‐ EL LLANTO DEL MUERTO.

11 2 0
                                    

Yo pensé que esto era mentira y no es así, y pensar que mi trabajo de velador de esa gran obra o centro comercial Santa Fe de la Ciudad de México sería fácil y resultó ser una pesadilla.

Cuando esta obra inició, todo marchaba normal y poco a poco pasaron estos increíbles sucesos que fueron así:
Una noche, al estar yo solo cuidando este edificio a medio terminar, escuché como entre sueños a los albañiles usando sus palas y otros sus mazos y cinceles, pero lo que me puso la piel chinita fue que también se escuchaban llantos de pena y agonía y de un sufrimiento profundo.
Yo me desperté a eso de las dos de la mañana y acudí a investigar, pues se suponía que ese fin de semana estaba yo solo y nadie más, y lo curioso e increíble de todo es que estaba la herramienta fuera de su lugar como si esta fuese usada y el cincel se sentía aún caliente, yo la acomodé en su área y continúe durmiendo.

A la siguiente noche, como de costumbre, salió el último ingeniero de la obra casi a la una de la madrugada y yo hice el recorrido, al no notar a nadie me dispuse a dormir. Justo a la misma hora anterior, a las dos de la mañana, escuché como voces que decían así:
-¡Pobre, no supo ni cómo murió! Su pecado fue ser de pueblo y no tener familia que lo busque o se preocupe por él-.
Yo pensaba que todo era un sueño pero de pronto el mismo llanto me despertó, tomé mi arma, yo pensé se habían brincado a robarse la herramienta.
Al caminar entre los locales a medio construir, vi una silueta como de un metro y medio de estatura, típica de los albañiles humildes que vienen de los pobres pueblos y que son usados como carne para el inombrable, el que busca almas, y le dije:
-¡Detente allí! ¿quién eres?- este señor se escondió atrás del muro y yo del otro lado y solo le decía: -¿quién eres y qué haces aquí? él contestó:
-Me llamo Ignacio y soy de Oaxaca tengo mucho frío y miedo, por favor ayúdame, necesito encontrar a mi familia antes que ellos me encuentren a mí-, yo quedé confundido pues era un hecho que él era uno de los cientos de albañiles de la obra pero cuál, no sabía, le contesté:
-¡¿Qué dices?! no entiendo- y este comenzó a llorar,
-¿Sabe guardia? yo vivo aquí, esta es mi casa y lo será por los próximos 25 años hasta que logré descanso eterno-.

Esto me confundió más, pues Ignacio no era claro en su contestación y juro que el llanto continuó de piso en piso y yo me estremecí pues no supe por dónde se metió y ahora tendría que sacarlo de aquí. Lo busqué por horas y no lo encontré, pareciera que se escondía en los muros y evitaba ser visto y esta afirmación sería cierta pues lo que pasó a la noche siguiente me dejó muerto del miedo.

En la tercer noche, ya estaba yo esperando a que Ignacio se saltara, ahora sí lo atraparía, pero de pronto, al estar yo escondido, alguien tomó mi hombro y me dijo al oído,
-Por favor ayúdame, toma ese cincel, ya falta poco, escarba en ese muro por favor, allí me encontrarás, mi familia continúa buscándome y no estarán tranquilos hasta saber de mí-.
Esto era increíble, esa voz tenía un aliento helado y me calaba los huesos y no me podía mover.

Yo fui un ex militar con gran valor y fuerza y ahora estaba temblando de pies a cabeza, pues ahí no había nadie, solo la herramienta para hacer lo que este extraño me solicitaba. Yo corrí como pude, prendí las luces y solo estaba un pequeño hoyo en el concreto de un muro y nadie ahí estaba. En la cuarta noche ya no dormí, solo apagué las luces al retirarse el último trabajador, pues la obra era nueva y yo el único cuidador de esta.
Justamente a las dos de la madrugada, comenzaba esto, y de nueva cuenta, a lo lejos escuché la pala y el cincel golpeando una trabe de esta obra y al momento de acercarme, estas herramientas cayeron al piso y comenzó el clásico llanto, detrás de ese muro, quise atraparlo, pero algo lo impedía pues no podía mover mis pies.
-Ayúdame, por favor, ya estoy cansado, ya no quiero esperar tanto tiempo, toma el cincel y ahí me encontrarás-, esto me causó curiosidad y tomé el cincel e hice eso, piqué la trabe y al segundo cincelazo no creerán lo que salió de esa trabe de concreto: un pedazo de hueso de dedo humano con un anillo de plata con las letras de "Ignacio de Santiago". Esta del año de 1978, me dejó impactado y caí de espaldas, de nuevo esa voz del otro lado del muro.

Gracias señor, mil gracias ya podré descansar en paz, dáselo a mi familia, ellos algún día me buscaron y no pararon en hacerlo, ellos, los humanos, me condenaron a vivir aquí en estas paredes y muros al igual que a otros, en pisos y lozas, esto lo hacen cada 25 años y utilizan a gente que como yo, que no tenemos quién nos busque o se preocupe por nosotros, hasta piensan que los abandonamos y olvidamos pero no es así ¿Sabes? los ingenieros y arquitectos le ofrecen nuestras pobres vidas al "innombrable", al amo de lo desconocido, en puentes, carreteras estadios y edificios tan grandes como la Torre Latinoamericana y estas jamás se caerán.

No hay solo uno como yo, sino decenas y nuestro único pecado fue ser pobre, tener hambre y luchar por nuestras familias. Por eso sucumbimos y aquí nos atraparon de por vida en muerte y ahora gracias a ti, se liberó mi alma y espíritu. Lleva este anillo a la iglesia y reza por mí y que ¡Dios te bendiga de por vida por tu buena obra! ¡Hasta pronto señor vigilante!

Historias Terroríficas ♡Where stories live. Discover now