❂ capítulo cuarenta y siete ❂

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Maratón final 3/6



JAEKHAR






Antes de que despertara, se encontraba soñando.

No era como los sueños que solía tener. Lo que estaba ante sus ojos eran únicamente imágenes, flashes con escenas de su vida y algunas otras como si no le pertenecieran en absoluto, pero que sentía como si fueran completamente suyas.

Jaekhar veía un cielo rojo, un castillo en llamas y un dragón gigante volando a lo lejos.

Pero también veía una aldea gris, un ejército plateado moviéndose en perfecta sincronía, una mujer rubia al final del camino mirándolo con desolación.

Las imágenes eran breves, arrebatadoras, llenas de una ira incandescente que lo estaba consumiendo. Era como si caminara bajo su piel, enroscándose a sus huesos, mezclándose con su propia sangre... Y él la estaba aceptando.

Más imágenes. El trono de su Casa, la poderosa dinastía sentada en el, sus dragones en el cielo, su castillo imponente. Veía lo que era su familia, pero a la vez no. Era como si en cada parpadeo de color, los rostros cambiaran, las figuras ante él se modificaban a cada segundo. En algunas reconocía el rostro de sus tías, los ojos brillantes de su hermana, a sus Padres orgullosos... pero luego aparecían las caras ajenas. Eran familia, podía sentirlo, pero habían habitado en una era anterior a la suya.

Esos no eran sus recuerdos, pero podía reconocerlos como si lo fueran. Una reina, un rey, príncipes y cortesanos. Todos mirándolos con una especie de fascinación combinada con respeto... y con miedo.

Vería dragones, escamas y fuego. Oro, plata y bronce. Se movía con la misma destreza, balanceaba el golpe de su espada con la misma fuerza y contaba con la fuerte convicción que siempre lo había rodeado.

Era Jaekhar, pero al mismo tiempo no lo era.

Se veía en el espejo y de pronto sus ojos bicolor se tornaban oscuros. Su cabello rizado se alargaba, lacio y fino como la seda. Y su rostro no era el suyo; similar, pero tan... cruel.

Y esta tremendamente furioso.

(...)

Despertó a la mitad de un grito.

Su cuerpo estaba ardiendo, pero no había llamas a su alrededor; en realidad no había nada a su alrededor más que oscuridad. Y lo estaban rodeando, no solo en el sentido figurado. Jaekhar podía sentir como unos lazos lo aprisionaban contra el suelo, sujetando sus brazos contra su pecho, sus piernas entrelazadas mientras el poder de la noche se enroscaba sobre ellas como si fuera una enorme serpiente.

Se esforzó en deshacerse de las ataduras, empujó con toda su fuerza, pero los lazos no estaban cediendo. Su cuerpo estaba entrando en combustión, sentía el escozor de las marcas sobre su piel, pero no veía ni un solo atisbo del brillo que las acompañaba.

Era como si la oscuridad fuera tan absoluta, que estaba logrando tragarse hasta el más mínimo destello de luz.

Lo intentó de nuevo; esta vez, gritó con más fuerza cuando empujó. Sintió el sudor recorrer todo su cuerpo, el calor lo envolvía mientras más se esforzaba. Y aunque consiguió moverse unos cuantos centímetros, los lazos de oscuridad no lo soltaron. Lo lazos tan solo se enroscaron con más fuerza.

Gritó de nuevo, atrapado en los más profundo de su frustración.

Entonces una puerta fue abierta y una luz azul pintó toda la estancia, Jaekhar pudo contemplar todo lo que estaba a su alrededor.

Drakhan NeéWhere stories live. Discover now