Minho se levantó del banquito y robó varias fresas del tazón de madera.

—¿Y se acuestan con ellas? —prosiguió la menor con sus preguntas— Es infidelidad.

—No lo es, si ambos lo hablan antes. Como también pueden adoptar a un bebé humano. Le entregan sus poderes y lo convierten en un dios, pero sería riesgoso puesto que la mayoría muere en el proceso —sonrió, pero la contraria volvió a arrugar su rostro— No lo entenderás, Ava. —mencionó Minho— Nuestras costumbres son diferentes a las tuyas.

—Por supuesto, sus problemas parecen ser más sencillos que los nuestros.

—Y aun así, no desearías vivir en el Olimpo. —repuso Minho, mordiendo una fresa.

—Créeme que sí. —susurró Ava, llevando una mirada afligida a la entrada de su casa.

El mayor captó el cambio en su semblante, y desvió sus ojos a lo mismo que había robado la expresión suave que antes mostraba.

—¿Pasa algo? —preguntó, ganando una mirada apresurada de la menor.

—Minho... —dijo, bajando la cabeza— Si tuviera la oportunidad de escoger, créeme que escogería vivir en el Olimpo. De esa forma estaría rodeada de riquezas y con eso ayudaría a mi madre.

—¿Tu madre?

Ava limpió varias lágrimas que salían de sus ojos.

—Está enferma.

Minho decidió callar, con un inesperado nudo que empezaba a formarse en su garganta. Quitándole atención a la menor, observó todo a su alrededor. Las sonrisas de los humanos siempre le habían parecido sinceras, aún con lo difícil que les resultaba vivir. No pudo evadir la pena que apretaba su pecho.

El trote de un caballo lo sacó de su mente de golpe, y girando su rostro, vio como Hyunjin bajaba de un salto del lomo de Fengári. El pelirrojo se quitó la capucha de su capa negra y le sonrió de oreja a oreja al verlo ahí.

—Te estaba buscando. —dijo, acercándose a la mesa donde Ava seguía lavando las frutas— Y supuse que estabas en el pueblo, rodeado de humanas.

—Humanos —corrigió Minho pero Hyunjin empezó a reír.

—Claro, humanos, mi error. —farfulló, sonando sarcástico.

—¿Para qué me buscabas? —preguntó el mayor, siguiendo los pasos del pelirrojo que empezaba a caminar con toda su concentración puesta en las mesas donde los humanos hacían sus ventas. Se mostraban hermosas telas, comidas, frutas frescas, zapatos, joyerías, y más. Era un gusto para la vista.

—Necesito tu ayuda. —dijo, pero su mirada fue robada por un dibujo de una preciosa mujer de cabello blanco, que abrazaba a un hombre de cabello largo y dorado. Ella lloraba en su pecho, aquello le recordó a...

—¿Te gusta la pintura? —preguntó una mujer bastante mayor, de cabello canoso y amable sonrisa. Hyunjin se sobresaltó, se había metido tanto en sus pensamientos que olvidó estar acompañado.

—Es hermosa. —dijo con timidez— ¿Quiénes son?

La mayor clavó sus arrugados ojos en la pintura y sonrió.

—El mito del dios del sol y la diosa de la luna.

Minho le echó un rápido vistazo a la pintura pero desvió sus ojos a Fengári, notando como el caballo robaba varias manzanas de otro puesto de comida.

—¿Puedo verla? —preguntó Hyunjin, ignorando por completo que su amigo, y varios guardias más, corrían detrás de su caballo.

La mujer asintió encantada y le entregó la pintura.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora