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El sudor resbala por el rostro de Yahiko, mientras concentra su mirada en la forma sensual en cómo se mueven de arriba a abajo los grandes senos de la rubia que está bajo su dominio sexual. Las penetraciones no son gentiles sino bruscas y un tanto salvajes, haciendo su miembro palpitar gustoso al sentir más y más humedecida la intimidad femenina. Gruñó excitado cuando ella apretó las sábanas y cerró los ojos ante el placer que le otorga su virilidad.

O tal vez no es de placer, sino de dolor pero esa cuestión poco le importaba. A él solo le interesaba su propia satisfacción. 

Un sonoro gemido escapó de los labios rosados de la hermosa rubia cuando él atrapó uno de sus pechos con la boca y mordió con ligera fuerza su pezón, luego lamió esa parte adolorida y dejó un par de marcas alrededor de los pechos. 

Ella respiraba entrecortadamente, manteniendo los ojos cerrados enterró sus uñas en su espalda, ocasionándole un incómodo ardor que en vez de molestarlo, le causó mayor excitación; entonces él decidió que quería disfrutar de su cuerpo desde otro posición.

Sacó su miembro de su jugosa intimidad, solo para tomarla de la cintura y darle la vuelta para ponerla en esa posición que la dejaba bastante exhibida frente a él. Yahiko había estado con diversas mujeres, muy bellas en sus formas pero había algo en Ino que simplemente parecía hechizarlo más con cada encuentro sexual entre ellos.

No solo se debía a sus caderas amplias, las que delineó con la yema de sus dedos; su cintura estrecha, la cual sujetó con las manos o a ese trasero bien formado que, desde esa posición en la que ella tenía que apoyarse con los codos sobre la cama y las rodillas flexionadas, lo recibía con la forma de un corazón, no; había algo más en ella que lo volvía un poco loco.

Ino no era una mojigata como las demás mujeres de la misma clase social que ella, o como las prostitutas con las que se había liado anteriormente; quienes a pesar de saber su trabajo, terminaban con el rostro empapado de lágrimas y reclamándole su brusquedad o el poco afecto que tenía con ellas al momento de tener sexo. Ellas no estaban para recibir amor, estaban para darle placer con sus cuerpos y satisfacerlo, por eso Yahiko no entendía porque terminaban ofendidas si solo cumplía con satisfacerse con sus cuerpos para luego pagarles la suma acordada. Ni siquiera era sexo gratis.

Ino, por el contrario, era diferente.

—¿Qué... es lo que sucede? —preguntó ella, ante la demora del hombre que prefirió quedarse pensativo en vez de continuar follándola. Se sentía un poco mareada y no sabía si se debía al alcohol consumido o a aquellas pastillas, las que conforme pasaban los días se convertían en sus favoritas para divertirse.

Se dio la vuelta para observarlo mejor y entender lo que sucedía, se dio cuenta que él la miraba de una forma demasiado intensa, algo que solo le ocasionó escalofríos. A pesar de eso, ella no agachó la mirada y también se detuvo a observarlo con atención. 

Yahiko tenía un cuerpo más que tentador y sexy. El tatuaje del pez Koi  nadando río arriba que cubría todo su torso era realmente hermoso, los colores naranjas combinados con los detalles en rojo y negro combinaban con la tonalidad de su piel y el color de su cabello; sus tonificados brazos se adornaban de dos dragones en tinta negra y su espalda lo cubría un samurái que parecía más bien un demonio antiguo. Ino nunca fue fanática de los tatuajes, siempre los consideró vulgares además que, tenerlos son mal vistos en la sociedad.

Pero tenía que aceptar que esos tatuajes solo añadían más misticismo y cierto encanto al hombre que no demostraba afecto alguno, pero follaba como un verdadero Dios. 

Blue jeansWhere stories live. Discover now