Capítulo 25

87 12 1
                                    


–Vamos no me jodas –se ofendió Cayetana cuando la recogí en su casa para ir al gimnasio esa tarde.

–¿Qué pasa? –me hice la inocente, pero sabía perfectamente lo que pensaba mi amiga. Tantos años de amistad nos habían dado ese superpoder; comunicación silenciosa, nos gustaba llamarlo.

–O sea, que yo, tu mejor amiga del mundo mundial lleva queriendo que la acompañes años al gimnasio y nunca quieres. Y te lo dice míster cachas ¡y te falta tiempo para correr! –hizo aspavientos con las manos, haciéndose la melodramática.

–Ya te lo he dicho, lo del otro día me dejó pensando y... no sé, creo que es buena idea entrenarme un poco. Por si acaso vuelve a pasar –agarré el volante con fuerza y suspiré.

–Si yo te entiendo, pero entiéndeme tú a mí. Es indignante como tu mejor amiga. Admítelo.

Llegamos y cogimos las cosas para ducharnos después. Una vez dentro Caye se fue a la clase de zumba, aunque todavía quedaban diez minutos para que empezara, y yo me quedé mirando las máquinas libres que había, pensando cómo empezar.

–No pensé que fueras a hacerme caso, la verdad –me susurró Ethan al oído por detrás. No le había visto y pegué un respingo por la sorpresa.

–Dije en serio lo de que quería que me entrenaras –respondí sin darme la vuelta. Él se puso delante de mí y alzó las cejas en un signo de incredulidad.

–Pues tu notita pidiendo dormir y tu emoticono simpático no reflejaban eso, la verdad –me recordó. Rodé los ojos.

–¿Por dónde empiezo? –pregunté para que me dejara en paz de una vez y se marchara. Porque con él ahí...

–Puedes empezar por cardio. Unos diez minutos, más o menos. Solo tienes que correr, no creo que tengas problema, no muy rápido, solo para calentar. Y luego pesas, con poco peso, claro está, pero muchas repeticiones. Después piernas, en esa y esa. Y si quieres después puedes ir a la que tanto te gusta. Puedo enseñarte cómo se usa de nuevo, por si te has olvidado –ronroneó con suficiencia.

–No, gracias, la recuerdo perfectamente –tragué saliva y alcé el mentón, para que viera que no me afectaba. Pero joder.

–Tengo que entrar a clase, si ves que es demasiado puedes dejarlo para cuando salga y te ayudo. Sabes que no tengo problema –y antes de que pudiera replicar se marchó, dejándome, una vez más, con la palabra en la boca. Le saqué el dedo, aun sabiendo que no me veía, y me fui a la máquina de correr que me había indicado. Miré los cincuenta botones que tenía y no sabía qué tenía que tocar. Le di al play, por inercia, porque no sabía qué más tocar sin liarla, y la máquina empezó a andar a un paso razonable, hasta que dos segundos después empezó a moverse tan rápido que tuve que empezar a correr rápidamente. Y más rápido, y más. Me agarré a la barra para no desequilibrarme e intenté tocar todos los botones que podía sin caerme. Pero eso solo hizo que la cinta se inclinara hacia abajo y después como si estuviera subiendo una cuesta. Lo que hizo que me desestabilizara.

Y mis piernas dijeron; ahí te quedas, guapa. Y me metí un hostión de culo que recordé hasta mi bautizo. Miré alrededor pero la gente parecía concentrada en sus ejercicios y no haberse percatado de mi caída. Respiré hondo y me levanté rápidamente para evitar que, si alguien no me había visto, lo hiciera. Luego me di la vuelta para darme cuenta de que Ethan estaba justo en una posición que perfectamente hubiera podido verme, porque las chicas que bailaban en zumba estaban de espaldas a mí, en una sala acristalada que permitía ver todo. Pero Ethan estaba de frente a ellas, y, por tanto, de frente a mí, también. Parecía ajeno a lo que acababa de ocurrir, concentrado en su clase, sin mirar fuera, y entonces respiré un poco más tranquila.

Patio para dosWhere stories live. Discover now