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Las resacas son indeseables. Ese intenso dolor de cabeza, el malestar estomacal que a duras penas te permite beber agua y, la sensación de arrepentimiento mientras abrazas al inodoro te hacen jurar que jamás, jamás volverás a beber demasiado. Que no volverás a caer en la seducción de un rato agradable de diversión en compañía del alcohol.

Al abrir los ojos, Sasuke volvió a jurar no beber alcohol jamás en su vida. Mezclar ron, vodka, cerveza y no quiso recordar que más bebió la noche anterior, no fue una de sus ideas más brillantes.

Puso la mano derecha sobre sus ojos, la molesta luz del mediodía era tan irritante que deseó tener la habilidad de absorber toda la luz a su alrededor y sumirse en una agradable oscuridad.

El dolor de cabeza aumentó cuando una extraña escena atravesó sus recuerdos. Quitó la mano de sus ojos y levantó la sábana solo para corroborar una espantosa verdad. Estaba totalmente desnudo y eso, solo significaba algo mucho peor que la resaca.

El arrepentimiento moral.

—Mierda —murmuró, dándose la vuelta sobre la cama para quedarse boca abajo, sintiendo un aroma agradable en la almohada —Mierda —volvió a maldecir al corroborar que aquella escena fue un recuerdo real.

Mientras tanto, Hinata estaba sentada en la sala de estar. Ella, que solo había bebido un par de copas en la fiesta del casino, se sentía realmente bien. Se levantó temprano, se mantuvo sentada un par de minutos sobre la cama, mirando al hombre que dormía profundamente a su lado. Ella también lidiaba con un gran arrepentimiento moral, aunque sí era totalmente honesta consigo misma, no podía decir que no lo disfrutara. Al darse cuenta que Sasuke no despertaba, se levantó con cuidado de la cama, encontró algo de su ropa en el lugar que el propio Sasuke designó para ella y con mucho ánimo, una vez vestida, dio de comer a los gatos.

Su nerviosismo la tenía tan inquieta, que se pasó el transcurso de la mañana limpiando cada espacio del pequeño hogar de Sasuke. Quizá debió irse en cuanto los primeros rayos del sol anunciaron el amanecer, pero no tuvo el valor de marcharse sin una buena explicación.

Después de un gran sufrimiento al estar distanciados, durante la madrugada hicieron de todo menos hablar del asunto que la llevó a verlo en primer lugar.

Sentada, en el mismo sillón que fue escenario de una reconciliación bastante placentera, pensaba que en realidad no podía llamarle reconciliación a una relación que no tenía etiqueta. No sabía qué esperar y menos lo que le diría cuando ambos tuvieran que enfrentar las consecuencias de sus actos.

— ¿Qué haces aquí? —escuchó y se sobresaltó.

El tono de su voz denotaba que había bebido demasiado, pero la expresión fría y un tanto indiferente al mirarla, la confundieron. ¿Acaso se había arrepentido de estar con ella? O peor aún, ¿no lo recordaba? 

Blue jeansWhere stories live. Discover now