Desde la lúgubre fortaleza del inframundo, Perséfone paseaba inquieta de un lado a otro, mientras la angustia invadía su cuerpo dejando una mala sensación a su paso. Hades llevaba un tiempo fuera, lo que acrecentaba su temor, y aquel presentimiento de que algo terrible estaba sucediendo se hacía cada vez más grande en su pecho. De repente, unos golpes fuertes sonaron en la puerta haciendo que saltara de espanto, mientras una de sus subordinadas corría a abrir ante su parálisis.

Sus peores miedos se hicieron realidad cuando vio a Minho y Jisung entrar apresurados, sosteniendo con suma delicadeza a Hyunjin, envuelto en una tela morada, por encima de ella, se podían ver las heridas terribles que su hijo había sufrido. Jeongin corría detrás de ellos con la mirada perturbada y Selene, cubierta de Ícor y con las manos gravemente heridas, la contemplaba con angustia y desolación.

Perséfone sintió un dolor profundo y desgarrador en su pecho al ver a su hijo en ese estado. Todos sus temores, todas sus preocupaciones, se concentraron en un dolor agudo e insoportable. Se acercó a ellos y observó cómo Hyunjin estaba pálido, su respiración lenta y su cuerpo temblando con el frío de la muerte.

—¿Qué ha ocurrido con mi hijo? —preguntó con una voz que suplicaba respuestas inmediatas, pero Selene, envuelta en lágrimas, sólo podía llorar como muestra de su impotencia.

La pelirroja volvió a mirar a su hijo, a quien habían acostado en el sofá, mientras Jisung y Jeongin revisaban cada herida y quemadura en su cuerpo.

—¿Quién le hizo este daño a mi hijo? —la voz de Perséfone se tornó dura, mientras que el verde de sus ojos adquiría un brillo de furia y el gesto grave de su semblante blanqueaba por el rencor que la corroía.

—Escúchame... —susurró Selene, aterrada por la expresión fría de su amiga, pero la pelirroja la ignoró, y tambaleándose, caminó hasta el sofá donde yacía su niño. Cayendo de rodillas, observó la flecha clavada en su pecho, las grietas bañadas de Ícor por todo su cuerpo. Detalló su rostro magullado, donde varios agujeros subían desde su cuello hasta su cabeza. Hyunjin había perdido una gran cantidad de cabello, sus labios blancos parecían estirarse ligeramente, como si tratara de pedir ayuda.

Perséfone levantó su rostro hacia Selene con los ojos inyectados en lágrimas y dolor, sintiendo que sus emociones iban a explotar de su cuerpo.

—¿Quién hizo esto? —preguntó, sintiéndose como si acabara de tragar veneno en erupción. Su voz sonó ronca y llena de dolor. No podía entender quién era tan cruel como para hacerle daño a su hijo de esa manera.

Selene no pudo responder, el llanto la había atacado de forma atroz, y no hacía más que llorar.

Las lágrimas seguían brotando de los ojos de Perséfone mientras tomaba la mano de su hijo, viendo como su cuerpo estaba terriblemente herido. Minho y Jisung la miraron, impotentes, sin saber qué hacer para aliviar el dolor que la pelirroja estaba sufriendo. Perséfone se inclinó y besó suavemente la frente del pelirrojo, sintiendo una gran tristeza.

—Jeongin. —dijo con voz ronca y el rubio la miró expectante— Saca esa maldita flecha del cuerpo de mi hijo. —ordenó con frialdad, y poniéndose de pie, se apartó de ellos.

Envuelta en su vestimenta real de seda negra, la pelirroja llevó una mano a su pecho, luchando contra el dolor que la embargaba por dentro, y pasó una rápida mirada por el rostro malherido de su querido hijo, en el que aún se distinguían trazos de la belleza que lo definía.

Jeongin sacó la flecha con cuidado, y de la mano de Jisung, trabajaron incansablemente para curar las heridas profundas del cuerpo de Hyunjin. Sus manos expertas y suaves se movían con precisión y cuidado, aplicando ungüentos y vendajes para aliviar el dolor, lo único que podían hacer para ayudarlo. Jeongin, con la mirada fija en su tarea, luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos. La preocupación por el pelirrojo que permanecía inconsciente lo consumió, pero sabía que debía mantener la compostura para poder ayudarlo de la mejor manera posible.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora