Te busco en los affaires como si fueras a volver

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Amelia 

—Así que básicamente escapaste como alma que lleva el diablo del piso de Paula, ¿no? —mencionó Julia entre risas mientras yo solo quería enterrarme bajo tierra o al menos ocultarme en el closet de la mirada divertida de mi mejor amiga.

—No sé ni siquiera por qué te conté eso —sentencié quitándome la parte de arriba del uniforme en el baño de mi habitación mientras la vergüenza se me pegaba a la piel porque de fondo tenía las risas sonoras de la castaña desde mi cama—, de verdad que se me sigue cayendo la cara de vergüenza con Paula cada vez que la veo —aseveré tomando el pijama de Dumbo que tenía colgado en el baño para terminar de cambiarme para estar en casa.

—Bueno a ver que tampoco es nada malo, Meli. Lo que pasa es que tú te lo tomas todo muy a pecho que a Paula yo la veo de lo más normal —sugirió—, de seguro ni se acuerda.

—¿Cómo no se va a acordar de atarme en la cama?.

—Pues que si tenía las esposas a la mano no creo que sea porque que tú fuiste la primera en caer, ¿eh?. De todas formas nunca habría imaginado que la tan correcta Amelia Ledesma amaba el bondage —comentó sin aguantar la risa a lo que rodé los ojos porque definitivamente no sé qué había pasado por mi cabeza para pensar que era una buena idea contarle a la internista la verdadera razón por la que había llegado tarde a la guardia.

—Serás imbécil —farfullé atando mi cabello en un tomate sin forma, el cual representaba exactamente cómo me sentía después de 36 horas de turno seguidas.

—Y así me amas guapi —dijo antes de estirar sus manos hacia mí en un intento de alcanzarme desde su lugar en la cama y ponerme un puchero para que me acercase a ella porque cuando quería, la morena era una pegota de primera.

Sin embargo, no me negué a su abrazo y solo me rendí en la cama sintiendo que mis pensamientos pesaban al igual que la guardia.

—Ya, no sé. Quizás tengas razón y llevo mucho tiempo sin estar con alguien y tal pero es que sabes que soy muy difícil.

—A ver que no eres difícil sino que lo que eres es cabezota —manifestó—, que crees que apenas ves a una persona esta se va a enamorar de ti y pues como que las cosas tampoco son así.

—Ya, que lo sé —bufé—, pero es que con Sara todo fue muy fácil. Un día coincidimos en una práctica en un hospital y pues todo se dio de forma natural como si fuese un flechazo de cupido.

—Pues un flechazo envenenado que casi te mata porque a seis meses de terminar sigues llorándole por todos los rincones de la ciudad.

Suspiré abrumada porque sabía que Julia tenía toda la razón, no obstante, llevaba tanto tiempo sumergida en la rutina de ser médico y novia que había olvidado por completo lo que era estar soltera o simplemente solo ser yo.

—Ya, Ju. ¿Es que quién además de Sara se va a fijar en mí?, si soy un desastre por donde se me mire.

—Mira no te pego porque soy capaz de matarte en el acto por tremenda gilipollez que acabas de decir —aseveró con el ceño fruncido—, que eres la persona más increíble que conozco y cualquier ser humano debería estar besando tus pies solo para ser tu amiga, joder.

—Claro tan increíble que pues nadie decide quedarse conmigo simplemente se van, así de increíble soy —ironicé ante la fría realidad de que no importaba cuánto me esforzara por mantener a las personas, estas siempre terminaban yéndose de una manera u otra.

Nunca era la primera opción de nadie cuando las cosas se complicaban porque en esos momentos en donde debías tener más razones para luchar por tu pareja y tu relación, para las personas simplemente era más fácil decirme que era una gran persona y por eso no se podían quedar para no dañarme más.

Del amor y otras enfermedades sin curaWhere stories live. Discover now