata de atún, eso no lo hacía antes.

Sale temprano algunas mañanas y otra se olvida por completo de que debe despertar. Debo ronronear y maullar junto a su almohada para que se despierte, he llegado a morder su oreja para que logre despertar, ni siquiera estoy seguro de si respira cuando duerme.

Ya pasaron muchas noches desde la noche en la que el hombre de cabello negro me quitó el collar de eslabones, ahora uso una cinta con un cascabel. Dentro de las muchas conversaciones que tenía con ella me decía que la cadena era ideal porque me hacía indetectable, ahora necesita un cascabel para saber a donde me muevo o cada vez que me rasco detrás de las orejas.

Se ha vuelto muy encimosa, esta chica es rara, la conocí cuando era una niña y aún me costaba maullar, muy poco tiempo después se convirtió en una mujer, un día el hombre que la quería me echa a la calle luego de que ella volviera a casa de uno de nuestros paseos nocturnos y de pronto ya no me recordaba.

Tuve miedo esa noche, mucho miedo. Creí que me quedaría en la calle para siempre, pero ella, aunque no me reconoció de inmediato, me dejó pasar sin más.

En mi corta vida ya he tenido varios nombres. Gato, pulgoso, estorbo, Matatabi. Me sorprendió que me volviera a poner Matatabi aunque no se acordara de que fui suyo por meses.

Ya no pasaba los días entrenando duro, apenas si podía vivir sola, había semanas en las que no tenía dinero para más que mi comida, supongo que mantenerme con vida le daba propósito a su existencia, no podía mantener un empleo por más de un par de semanas, no lograba conectar momentos de su vida dentro de su cabeza. Lloraba mucho, la veía azotarse contra las paredes, buscando llenar lagunas mentales con algún recuerdo que parecía nunca llegar.

Ahora estaba más delgada que nunca, casi raquítica, podía notar sus clavículas y la forma de sus costillas debajo de su piel, no comía ni bebía nada a menos que casi estuviera muriendo. A penas si podía imitar la imagen de las paredes, ya no podía aplanarse, adherirse, mucho menos doblarse para meterse en mi boca. Es como si se le hubiera olvidado quien es.

En la habitación de la tal Bo, había encontrado una fotografía y en la estancia, había puesto un altar con una mesita en la entrada de la casa, siempre tenía agua y, las tres comidas que hacía la dividía en dos platos, uno para Bo y otro para ella. Se sentaba en el suelo, ponía mi plato junto a ella, yo también comía 3 veces, las comidas de Bo, porque mi dueña apenas si probaba un bocado.

A veces no hacía más que llorar mirando el plato de la comida. Sus pisadas apenas eran sonoras en el piso de la casa, vivía descalza, la comida que compraba terminaba en la basura luego de pasar un par de horas en su plato, horas en las que ella se prometía que comería, pero que al final no encontraba voluntad para hacerlo.

Miraba la ventana de su habitación como buscando algo que al final no aparecía. Yo me sentaba en el marco de la ventana, ansioso a alguna señal que me dijera que saldríamos a pasear, que correríamos con el viento dándonos en la cara, con ella camuflada hasta para mi vista o doblada entre mis dientes. Pero ella no entendía mis señales, ya no salía a dejar que el viento la meciera sobre las casas, simplemente se quedaba mirando hacia el callejón al que daba la ventana de su cuarto.

Hubo una noche particular donde sentí miedo. Ya había habido suficiente oscuridad para saber que el cabello rizado había estado reposando sobre la almohada bastante tiempo, un hombre se metió por la ventana, un olor nauseabundo inundo la habitación y no pude comprender cómo no despertó a la humana con la que compartía la cama.

Reporte de Misión (Aizawa Shouta x T/N) +21Where stories live. Discover now