❂ capítulo cuarenta y ocho ❂

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Sentía como si su piel se estuviera fundiendo contra sus huesos, como si su sangre hirviera desde el centro de su pecho y la combustión le estuviera quitando el oxígeno. Fue ahí cuando dejo de gritar porque incluso su garganta parecía estar llena de brazas. Sintió que su corazón le estaba fallando...

—¡Detengánse! —gritó una de las brujas, interrumpiendo el ritual—. ¡Está sufriendo, debemos parar!

Zeerah sintió como su cabeza caía hacía el frente. No sentía el resto de su cuerpo, por lo que no notó que la magia que la sostenía se había evaporado y ella cayó de rodillas contra el suelo, sosteniéndose a penas, su respiración agitada.

—¡Rhea, nunca debes interrumpir un ritual! —la regañó otra bruja. Zeerah no pudo distinguir cual.

—¡No está funcionando! Mírenla, morirá si seguimos.

La otra bruja estaba a punto de contradecirla. Tal vez era Alena, su Matrona, pero la mente de Zeerah estaba tan cansada que solo podía procesar las palabras que decían. Ni siquiera tenía la fuerza de levantar la mirada.

—La joven bruja tiene razón —esa solo podía ser Misah—. Este hechizo es mucho más fuerte de lo que anticipé. El escudo que la protege esta cimentado desde sus propios huesos y al repeler nuestra magia, estamos fundiendo sus defensas. Para el momento que las derribemos, Zeerah estará muerta.

Pasaron unos largos segundos en los que pensó que tal vez se había desmayado, hasta que escucho de nuevo a la Matrona de Lanzer.

—No lo soportará. Es muy joven, es mejor que-

—N-no —la palabra salió a través de un susurro ronco. Las cuerdas vocales de Zeerah estaban destrozadas, pero de alguna manera llamo la atención de las brujas—. Puedo...

—No te fuerces —Misah corrió hasta la morena, sosteniéndola cuando parecía que Zeerah iba a caerse.

—Misah, es solo una niña —le recordó de nuevo. La Matrona parecía estar a punto de negarse rotundamente a seguir con eso. Por su tono, Zeerah ni siquiera quiso imaginarse como sería su estado, como luciría en ese momento para que la voz de la Matrona sonara tan asustada.

Escuchó como Misah intentaba convencerla de que no había vuelta atrás, que tenían que seguir con el ritual, pero Alena se negaba. Ninguna de sus otras brujas dio su opinión. Zeerah quiso poder abrir los ojos para ver cuáles eran sus reacciones. Pero estaba tan cansada...

Entonces.

Vio una estrella fugaz en cielo; el momento fue breve y aunque sus ojos estaban cerrados, juró que vio aquel haz de luz cruzar por la oscuridad. La estela de luz dejó con ella recuerdos. La sonrisa de su madre, los días de playa, el baile con el príncipe, el beso que compartieron bajo el cielo de colores...

Zeerah tomó una amplia bocanada de aire, sintiendo como sus pulmones se llenaban en su pecho. El escozor de resonó por todo su cuerpo, pero sentía una dósis de fortaleza que la estaba ayudando a ponerse de pie. Abrió los ojos lentamente para ver la mirada consternada de la antigua.

—¿Qué...? —Alena parecía asustada, pero Zeerah logró erguirse por su cuenta. Descubrió que todas las brujas estaban arremolinadas detrás de su matrona, viéndola como si fuera una especie de milagro.

—Zeerah —la llamó Misah, haciendo que se girara para verla.

—Necesitamos seguir con el ritual —fue todo lo que la morena dijo, encontrado que su voz, a pesar de lo ronca que podía sonar, seguía siendo su voz.

—¿Cómo es posible que tu...? —solo escuchó la voz de la Matrona cuando se miro sus manos. Las puntas de sus dedos estaban en carne viva, pero como si fuera niebla, sus heridas se curaron como si el tiempo volviera atrás. Zeerah se maravilló, ese poder, esa bendición no era magia de una bruja. Era de un Dios.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now