La huesera

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Se dice que aún en estos tiempos existe la eficacia de la medicina tradicional que usaban nuestros antepasados. Mucho antes de nuestra existencia, surgieron personas que se dedican estudiar la efectividad de las plantas medicinales en distintas enfermedades, así como en realizar prácticas como quebrar el empacho, hacer limpias o tronar los huesos, cómo así se conocía. Está última estaba relacionada a las lecciones de una parte del cuerpo, su efectividad era al 100 por ciento, la gente acudía a las personas que eran llamadas hueseras, para que le acomodara los huesos de una parte del cuerpo, con masajes que ellas mismas sabían hacer para curar las dolencias de quién solicitaban sus servicios de medicina tradicional.
Yo era una persona llena de salud, en realidad nunca me quejaba de nada, mis padres decían que tenía la fuerza de un roble apresar se ser mujer.
Bueno les diré mi nombre, me llamo Elisa y quiero compartirles una historia que quizás para muchos ustedes sea increíble y aclaro que, mis facultades mentales están en perfectas condiciones, aunque no les miento, estuve pensando en reiteradas ocasiones que me estaba volviendo loca, provocando que me alejara de mis familiares y amigos, porque nadie entendía qué era lo que me estaba pasando.
Todo comenzó cuando me mudé a otro estado de la república, vivía en Sonora y me vine para acá a Michoacán en un pueblito que por seguridad y anonimato no diré el nombre. Estaba en el último semestre de la preparatoria, era el mes de marzo para ser exactos.
Enojada con mis padres por el cambio de domicilio, y sobre todo de estado, me resigné porque no tenía opción, debía aceptar sus decisiones, aunque en el fondo yo no quería irme, porque iba a extrañar demasiado a mi abuelita Amalia, quien pasó todo el tiempo conmigo mientras mis padres trabajaban.
Pero no todo en la vida resulta perfecto y por azares del destino, nos vimos en la necesidad de abandonar el lugar donde yo nací. Llegamos a Michoacán con una de mis tías, hermana de mi madre, el lugar donde llegamos a instalarnos estaba rodeado de unos cerros, era más un contexto rural, a comparación de la pequeña ciudad que dejamos en Sonora, era todo lo contrario.
Me gustaba el olor del campo verde y de la lluvia mojada, porque el primer día que llegamos, se soltó un terrible aguacero que jamás había visto, buenos, ustedes saben que en el norte del país, es prácticamente una zona árida, así que era muy sorprendente para mí y agradable sentir la brisa de la lluvia templada.
La tía Lorena (hermana de mamá) tenía una casa muy grande, estaba construida con Block de concreto y techo de lámina, habían como 6 cuartos y una cocina donde hacían tortillas, eso me sorprendió demasiado, porque a partir de ese día, comimos tortillas hechas a mano por mi tía, donde mamá le ayudaba a preparar l masa.
Todo eso nuevo para mí no me molestaba, creo que me gustaba de algún modo, sin embargo, mis padres recordaron que tenía que seguir la escuela y fue desde ahí donde inicia mi historia.
Me presenté con mamá a la preparatoria de la comunidad, era algo pequeña, habían dos grupos de cada grado y las instalaciones se veían con desgaste de pintura. Causaron al momento una mala impresión en mi persona, porque al comprar con el colegio anterior, era todo lo contrario.
En fin, no estaba a gusto, pero no me quedaba remedio, ya que tenía que inscribirme para culminar el semestre si desea a la beca para la universidad en la ciudad de México. Algo que se me paso decirles, era que tenía habilidades para el básquetbol, fui parte de la selección del colegio donde asistía y en dos ocasiones ganamos el campeonato interestatal.
El deporte era un pasatiempo que disfrutaba demasiado, por eso decían mis padres que gozaba de exente salud, pues no me quejaba de nada y rara vez me enfermaba de las vías respiratorias. Nunca me contagie de COVID en la temporada de pandemia, estuve en contacto con amigos y familiares que tuvieron la enfermedad donde salí ilesa quizás de puro milagro.
Como les iba diciendo, me vi en la necesidad de entrar en esa escuela preparatoria, aunque por fuera no se veía nada bien, el interior no estaba tan mal porque tenía canchas de basquetbol y futbol con todo y techumbre. Rótulos en las paredes convocaban a inscribirse en ambos clubes, entonces pensé que quizás había sido buena suerte llegar a ese colegio, donde podía seguir disfrutando del deporte que tanto me gustaba.
Pasaron los días en mi nuevo hogar y también colegio, me inscribí al último semestre junto al club de basquetbol, las compañeras me recibieron muy bien, sobre todo Poleth, quien fuera la capitana del equipo. Ella se hizo mi gran amiga junto a Julieta y Priscila. Ambas estábamos en el mismo salón, y complementamos muy bien las unas a las otras, prácticamente ya no echaba tanto de menos a mis amigos del antiguo colegio, porque estas chicas eran a todo dar. Sin embargo, en nuestro grupo, había una muchacha que siempre se sentaba hasta el fondo, traía un flequillo como tipo emo, de esos que se usaban allá por el 2007, su falta estaba muy larga casi a los tobillos y siempre andaba con una sudadera holgada del mismo color (vino).No interactuaba con nadie, parecía invisible para todos, sin embargo en una ocasión yo intenté hablarle y sentí que me clavó su mirada y les juró que hasta la soñé por varias noches sin saber por qué.
Pasaron los días y las semanas, se acercaba el torneo de basquetbol, donde íbamos a representar a nuestra preparatoria. Pero un día, miré que la chica solitaria se encontraba en el aula, me acerqué para hacerle la plática, pero ignoró mis palabras por completo. Con una mueca de despreció se dio la vuelta saliendo del aula y yo me quedé sin saber qué era lo que había sucedido, solo fui cortés en el momento. Tal vez la muchacha no estaba acostumbrada a interactuar con los demás, pero cuando iba a salir también del salón, junto al pupitre de la chica, había un papel hecho bolita  al tomarlo en mis manos, era mi fotografía impresa en una hoja; no supe qué significaba eso, pero no le di importancia al momento.
Pasaron los días y la fecha se iba acercando, estaba tan emocionada, pero algo comenzó a suceder en mi cuerpo que no entendía. Comencé a caerme sin motivo alguno, era como si los pies se me paralizaran y caía al suelo golpeándome una parte del cuerpo. Luego dejé de tener fuerza en mis manos para sostener hasta un lápiz, situación por la cual comencé a angustiarme sin decirle nada a mis padres. Pensé que solamente eran los nervios del torneo, o el estrés por tanto entrenamiento, sin embargo, una semana antes de la fecha anhelada, tuve un accidente justo una calle antes de mi casa, cuando al ir caminando, sentí que mi cuerpo quedó inmóvil y caí junto a una banqueta. No podía hablar ni tampoco moverme y la respiración se me dificultaba. Veía la gente que se acercaba para auxiliarme y al poco rato apareció mi madre para llevarme a un hospital en una ambulancia.
Los huesos me dolían en todo el cuerpo, sentí que se me iban saliendo uno por uno, era algo que jamás había padecido hasta ese momento, y me aterraba el solo hecho de pensar que fuera algo grave que me condenara a vivir una vida que no deseaba. 
Papá y la tia Lorena se hicieron presentes de inmediato, los doctores dialogaban entre sí intercambiando miradas. Pasé unas largas horas con diversos estudios e incluso me tuvieron que trasladar hasta Morelia para realizarme un examen neurológico. Los resultados fueron extraños, no arrojaron algo que diera un diagnostico al padecimiento que estaba sufriendo. Tenía un dolor intenso en las extremidades y en la espalda, era como si una daga se enterrara y rompiera cada uno de mis cartílagos, dolía demasiado.
Con suero mitigaban el dolor, al paso de uno y dos días, los doctores no sabían qué hacer para remediar el mal, era como si mis huesos se movieran por dentro quedando en diversas posiciones, a veces las costillas se abrían, otras los tobillos se doblaban hacia dentro cuando intentaba dar unos pasos y en otras me daba parálisis facial en una parte de mi rostro. Desconcertados por las imágenes de las placas de rayos x, intentaron hablar con mis padres, para comprendieran que estaban haciendo todo lo posible por encontrar la causa del extraño padecimiento.
Me dieron de alta al no poder hacer más por mí, mis padres me llevaron a la casa de la tía Lorena, yo me encontraba muy dolida porque estaba condenada a estar con dolor en una cama. A dónde se había ido mi vida llena de juventud y sobre todo de salud. Yo que era comparada con un roble, porque siempre me mostraba fuerte y llena de energías. Ahora me estaba apagando lentamente sin que nadie lograra ayudarme.
Al día siguiente llegó la tía Lorena con una extraña expresión en su rostro, se acercó hasta el cuarto donde me estaba quedando y me habló junto con mis padres. Me dijo que me iba a llevar con una de esas personas que practican la medicina tradicional, es decir una curandera que era experta en acomodar los huesos, me dijo “tu tienes salidos los huesos hijita, te voy a llevar con doña Juana” Mis padres intercambiaron miradas, pero al ver que me quejaba mucho del dolor y solo me estaba controlando con unas inyecciones, aceptaron llevarme esa misma tarde con esa señora, quien se iba a encargar de curarme los huesos como decía mi tía.
Antes de salir de la casa, tomé otra dosis de calmante, ya estaba a punto de hacer el uso de la morfina, ustedes saben que es como una droga demasiado fuerte. Mis padres me llevaron en uno de los taxis del sitio del pequeño pueblo, teníamos que trasladarnos al siguiente que solo nos separaba un panteón enorme, al parecer lo usaban también las comunidades de los alrededores. Conforme avanzaba el auto, el dolor se hacía cada vez más intenso a tal grado de provocarme vuelcos y calambres en el estómago, la situación en realidad era demasiado critica, mamá y papá comenzaron a angustiarse qué sin darse cuenta habíamos llegado a casa de la señora Juana que le decían LA HUESERA.
La tía Lorena tocó la puerta de madera varias veces hasta que una señora chaparrita como de 1.40 de estatura, cabello corto rizado, cuerpo gordito y con un enorme lunar que parecía una verruga en la nariz, abrió la puerta mostrando un rostro sin expresión; dijo “los estaba esperando” abriendo el paso.
Nos hizo pasar a un pequeño cuarto de madera con techo de lámina, en ese momento mi tía Juana le ayudó a mi papá a cargarme para llevarme adentro, me acomodó en una silla mientras trataba de contener el dolor de los calambres de mi estómago. “estas muy jodida” exclamó mirándome a los ojos, “pero puedo ayudarte” formó una sonrisa para dirigirse hasta donde se encontraban unas imágenes que se parecían a la santa Muerte, pero puedo jurar que no se trataba de ella. Hizo una pausa quedando por unos segundos en silencio, después le dijo a la tia Lorena que alguien me había lanzado un gran daño, era una persona que me tenía una envidia muy grande, la cual había dado resultados con el padecimiento que estaba presentando, aunque me ordenaran estudios médicos, nunca van a encontrar nada, porque ese mal que tenía cargando en el cuerpo, era demasiado grande y difícilmente se podía erradicar.
Pero la pregunta que me hice era ¿Quién me odiaba tanto, para provocar en mí aquel dolor y sufrimiento? En ese momento no lo supe, pero quizás lo sospeché sin darme cuenta. Pero aquí lo importante de todo esto fue lo que doña Juana dijo a mis padres “si trato de erradicar este mal, puede que haya algunas consecuencias o puede que no, pero ustedes deciden si se quieren arriesgar” “ tengan en cuenta que las consecuencias o los efectos pueden ser demasiado fuertes, algo que no les gustaría experimentar, pero ustedes díganme si se arriesgan o no”
Las palabras de la señora inquietaron a mamá, pero en ese instante sentí con el dolor de mis costillas la misma muerte, cuando no  podía respirar, porque al inhalar aire, sentía que mi pechó se desgarraba lentamente y el aire no llegaba hasta mis pulmones. “No me importan las consecuencias” le dije agitada, casi ni podía hablar de la desesperación y el dolor. Doña Juana al ver mi decisión, de inmediato me pidió que me desnudaran completamente para colocarme en una mesa larga de madera. Estando recostada boca arriba, miré en el techo pequeñas lucecitas que se movían de un lado a otro. Luego la señora preparó un líquido azul en una bandeja, se descubrió los brazos y los sumergió mojándolos por completo. Después me dio la vuelta para quedar boca abajo y exclamando unas extrañas palabras y frases, comenzó a presionar con sus dedos cada parte de mi espalda.
Sentí que sus yemas me quemaban la piel, un pequeño ardor me recorrió por donde ella estaba presionando con tanta fuerza que escuché que mis huesos tronaban haciendo un sonido como cuando rompemos una pequeña vara. Al momento sentía intentas punzadas de dolor, pero después el dolor iba cesando y justo cuando termino de presionarme en la espalda, ya no me dolía nada. Me dio la vuelta nuevamente y comenzó a realizar el mismo procedimiento en mi abdomen, las extremidades, el pechó y las piernas. Era una sensación de relajamiento que poco a poco me iba calmando e incluso los calambres de mi estomago fueron desapareciendo. La mujer seguía pronunciando esas palabras y roseaba por todo mi cuerpo aquel liquido junto con un extraño polvo que parecía arena del cráter de un volcán. Luego después de una hora exactamente, ella se dio la vuelta hacia mis padres diciéndome que ya había terminado.
“haber quiero que te levantes” me dijo con una expresión de sonrisa en su rostro.
Cerré profundamente los ojos, de repente logré levantarme de la mesa sin dificultad y al bajar las piernas la fuerza que tenía antes volvió a mi cuerpo como si hubiera vuelto a nacer. Era un momento único, y con lágrimas sobre mi rostro le pregunte a la señora “¡por dios!” “¿qué hizo?”. Ella solo me contestó “créeme que no te gustaría saberlo”
Me puse de pie comenzando a caminar de un lado a otro, ya no dolía nada y mis energías eran exactamente las mismas. No lo podíamos creer, era un milagro, pero la señora Juana, me interrumpió diciendo, “ podría ser también una maldición”
No comprendí el significado de sus últimas palabras, sin embargo, no les di importancia porque estaba muy feliz de haber recuperado mi salud física.
Salimos de la casa de la HUESERA, cuando subí al taxi, ella quedó de pie mirándome fijamente, tenía algo en su rostro que me daba bastante miedo, no puedo explicarlo bien, solo sé que un escalofrío me recorrió el cuerpo a tal grado que el temor se apodero de mí.
Me fui a casa con mis padres llena de emoción , estaba feliz porque al fin había recuperado la salud y ansiaba regresar a la preparatoria para incorporarme nuevamente en el equipo de básquetbol. Al día siguiente cuando llegué, nadie lo podía creer que estuviese nuevamente de pie, pero de repente, sentí como un cansancio en la espalda, cómo si algo pesado cayera sobre mí. Me moví de un lado para otro, pero este ahí seguía molestándome y después de un tiempo sentía la carga más pesada.
No le di tanta importancia, cómo recién me iba a integrar al equipo de básquetbol, tomé de mi mochila un ibuprofeno para quitarme un poco la molestia y a los pocos minutos funcionó de maravilla.
Me integré sin dificultades, las chicas me recibieron como siempre con mucho cariño, pero justo en las  gradas de la cancha mire que se encontraba la muchacha solitaria del salón, estaba sentada y claramente vi que me clavaba su mirada con desprecio.
No le di importancia y comencé con el entrenamiento, había faltado a los tres partidos del campeonato por mi situación, donde la suerte no estaba a favor del equipo y teníamos una última oportunidad de pasar a la siguiente ronda.
Media hora después al hacer las vueltas a la cancha como rutina, sentí nuevamente la pesadez que me hizo caer el sueño, era como si cargará una persona en la espalda y no lograba levantarme. Me quedé hincada agachando la cabeza, en el momento  que intenté alzar la cabeza, mire unos pues descalzos mallugados con sangre que estaban frente a mis ojos, entonces pegué un grito y las chavas se acercaron a ayudarme, entonces al fin logre levantarme con una sensación extraña, porque cerraba los ojos y veía esos pies.
Por la noche estando en la casa justo a la hora de la cena, escuché en la lámina del techo cómo que algo caminaba, “ha de ser el gato” dijo la tía Lorena, pero desde que llegamos no vimos a ningún gato por el lugar.
Olvide ese detalle y me dispuse a cenar, cuando de repente ese ruido se hizo mucho más fuerte y miramos como las láminas se movían. Era obvio que algo muy pesado estaba caminando de un lado para otro en el techo, entonces mi padre se asomó con una escalera y al bajar estaba helado y muy pálido.
“ Qué sucedió” preguntó mi madre algo asustada, pero papá no respondía nada y solo dijo que algo estaba allá arriba y no era precisamente un gato.
Mi madre le dio un vaso de agua para tranquilizarlo, después de unos minutos volvió a la normalidad y yo misma pregunte “que viste allá arriba” “ algo que se fue saltando, tenía los ojos brillosos. Desde ese momento inició la pesadilla en la casa, la sensación de pesadez regresaba a mi cuerpo, pero está vez me molestaba demasiado, llegaba el momento que no podía estar de pie, porque sentía que se encorvaba mi espalda.
Pasaron los días y todo empeoraba, las sensaciones extrañas en la casa se hacían presentes, veía que pasaban sombras fuera de mi cuarto mientras dormía y mi cuello amanecía con moretones. Me levantaba por las mañanas sin ganas ni energías, de pronto al intentar levantarme,  el peso de la espalda me lo impedía y un dolor insoportable me hizo estremecer todos los huesos de mis costillas.
Asustada le grité a mi madre quien dijo “ya voy” pero al pasar más de 10 minutos le volví a llamar sin obtener respuesta alguna. Decidí salir del cuarto para ir a la cocina, pero para mí sorpresa vi llegar en esos momentos a mamá con mi tía de la calle con una bolsa de mandado. Le pregunté si estaba en la casa, pero me dijo que no, porque salió desde temprano a traer un kilo de carnitas para el almuerzo.
No podía creer que ella no estaba cuando le grité, ya que bien que escuche que ella me contestó, era su voz, estaba segura de eso.
Cuando me vieron agitada y encorvada sin poder enderezar el cuerpo, la tía Lorena me preguntó que era lo que me pasaba entonces sin poder aguantar ya el dolor y el cansancio, les dije como me estaba sintiendo.
Ambas comenzaron a intercambiar miradas de desconcierto, luego mi tía dijo “ vamos de nuevo con doña Juana” mamá estaba de acuerdo así que llamo al taxi que nos llevó la otra vez.
En el camino me iba quejando del dolor y por la ventana al pasar justo por el de se encontraba el panteón que conectaba a otros dos pueblos, ahí en la puerta había dos niñas y una mujer descalzas, las pequeñas sostenían unas muñecas en sus manos, mientras que la mujer traia una bolsa de mandado.
Me miraron y al ir pasando, hicieron una extraña mueca con sus rostros, mientras que sus ojos destellaban un extraño brillo que les juro me hicieron ver extrañas lucecitas a través de mis ojos.
Cuando llegamos al parecer la casa estaba vacía, tocó mi tía la puerta con tanta insistencia que a la tercera vez una voz se escuchó que decía “ ya voy “ al abrir era la señora Juana, tenía una toalla de baño enredada en la cabeza y con un gesto de molestia nos preguntó que se nos ofrecía.
Se acercó mi tía y al decirle algo que no logré escuchar, mamá me ayudó a bajarme del taxi para entrar a la vivienda de esa señora. Me miró mientras entraba sin poder enderezar el cuerpo, ella hizo otro gesto y abrió la puerta de aquel cuarto donde hacía sus trabajos de brujería.
“veo que terminó el efecto criatura “ dijo tocándome el rostro mientras miraba las marcas de mi cuello.
“ De qué efecto habla” le pregunté confundida.
“Para hacer lo que ustedes conocen como un milagro, tuve que pedir ayuda a ciertas entidades, pero como todo hay un precio que pagar, aunque ustedes decidirán si quieren seguir continuando haciendo esto, la muchacha podrá volver a estar bien en un par de minutos”
En esos momentos recordé que en dos días  sería el encuentro del equipo de básquet  y sin pensarlo le dije a doña Juana que hiciera lo que fuera necesario para recuperar mi salud, sin embargo antes de continuar con el proceso, me advirtió que los efectos podrían ser peores. Hice caso omiso a la advertencia, acepté que la HUESERA nuevamente acomodara los huesos de mi espalda y me liberara del dolor.
Así que con suaves masajes y extrañas palabras, hizo que por arte de magia el dolor y la pesadez de mi cuerpo fuera desapareciendo. Agradecida por los resultados, me puse de pie ya sin molestias ni dolor y mi madre al ver e mejorada de salud me dio un abrazo.
“ por ahora estarás bien,  pero será un precio muy alto que vas a tener que pagar”
Al escuchar las palabras de doña Juana, sentí un profundo escalofrío que me recorrió en todo el cuerpo, luego nos subimos al taxi para ir a casa. A la mañana siguiente me sentí mucho mejor, pero al levantarme de mi cama, escuché que arañaban el techo de lámina, salí corriendo porque ya eran las 7 y aún estaba algo oscuro. Con una escalera subí para asomarme y les juro que miré a una mujer desnuda que se estaba comiendo un gato gris.
Cuando vi esa escalofriante escena, bajé de inmediato la escalera, pero a la mitad de esta, una tabla se rompió y caí al suelo golpeándome la cabeza. Sentí que la vista se me iba nublando, pero antes de cerrar los ojos, miré a la misma mujer del panteón con sus dos niñas que se me acercaron hasta donde yo estaba tendida, y ya no supe nada más.
Tiempo después, escuché que me llamaban por mi nombre, al abrir los ojos era mi papa quien pedía que despertara. Lo miré diciéndole “no te has ido a trabajar “ pero a los pocos segundos llegó mi madre y entre los dos me llevaron hasta mi cuarto para que me recostara.
“Qué sucedió”  ambos preguntaron
“ Había una mujer desnuda allá arriba comiéndose un pobre gato”
Cuando papá escuchó eso, de inmediato subió a través de la escalera, pero tampoco vio nada, bueno eso nos dijo, pero su semblante decía lo contrario.
Cómo ya me sentía nuevamente igual que un roble, me fui a la escuela sin problema. Mi madre no está de acuerdo, decía que fuéramos primero al médico, pero insistí que no, ya que no me lograron curar el mal que tenía en el cuerpo y doña Juana lo hizo con uno de esos milagros, que no eran de dios.
Las cosas en mi casa empeoraba ahora escuchaba llantos y vives de niñas, veía a esa señora pasar de un cuarto a otro aún siendo de día y eso me causaba mucho miedo. Pero con todo eso, yo estaba agradecida porque los malestares hLas dolencias de mi cuerpo desaparecían.
Pero eso era lo peor de todo y que no comprendía.
Desde ese momento, comprendí que una vez que me recuperaba, pronto surgía en mi cuerpo algo peor, está vez mis piernas se paralizaba al caminar y corres y de momentos me quedaba sentada sin poder levantarme. Antes de que siguiera sintiéndome peor, fui a ver a doña Juana para que me explicará qué era lo que pasaba conmigo, pero ella solo me dijo
“ si te lo digo, en el fondo vas a desear no haberlo sabido”
Las palabras me desconcertaron, pero la tía Lorena me dijo que no debía preguntar nada, que así dejara las cosas. En los días siguientes nuevamente comencé con las molestias y la parálisis de mis piernas. De repente se me quedaban inmovilizadas sin poder moverlas ,eso me provoca caídas y hasta llegué a tener un dedo fracturado. Mamá me llevaba con doña Juana, pero cuando salía de ahí totalmente recuperada, a los tres días siguientes surgía otra cosa más en mi cuerpo. 
En la quinta vez, ya no quise que ella me sobara los huesos, ya que sospechaba que sus curaciones provocaban todas esos padecimientos posteriores. Hablé con mi madre para decirle que ya no iría a ver a doña Juana, que prefería aguantarme. Sin embargo está última vez había sido mucho más fuerte, porque incluso había momentos que no podía respirar, los músculos de mis vías respiratorias no me respondían. Me llevaron al hospital de inmediato, terminaron poniéndome oxígeno, en esos momentos la enfermera que me estaba atendiendo se acercó y me dijo “ hay amiga, le están jodiendo bien bonito, pronto conseguirán los que con tanto trabajo hn logrado”
Le pregunté con dificultad qué era lo que trataba de decirme, pero ella solo se limitó con unas palabras.
“Le están echando a los muertos para que ustedes sea una más de ellos”
“ qué es lo que quiere decir”, le dije agitada
“Vaya a este lugar y ahí le dirá las respuestas que desea saber” me dijo dándome un papelito
Al día siguiente ya me sentía algo mejor, entonces tomé mi ropa y salí sin permiso a la dirección que estaba escrita en el papel. Era en el cerro del pueblo, ahí había como 5 pequeñas casas. En una de ellas estaba registrado un número 8 que venía en el papel. Cuando toqué salió un señor como de 60 años, pelo canosos y usaba una gorra de color negro, seguido de eso vi a la enfermera del peque hospital que realmente era una clínica.
La enfermera dijo “ sabía que vendrías, te estábamos esperando”
El señor me miró y enseguida me dijo que ya casi estaba jodida sin que nadie pudiera  ayudarme, tenía a los muertos cargándolos en mi espalda, y cada que visitaba a la HUESERA, otro espíritu se sumaba a mí cuerpo.
Le pregunté si podía hacer algo, y aunque no me contestó, con su expresión me lo decía todo.
Me dijo que haría todo lo posible, entonces comenzó un trabajo de varios días sin que mis padres se enteraran, pero ya en la última sesión, le tuve que contar a mi madre y ella me acompañó. El señor dijo que doña Juana uso las fuerzas oscuras para devolverme la salud pero solo por un par de días, a cambio de la liberación de un espíritu el cuál lo tenía que cargar en el cuerpo. Fue así como me dolía la espalda, veía sombras,  tenia dolores y moretones en el cuello.
Con su ayuda poco a poco me fui sintiendo mejor, ya no me dolía la espalda,  y regresé al equipo de básquetbol. Me sentía mal por no terminar el campeonato, pero estaba feliz por haber recuperado mi salud de una forma limpia sin nada oscuro.
Pasaron varias semanas y justo el  día de graduación, mientras me estaba arreglando y maquillando, sentí un ardor en uno de mis hombros, al verme tenía una quemadura pero bien que aprecié la marca de unos dedos en mi piel.
Me toqué y ardía mucho, sin embargo, cuando fui a verme en el espejo, al levantar la mirada vi mi en mi propio reflejo a esa mujer del panteón presionando con una mano mi hombro y en mis ambos lados estaban las dos niñitas. Desde ese día, llevó cargando esa pesadez en el cuerpo, y aunque he intentado pedir y buscar ayuda, hasta la fecha no logro deshacerme de esos espíritus que se me pegaron desde esa vez que visite a doña Juana la HUESERA.

Fin

Historias Terroríficas ♡Where stories live. Discover now