—¡Minho! —la fuerte voz de Ares, hizo que el menor se sobresaltara, buscando con unos desesperados ojos a su padre, quien desde abajo lo observaba furioso.

Con una pequeña seña de su dedo índice, Ares ordenó al menor a bajar de la altura de esas piedras. Minho obedeció de inmediato y corrió directo a su padre, con Seungmin y Chris siguiéndolo.

—¿Empujaste a Jisung por el barranco? —preguntó Ares, con una voz gruesa, cargada de rabia.

—¿Qué? —intervino Jisung, apartando de su rostro varios mechones empapados que se pegaban a sus ojos—. ¿Me empujaste? —volvió a preguntar cerca de Minho.

—¿No recuerdas? —interrumpió Seungmin, en lo que el pelinegro sacudió su cabeza.

—No es para tanto. —dijo Minho, alzando sus manos—. Entré a su mente y me lancé de clavado al mar. Quise divertirme un poco y lo hice usando el cuerpo de Jisung, para evitarme la molestia de dañar mi traje o mi cabello.

Abriendo los ojos grandemente, Jisung se abalanzó hacia él pero fue tomado con fuerza del brazo de Ares.

—¿¡Por qué lo has hecho!? ¡No uses tus malditos poderes en mi! —exclamó el pelinegro, luchando por liberarse de los brazos del padre de Minho, pero le resultaba imposible.

—Para que aprendas a respetarme. —soltó Minho entre dientes.

—¡No respeto a dioses como tú!

—¡Basta! —intervino Ares, casi en un grito—. Ninguno de los dos merece el respeto de nadie. ¡No parecen dioses! Dan vergüenza.

Ambos bajaron la mirada, apenados con la reacción del mayor, que aunque odiaban reconocerlo, llevaba razón.

—Ahora vayan al campo. —ordenó Ares—. Cada uno tomará una espada, sin ningún escudo. —dando pequeños pasos hacia ellos, los miró con detalle—. Porque si no lo sabían, el entrenamiento de hoy se los daré yo, y me encargaré de que dejen en el campo todas sus diferencias.

Jisung tragó saliva ante la seriedad del mayor y le dedicó una rápida mirada a Minho, notando que también se mostraba nervioso. Rodeados de la pesada atmósfera y siendo víctimas del incómodo silencio, los dos caminaron al punto que Ares les indicaba, el centro de un inmenso campo, con el sol enterrándose en sus frentes.

—Pónganse en posición de ataque. —ordenó Ares, diagonal a ellos, con los brazos cruzados y una temible mirada.

Dudosos y consumidos por los nervios, ambos obedecieron sin refutar. Alzaron sus espadas, situándolas frente a ellos, inseguros de sus propios movimientos.

—Empiecen. —añadió el mayor, lo que hizo que ambos lo miraran con terror.

—Pero, padre... —murmuró Minho, bajando la espada—. No nos has explicado nada.

—Y no lo haré. —Ares le echó un rápido vistazo a los demás dioses que rodeaban a los menores—. Como castigo por sus malos comportamientos. —finalizó, volviendo su atención a Minho.

—Vamos, eres el hijo del dios de la guerra. —intervino Changbin entre risas—. El que debería estar rezando es Jisung.

—Es mi hijo pero solo sabe manejar los encantos de su madre, nunca le ha importado la guerra. —repuso Ares.

Forzando una media sonrisa que iba muy bien dedicada a su padre, Minho alzó nuevamente la espada y observó a Jisung, seguro de que debía atacar o no saldría nunca de ese campo.

Sentado en el pasto, a un lado de Jeongin, Hyunjin detallaba las posiciones de ambos, estaba claro que Minho no tenía ningún conocimiento con respecto a técnicas de ataque con espada. Sostenía mal su arma y no separaba sus pies.
No era un experto en el tema, pero su padre Hades se había encargado de enseñarle lo primordial desde que era un niño, de esa forma pudo darse cuenta que su amigo no tendría buenos resultados en ese enfrentamiento.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora