Capítulo 2: Él

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Desde aquella noche, Boun Noppanut tenía un peso en el estómago, una sensación de vergüenza.  Cuando estaba acompañado se imaginaba que todos sabían lo sucio y poco honorable que era.

Siempre se había tenido a sí mismo como una persona responsable, una buena persona.  Alfa en una familia de alfas, ya había sido padrino de boda de su hermano mayor y del primer hijo de éste.  No tenía ni le habían metido prisa para casarse.  Entendían que quisiera esperar un poco más, movido por la idea romántica de que existía el alma gemela.

Sus padres ya le habían pagado unos buenos estudios y ayudado a empezar a volar.  Había demostrado ser bueno en su trabajo, había ido ascendiendo y era el orgullo de sus padres.  Su hermano mayor se había casado con una omega que les gustaba pero que no pertenecía a su círculo, era una actriz y fotógrafa y eso era mucha exhibición para una omega, pero la toleraban porque su matrimonio era un ejemplo de amor y respeto.  Su hermana pequeña era también alfa y se había casado a los dieciocho y fugado de casa con un empleado de sus padres.  A Boun le caía bien.  Su hermana era muy feliz y madre de dos niños, y siempre le decía que llegado el momento escuchara a su corazón.

El último cumpleaños sus padres ya le habían insinuado que debería empezar a pensar en casarse.  Que si no conocía a ningún omega, ellos podían presentarle alguno.

Boun solo había tenido una pareja oficial.  Un chico al que había conocido haciendo un master, que había llegado a presentar a sus padres pero con el que el amor se había ido apagando como una fogata en la noche.  Sus padres le preguntaban mucho por el.  Hacía ya dos años de su ruptura, eran amigos y su ex ya estaba rehaciendo su vida.

Había tenido amantes, fundamentalmente betas y algún omega, pero siempre procuraba ser un amante atento, respetuoso y tenía la norma de no acostarse con alguien que estuviera fuera de poder consentir.

Hasta hacía unas semanas.  Para ser honestos, nunca pensó en tener sexo con ese chico. Pero estaba emitiendo feromonas, bailaba provocativamente y estaba muy borracho.  Su primera intención había sido ser el caballero de brillante armadura que le dejara sano y salvo en casa.

Pero esa noche había sido el día en que había cenado con sus padres para celebrar su nuevo destino de trabajo.  Estos le habían agotado con fotos de sus nietos y preguntas sobre si no había conocido a nadie.

Había bebido vino con la cena, pero estaba bastante sobrio cuando pidió al taxista que le llevara a ese club.  Prefirió no llevar su coche, porque había bebido e iba a beber.  Necesitaba alcohol como analgésico para la herida que le causaban sus padres sin quererlo.

Él solo quería conocer al adecuado.  Si, ya tenía treinta.  Lo ponía en su licencia de conducir.  Tenía un buen trabajo y todo el mundo le miraba de un modo extraño por no estar casado.  Era gay, si, pero a nadie le importaba ya eso esos días.

Esa noche solo había querido olvidar, emborracharse y quizás proponerle a un beta una noche de diversión pero ese omega se cruzó en su vida.

Sintió una atracción instantánea pero lo achacó a que estaba caliente y él omega entrando en celo.  Además, había intentado seducirle y Boun tuvo que poner toda su fuerza de voluntad en recordarse que no estaba en condiciones de decidir nada.

Le había preguntado la dirección, y tras un rato de tira y afloja él omega le había dejado su teléfono móvil donde tenía su dirección.

El taxista no puso buena cara, pero al menos llegaron a destino sin que el chico vomitara el taxi.

Iba a dejarle solo en el taxi, pero el chico estaba muy ebrio y olía a celo.  El taxista le comentó algo sobre que un buen alfa sabía cuidar a su pareja y no dejarle salir y beber estando en celo.

Boun no le desmintió su certeza de que era su pareja.  En condiciones normales hubiera intentado algo con él.  Era muy guapo, con unos labios gruesos y las mejillas rojas por el alcohol.

Le llevo hasta su apartamento.  Dejarlo ahí e irse.  Quizás dejarle su contacto para una próxima vez.  Le gustaba.  No era para nada el tipo de hombre que le gustaba, pero por algún motivo...

Entonces él omega cerró la puerta y se arrojó sobre él.  El cerebro de Boun dejó de funcionar.  Recordaba con detalle cada momento de esa noche, pero al día siguiente no sabría decir porqué no fue dueño de su voluntad.

Aquel chico le atraía como nadie antes.  Y ese olor... evidentemente nunca se había acostado con un omega en celo.  Habían caído sobre la cama y casi arrancado la ropa.  Boun le detuvo un momento para buscar un condón, pero cuando fue a ponerlo se rompió.  Iba a preguntarle si tenía más cuando el otro hombre le besó y ya su mente perdió toda capacidad de raciocinio.  Le había penetrado esa primera vez, pero no podía recordar si había eyaculado fuera.  Luego había venido una larga sesión de besos, caricias y lametones.  Recordaba haber lamido sus muslos y humedecerse con su lubricación natural.  Recordaba que el otro hombre le había masturbado acariciándole el pene mientras él lo estimulaba con los dedos.  Finalmente volvían a estar lo suficientemente excitados para volver a tener sexo completo.

Boun no había olvidado esa noche.  Ni a ese hombre.  Ahora era como si cada omega atractivo que le sintiese fuese una pálida sombra de aquel desconocido.

Había cometido un error horrible.  Lo peor que podía hacer un alfa.  Se había acostado con un omega sin usar protección y se había ido sin dejarle un número de contacto por si ocurría cualquier cosa.

Seguramente había eyaculado fuera, el chico se había despertado con resaca y tan avergonzado como él y había seguido su vida sin recordarle para nada.

Estaba esperando el ascensor.  Empezaba en ese nuevo puesto, un ascenso que implicaba cambio de edificio.  Le había ofrecido el trabajo Ohm, un viejo amigo de la Universidad.  Le habían hecho un chequeo médico y afortunadamente no tenía ninguna enfermedad de transmisión sexual.

Ahora solo quedaba olvidarle y seguir su vida.

Entonces notó como una fuerza superior a ninguna otra, como la gravedad atrayéndote al suelo.  Le miraban.  Sus ojos hicieron contacto un segundo con un omega.  Uno de ojos oscuros y labios gruesos, con un lunar en la cadera y al que no había podido olvidar.

Y fue justo entonces cuando su mente le dijo que era EL.  El indicado.  Su alma gemela.

Quiso darse la vuelta, pero la marea de gente le empujó al ascensor.

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