Llegaste un día para cambiarme de pronto la vida

1.7K 115 153
                                    

Maratón 3 de 3

Luisa

El mundo perdió su rumbo natural o al menos así se sintió cuando en aquellos ojos color miel que parecían tener todas las respuestas del universo, no me encontré a la Amelia que era capaz de derrumbar cualquier muralla y que tenía entre sus manos el poder de crear luz por sí sola, sino que frente a mí se encontraba esa niña de rizos desordenados que alguna vez había sido, pidiéndome entre lágrimas rotas que si no me molestaba, la abrazara con todas mis fuerzas aunque fuese por un par de segundos porque después de ello, podría volver a estar bien.

Ya que ella siempre iba a estar bien porque debía estarlo.

Mordí mi labio con fuerza como efecto colateral al dolor que traspasó todos mis ejes al observar cada punto de quiebre que existía en esa niña desamparada que no tenía ni la más mínima idea de por qué su madre no la quería, a pesar de todo el esfuerzo que ponía en hacer todo bien.

Y entre medio de ese catástrofe en potencia, no me fue difícil escuchar ese murmullo casi imperceptible de que ella era buena y que dentro de poco iba a estar bien nuevamente porque nadie más iba a ayudarla.

Por lo que su única opción era estar bien.

Esta mantra fue la que finalmente destruyó mi corazón por completo al notar cómo estaba desgastada y rota por tanto usarla a través de los años.

—Cariño...—susurré entre lágrimas atragantadas al no saber cómo podía parar la tormenta que existía en la mirada de Amelia, por lo que alcancé su rostro y tan solo procuré que los nuevos ríos en su mapa no la hundieran incluso más de lo que ya estaba—, ¿qué puedo hacer para que te sientas mejor? —pregunté sintiendo que entre cada lágrima que apartaban mis pulgares, mayor era el dolor que se concentraba en mi alma.

—Es que ella siempre hace esto, Luisi —determinó antes de morder su labio en un intento de darle fuerza a su voz completamente derrotada como si hace mucho tiempo atrás hubiese aceptado que no había nada más que ella luchando a solas contra una batalla que no merecía—, me odia solo por nacer y no importa cuánto me esfuerce por ser mejor, ella siempre va a encontrar fallas en mí y....

—Amor no creo que te odie...

Amelia rio sarcásticamente ante mi respuesta.

—¿Sabes qué se siente que para todo el mundo siempre seas la hija perfecta que todos deseas excepto tus padres? —confesó dejando que tomase protagonismo en aquella escena, la misma niña desamparada que hace tan solo unos segundos me pidió que la abrazara para no sentirse tan jodidamente sola—, toda mi vida he intentado hacer las cosas bien. Me he esforzado por ser una buena hija, una buena alumna, la más destacada de mi clase porque pensaba que si era capaz de darle lo que ella tanto deseaba, un día vendría y me abrazaría como lo hacían las mamás de mis amigas. Siempre sentí que tenía que dar todo de mí para recibir aunque fuese una muestra ínfima de su amor. No importaba si era poquito porque mi vara jamás fue muy alta. No quería una madre que se preocupara o cuidara de mí porque yo siempre pude contra todo sola, lo que quería era que aunque fuese una sola vez me dijera lo orgullosa que estaba de mí o algún te quiero que me ayudara a no sentirme tan estúpidamente sola —prosiguió mientras las lágrimas inundaban su rostro y de paso provocaban un diluvio en mi mirada al no poder hacer nada contra ese dolor tan profundo que Amelia intentaba ocultar a diario—. Nunca pude entender por qué mis amigas no tenían que esforzarse para que sus padres las amaran —relató destrozada—, ellas no necesitaban de dieces en su libreta ni ser las mejores deportistas para que sus madres les preguntaran cómo había ido su día porque solo con existir ya tenían ese cariño asegurado —continuó mientras cada palabra creaba una nueva falla en mi alma ya que definitivamente la angustia y aflicción con la que lágrima era expulsada, era una tortura sin precedentes—. Nunca pude entender por qué todo el mundo fue premiado con que lo amaran y yo no —susurró tan decepcionada que eso terminó de aniquilar mi corazón—. Durante toda mi vida esperé ese abrazo que nunca llegó, esas palabras que me ayudarían a salir adelante, esos gestos innatos que todos tenían de parte de sus padres. Es gracioso porque siempre fui testigo de cómo no importaba los errores que el resto podía cometer ya que si se tropezaban siempre podían volver a su casa y sus padres estarían con los brazos abiertos esperándolos mientras que yo tenía que vivir con el hecho de que un error mío podía ser el fin del mundo porque yo no tenía esa oportunidad. Yo no era como el resto que podía equivocarse ya que para mí no existían personas que me apoyaran o siquiera tuviese un respaldo cuando las cosas iban mal... cuando me fui de casa no tuve ese remordimiento de que estaba dejando atrás mi vida y esa típica nostalgia de convertirte en adulto, ¿sabes qué sentí?, sentí el miedo de que si me pasaba cualquier cosa, si por cualquier motivo me quedaba en la calle yo no podía regresar a mi casa porque preferiría morirme antes de volver a ese infierno —aseveró dejando a la vista su alma completamente rota después de años golpeándose contra el suelo y levantándose sola porque no tenía otra opción—, una vez una amiga me contó cómo tuvo que volver a su casa porque la despidieron de su trabajo así que no tenía para seguir arrendando y te juro que mi primera reacción fue ponerme ansiosa por ella, mirarla aterrada y preguntarle que ¿cómo se sentía frente a eso?, y si necesitaba ayuda económica para no tener que regresar a su casa a lo que ella me miró como si hubiese enloquecido porque sí era frustrante no seguir siendo independiente, pero para ella regresar a casa no estaba tan mal ya que tendría comidas diarias y no se sentiría tan sola como lo había estado en su piso, para ella regresar donde sus padres era lo normal ya que ¿quién te puede querer más que ellos? —concretó entre risas sarcásticas—, ese es una de las tantas historias normales que el resto tiene y de las que yo nunca he tenido la suerte de vivir —afirmó ahogada entre sus propios recuerdos mientras yo solo la escuchaba sintiéndome identificada con cada una de sus palabras porque yo tampoco tuve esa opción.

Del amor y otras enfermedades sin curaWhere stories live. Discover now