❂ capítulo treinta ❂

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Dedicado a Nohe, Keysi y Mariana <3











DAERYS





Si había algo que Daerys detestaba con todo su ser, era tener miedo.

Cuando era un niño no había podido evitarlo; se asustaba por cada pequeña cosa; el sonido de la madera crujir a media noche, la imagen de una sombra particularmente grande o las historias que la tía Skyler solía contarles antes de dormir. Hubo un tiempo que pensó que esas eran las peores. Luego creció y empezó a temer por otras cosas. Mientras sus emociones se hacían más complejas, conoció los nervios y la angustia, la incertidumbre y el coraje, pero notó que el miedo se hacía peor.

Era como caer en un estanque sin saber nadar. Dando patadas mientras tu cuerpo se hunde y no puedes hacer nada para evitar sentir que el agua entra por tu nariz y dejas de respirar.

Y lo resentía tanto porque no podía controlarlo.

Despertó por un grito de su hermano, sus manos apretando la sábana con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto blancos. Su respiración estaba agitada y su vista tardó un poco en enfocarse.

Un segundo más tarde, la puerta estaba abriéndose y Lysander apareció en el umbral, espada en mano, con los ojos dorados bien abiertos recorriendo la habitación.

—¿Qué sucede? —preguntó, dando grandes zancadas por la habitación.

Daerys se quedó en silencio, buscando algo que nadie podía ver salvo él.

Un camino, una especie de sendero brillante con el que estaba familiarizado a la perfección. Lo había recorrido desde que era un bebé, desde que empezó a distinguir voces y figuras, cuando reconoció la voz de su Padre al momento de arrullarlo entre sus brazos, cuando escuchó una voz aguda preguntar: "¿Este es mi hermano?" en la antigua lengua, y cuando abrió sus ojos por primera vez, vio una mirada bicolor y una nariz llena de pecas.

El primer recuerdo que tenía de ese mundo era la imagen de Jaekhar.

Su hermano sonriéndole con esos rizos salvajes saltando de su cabeza, con esa mirada bicolor que parecía estar desafiándolos a todos; había sido así siempre. Nunca había tenido problemas con encontrarlo, sin importar la distancia, Jaekhar siempre estaba con él. Como una extensión de su cuerpo y alma.

Así que lo buscó. Y tardó. Atravesó una densa bruma de oscuridad, de distancia, hasta que empezó a ver un centenar de luces lejanas. Como un puñado de estrellas. Siguió buscando hasta que estuvo rodeado de ellas, siguiendo el camino que lo llevó hasta un túnel lleno de imágenes difuminadas.

Jaekhar, corriendo a través de un bosque. Zeerah, a su costado con los ojos dorados encendidos por el pánico. Jaekhar enfrentándose a un montón de criaturas hechas de oscuridad con el filo de una espada radiante. Un risco, luego un lago, una fogata y a su hermano quedándose dormido, sano y salvo.

Daerys soltó un largo suspiro, aferrándose a esa imagen mientras cerraba los ojos.

Estás a salvo...

—Dae, ¿Qué pasa, es Jaek?

La cabeza del príncipe cayó hacia adelante, mientras sus brazos sostenían las piernas que se pegaban a su pecho. Su respiración comenzó a normalizarse mientras asentía.

—Está bien —soltó con un hilo de voz ronco y bajo, su boca se notaba seca. Había estado durmiendo por un rato. Se aclaró la garganta—. Él y Zeerah están a salvo. Tuvieron una... pelea con esas sombras. Lograron escapar.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now