Ramo de hostias

11 1 0
                                    

Existe una familiaridad enfermiza en este dolor que hace que el mínimo detalle se convierta en una herida profunda incapaz de sanar.

No lloro por ti (por las flores que no me has dado, por las veces que no me has acompañado a casa, por los besos que no han salido de ti, por las expectativas que has sido incapaz de cumplir...) lloro porque me has abierto -de nuevo- la herida. Lloro porque la cicatriz escuece cuando la apuñalas. Lloro porque ya estaba marcada de antes y ahora tú también eres cómplice de que sangre (y no quería que lo fueras).

Lloro porque no me puedo creer que esté OTRA VEZ escribiendo en las notas del móvil lo frustrada que estoy. Porque no quiero aceptar el tiempo que estoy perdiendo por otro tío.

No sé por qué no soy capaz de evitar estas situaciones. He dejado que me beses las manos, que me mires a los ojos, que me arregles el pelo y me acaricies la piel. Te he tenido recostado encima, acariciándote las mejillas, abierta (destripada, con las vísceras en las manos y el corazón en la garganta) hablándote de cosas que sólo hablo con Noelia. Y he vuelto a equivocarme.

No puedo perdonarte. Estoy decepcionada: contigo por no ser suficiente, conmigo por no serlo tampoco. No te perdono ser igual que el resto. No te perdono ser peor que el resto. No te perdono tratarme como lo ha hecho el resto.

Me dijiste que estabas enamorado de mí, que me querías. ¿Por qué no me traes flores? ¿Es que no me quieres tanto? ¿es que yo tampoco soy suficiente para ti? No te perdono. Has clavado tu puñal en el fondo de mi herida (sin quererlo, sin pensarlo, sin saberlo) y ahora no puedo pensar en otra cosa.

Autorretrato de un corazón desmantelado.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora