Habían pasado dos semanas. Las chicas habían quedado en grupo cuatro veces más y, aunque tanto Camila como Lauren quisieron estar a solas, no había existido la oportunidad. Sobre todo porque no podían escaquearse de sus salidas en grupo, porque Lauren tenía que acercar cuando terminara a todas las chicas a su casa.
El caso es que el único momento que Camila y Lauren hablaban sin nadie delante era cuando se llamaban por teléfono antes de irse a dormir.
Otro factor que contribuyó a que aquello se prolongara durante dos largas semanas, eran los exámenes que ambas chicas tenían y los entrenamientos de Lauren preparatorios para el primer partido del campeonato. La segunda semana, habían entrenado todos los días y, aunque no eran entrenamientos físicamente agotadores, a Lauren le costaba rendir al 100% estando en ayunas. Sin embargo, nadie parecía haberse dado cuenta.

Lauren había buscado en Internet el por qué de su malestar aquel día en el Brew y le habían salido multitud de páginas explicando los "efectos secundarios" de las ayunas. En una de estas páginas, había encontrado una chica que explicaba cómo ayunar de buena forma, cómo vomitar sin que tus padres se den cuenta y demás frases motivadoras de la cual Lauren dejó una grabada en su mente:

"Cuando el estómago esté rugiendo, no pienses que te pide comida, sino que te aplaude por ser tan valiente"

Lauren encontraba vergonzosas este tipo de páginas ya que "puede ser letal si cae en manos equivocadas". Sí, porque ella no se daba cuenta, de que sus manos, quizás, ya también estuvieran un poco manchadas. De hecho, aquel día, el día del partido de octavos de final contra Fairfax, Lauren había colocado su meta un poco más alta, o baja.

Todo comenzó ese mismo sábado, cuando se levantó a las 8,00 a.m para prepararse, ya que el partido tendría lugar en el estadio de Miami (lo que era una gran ventaja), a las 11, pero tendría que estar allí a las 9.

Camz.
"Buenos días, capitana. ¿Lista para salir por la puerta grande? Tengo una propuesta que hacerte..." 07:59

Lauren.
"Buenos días Camz. Dime qué tienes para mí" 08:05

Camz.
"Había pensado que, quizás, te gustaría almorzar conmigo después del partido. Ya sabes, tú y yo" 08:07

Lauren.
"Eso sería genial, Camz." 08:07

Camz.
"Si ganamos, invitas. Si perdemos, invito." 08:08

Lauren.
"Me dejaré ganar entonces." 08:09

Camz.
"No vale hacer trampas. Corre a arreglarte o llegarás tarde" 08:09

Lauren.
"Nos vemos en el partido, Camz." 08:09

Camz.
"Estaré esperándote, Lolo" 08:10

Lauren estaba contenta. Estaba feliz aquel día y no sabía por qué, hacia más de dos semanas que no se levantaba tan extremadamente feliz. Fue al baño y, como si no lo hubiera estado haciendo a diario, sacó la báscula de su escondite y se pesó.

"49'9. Wow, eres realmente buena, Lauren. Quizás si llegaras a 48..."

Se miró al espejo, aún se veía gorda. Su madre la había llevado a su médico de familia, que le había hecho un análisis de sangre para saber por qué estaba perdiendo tanto peso tan rápido. Obviamente, no salió nada defectuoso y Lauren no pudo culpar a la anemia, ni otra cosa por el estilo.
Sin embargo, aunque el médico sospechó innumerable cantidad de veces a lo que Lauren le contaba, su madre parecía no darse cuenta de que Lauren escondía la comida en un hueco que había debajo de la mesa, y que su ofrecimiento a recoger todos los platos y fregarlos, no eran más que el mero interés de recoger los restos de comida, que luego tiraba por el retrete.
Y hablando de retrete, Lauren no había, ni si quiera pensado, en devolver la comida que había tomado ni una sola vez más. Probablemente, porque todo estaba yendo bien con su escondite.

El destino de la casualidad (Camren)Where stories live. Discover now