CAPÍTULO VEINTITRÉS

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Gia.



No me importan las consecuencias, ahora lo único que me interesa es que mi hijo y Cameron estén bien. Así que no dude en salir del hospital, traer a Zari conmigo y venir a casa de Margaret Baker con una sola misión.

Enfrentarla

—Déjame pasar, Maya. —le digo a la antigua empleada que conozco desde el día que la mire en Kansas. —Solo dime dónde está.

—Gia, niña. —me detiene. —Sabes que no puedo dejarte pasar, la señora es…

—¡No me importa como sea la señora! —exclamo. —¡Voy a hablar con ella!

Entro a la casa subiéndo las escaleras hasta el segundo piso, dónde abro puerta tras puerta hasta que doy con ella en su habitación. Está leyendo un libro y con una paciente que me hace querer arrancarme el cabello, ella se pone de pie y se quita los lentes.

—¿Qué haces en mi casa?

—¡Quiero a mi hijo de vuelta! —le exijo. —¡Quiero que le diga al padre de su nuera que me devuelva a mi hijo!

Se hace la loca.

—No sé de qué estás hablando y tampoco pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. —murmura. —Quiero que salgas de mi casa ahora mismo.

Alguien más entra en la habitación dándome cuenta de que es Sarahí. Quien me ve de arriba a abajo con una sonrisa de superioridad y burla.

—Tu. —le enfrento. —Dile a tu padre que me devuelva a mi hijo, maldita perra.

—¿Estás loquita? —se burla. —Apuesto a qué ese niño no es tuyo, es lindo, hasta me cayó bien.

Las lágrimas me brotan por la rabia y la impotencia que siento.

—¿Qué es lo quieren? —las miro a ambas. —¿Tan amenazadas se sienten que tienen que meterse con un niño? ¡Un niño que es su nieto, que lleva su sangre! —me acerco a ella. —Un niño que pudo llamarla abuela si tan solo se hubiera ganado ese puto derecho.

Da un paso atrás y de reojo veo como Zari le corta el paso a Sarahí tomándola del cabello y clavándole las uñas en el cuello.

—Quieta ahí, pelos de elote.

Yo me concentro en Margaret.

—A usted lo que le cala es que la haya expuesto frente a sus hijos, frente a los únicos tres que aún la respetaban y la amaban, porque el amor de Cameron lo perdió hace muchísimo tiempo. —la acorralo contra el mueble. —¿Por qué nunca lo quiso? ¿Por qué permitió que siendo un niño se callara todo lo que su tío le estaba haciendo? ¡Su puto hermano abusó de él durante años y usted no hizo nada! ¡Usted lo calló, usted le pidió que no le dijera nada a su padre! ¡Su propio hijo siendo un niño de tan solo ocho años cargó con un peso tan grande que me sorprende que siga de pie!

En su mirada hay desesperación.

—No lo entiendo, no entiendo cómo siendo madre nunca le importó. —me limpio las lágrimas. —¡Yo siento que me muero sin mi hijo! ¡Yo siento que me ahogo en un mar abierto sin él! No sé si está bien, no sé si lo han maltratado, no sé cuándo volverá conmigo y eso me mata, cada segundo que pasó lejos de él me está matando y siento que una parte de mi alma se muere poco a poco. Me duele demasiado mi hijo, me duele porque salió de mi, me duele porque lo tuve en vientre nueve meses y lo cargué siendo un bebé, lo alimenté, lo cuidé y ahora…ahora está lejos de mi.

Respira hondo dejando salir un par de lágrimas que parecen falsas.

—Esa es la diferencia, Cameron no salió de mi. —confiesa. —Mi esposo llegó con él un año después de casarnos, yo había tenido dos abortos y él quería un hijo, un hijo que yo en ese momento no podía darle. —doy un paso atrás. —Así que llegó con el bebé, era de su hermana, había fallecido en un accidente y en su testamento tenía estipulado que él lo cuidaría, así que aceptó.

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