En la ciudad de Barcelona, Kira Nikolova una vampiresa mafiosa consigue una alianza con Lucio Bustamante, un mafioso español, con el fin de poder sobrevivir entre la sociedad sin exponerse.
Todo comienza a torcerse cuando entre ellos algo más que l...
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Barcelona, Premiá de Dalt.
Kira
Abrí mis ojos sintiendo el aroma de Lucio. Su esencia, una mezcla de sándalo, rosa mosqueta y ese picor a pimienta. Y cuando se molestaba podía llegar a tener motas de la acidez de un cítrico. Podía embriagarme con su olor que jamás me cansaría.
Giré sobre mi estómago y me encontré con su rostro; apacible, pacífico y hermoso.
Estaba jodida, muy jodida.
Apoyé mi cabeza sobre mis manos mientras seguía mirando y envidiando su tranquilidad al dormir, su pecho subía y bajaba con cada respiración. Me dediqué a mirar todos y cada uno de sus tatuajes. Muchos llamaron mi atención. Pero uno en especial se la llevó por completo.
A simple vista pasaba como un tatuaje tribal. Pero cada linea estaba compuesta por runas, símbolos y palabras en latín.
"Alea iacta est" la suerte está echada.
Tracé con mi dedo el ojo de Ra en medio del tribal mientras seguía en mi escrutinio del tatuaje. Su mano tomó la mía antes de que llegara a la ultima frase.
— "Ad Hominem"* — murmuré encontrando sus ojos.
*Contra el hombre.
— No lo oculto, pero tampoco quiero explicarlo. — contestó a la evidente pregunta que se alzaba en mi rostro.
Se sentó en la cama llevándome consigo mientras terminaba de despertarse.
— Cuando estés listo para hablar con gusto voy a querer saber la historia. — me acomodé en su pecho mientras él dejaba un beso en mi coronilla y levantaba su mano para mirar la hora.
— Son las 5am. ¿Qué haces despierta? — volvió a cerrar sus ojos mientras apoyaba su cabeza en la cabecera y soltaba un suspiro.
— Puedes seguir durmiendo, voy a buscar algo de comer. — abrió un ojo y con su mano apuntó al minibar a un lado del jacuzzi.
— Ernesto la llenó para ti. — sonreí.
¿De verdad había pensado en todo?
— Gracias. — dije dándole un beso rápido antes de saltar por encima de él.
Lo escuché maldecir antes de darse la vuelta en la cama. Tomé una bolsa del minibar y luego un salto de cama para salir de la habitación.
Mis pies descalzos resonaban en el piso de porcelanato mientras caminaba por la casa.
Si bien la mía era grande, evitaba los lujos. Tenía lo justo y necesario, nada extravagante. Pero la casa de Lucio desbordaba y tenía la palabra lujo hasta en los detalles.
Abrí las puertas dobles que conducían afuera, caminé hasta el borde de la piscina y admiré el paisaje. Los primeros rayos del sol me dieron de lleno mientras cerraba mis ojos. La brisa matutina ya empezaba a ser fría, estábamos a mediados de diciembre.
