❂ capítulo cuarenta y ocho ❂

1.3K 245 331
                                    










Maratón final 4/6

ZEERAH









Si hubiera podido describir lo que estaba sintiendo, Zeerah diría que era como si estuviera ardiendo.

Pasó su vida siendo cuidadosa del fuego; y no tan solo de verlo arder en las hogueras, sino cuando escuchó aquellas historias sobre las criaturas en el cielo que exhalaban llamas y lo que ocurrió en la tierra donde el rey dragón reinaba.

Después de escuchar lo que le había ocurrido a una de sus brujas en Goré, comenzó a temer del fuego porque le recordaba a sus enemigos cruzando el mar. Enemigos... eso era lo que le habían dicho desde entonces. Se lo creyó, enfrentó esa realidad durante años hasta que ellos llegaron.

Hasta que él llegó.

Entonces lo vio moverse. La forma en que sus brazos se alzaban, la silueta de su cabello rizado, el brillo de su sonrisa... se dio cuenta de que su suposición era verdad, los Akgon eran fuego. Habían nacido de él. El príncipe heredero era como una llamarada que siempre estaba ardiendo. Era cálido y devastador, pero sobre todas las cosas... era poderoso.

Aun así, Zeerah nunca le tuvo miedo. No cuando descubrió lo que era arder a su lado.

Pero en ese momento, la bruja de verdad estaba quemándose y su dolor comenzaba a escalar niveles inimaginables.

Zeerah gritó.


(...)


Minutos antes, frente a la cabaña a mitad del bosque, las brujas del clan de Lanzer y Misah, una antigua que ahora se atrevía a considerar su amiga, Zeerah se encontró rodeada.

Era difícil ver sus rostros debido a la escasez de luz, pues la estrella que la había estado acompañándola, parecía haber desaparecido. Era el fuego mágico de Misah lo que estaba iluminando el claro y era una luz tenue, puesto que estaba reservando la mayoría de su poder para el ritual que estaban apunto de hacer.

Zeerah sentía como le sudaban las palmas de las manos, así que las apretó en puños mientras la antigua daba sus instrucciones. Si hubiera puesto atención, habría tenido una forma de prepararse para cuando el dolor viniera, pero lo único que resonaba en su mente, era el latido de su corazón.

De un momento a otro, las brujas estaban a su alrededor, tomándose de las manos, murmurando líneas de una lengua olvidada ahí fue cuando comenzó a sentir el fuego.

La marca en su muñeca estaba ardiendo.

(...)

Su muñeca ardió tanto, que la vista de Zeerah se nubló por el dolor. Casi se dobló por la agonía, intentando apegar su brazo a su cuerpo para evitar que le siguiera ardiendo, pero cada uno de sus músculos estaba agarrotado. No podía moverse, la magia del ritual la estaba atando de manera invisible y lo único que podía mover era su cabeza.

El calor comenzó a propagarse de inmediato. Estaba sudando segundos después, con los rizos apegándosele a la frente y el dolor intenso de su muñeca trepando por su codo y hombro. Cuando llegó a su clavícula, Zeerah ya estaba apretando los dientes, haciéndose daño.

Desde ahí dejó de sentir el camino del fuego. Solo fue consciente de que su cuerpo entero estaba ardiendo de dolor y el murmullo de las brujas ahora era un sonido fuera del alcance de su consciencia agonizante.

Había cerrado los ojos y todo lo que veía cuando lo hacía era una luz blanca, nada más. Comenzó a gritar después de eso. Una y otra vez sus gritos se tornaban cada vez más desgarradores, pero el ritual seguía y seguía. Comenzó a perder la noción del tiempo. Un segundo se pudo haber convertido en una hora o tal vez era al revés. 

Drakhan NeéWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu