Cap 39: Los inicios

3.9K 543 227
                                    

Las embarcaciones de Gusu Lan desaparecen de la vista del muelle ya en la noche. Lan Huan sostiene la baja de su espalda con la plasma de su mano, pero la aprehensión aprieta a su pecho mientras ve las leves señales de llanto y vulnerabilidad en Jiang Cheng, por mucho que intentó cubrirlas. Por mucho que se esforzó de ocultar su borrachera para hacer una despedida digna.

—¿Vas a quedarte esta noche, Jin Ling? —pregunta Jiang Cheng. Lan Huan puede notar desde su lugar la mirada preocupada que Jin Rulan le dirige a su tío, como si buscara desentrañar todo lo que pudiera haberlo quebrado a este punto.

—Informé que llegaría esta noche a la torre, no puedo seguir cargando a Jin Chan con mis deberes.

—Entonces, ve con cuidado.

Lan Huan baja su mirada hacia la madera oscurecida. Solo algunas lámparas iluminan el camino hacia el borde y apenas se pueden ver algunos retoños danzantes por el viento sobre las aguas, cerrados, escondidos en espera del sol. Piensa en los ojos de Wei Wuxian cuando los fue a buscar en la oficina preocupado por la demora: estaban rojos y pequeños, pero le sonrío como si hubiera esperado por toda una vida está reunión y Lan Huan temió. De forma absurda e incoherente, temió. Su esposo estaba de píe, contra el escritorio, pareciendo recuperar la compostura, con su rostro lleno de rojo, rosa y lágrimas.

—A-Ling —escucha a su esposo y se obliga a levantar la mirada. Jin Rulan ya está en el borde del muelle sacando su espada. Se gira con sus ojos preocupados y el viento empuja su larga cola de cabello hacía un lado—. Ven acá, mocoso.

Jin Rulan lo hace. Guarda de nuevo su espada y avanza con la tensión en sus músculos, puede notarlo. Cuando está lo suficiente cerca, Jiang Cheng alarga la mano para posarla sobre su brazo, ya que tiene más altura como para ponerla sobre su hombro. Jin Rulan, el líder de Lanling Jin y uno de los líderes más jóvenes de Jianghu, vuelve a ser un niño cuando recibe ese toque.

—Deja de tragar vinagre por el mocoso Su.

—¿Quién dijo que me preocupa Su-zhongzhu? —responde altanero, pero Lan Huan puede detectar la fluctuación de su voz.

—Más vale que tengas bien en claro tu lugar, mocoso, y no entres en rivalidades absurdas. Él tiene su jiugong.

—Pues que vaya a pedirle consejo a su jiugong entonces.

—Mocoso...

Es un abrazo incómodo, tanto por el brazo de Jiang Cheng herido, como por la dificultad que tienen ambos para comunicarse a través de esos gestos. Pero ese abrazo incómodo Jin Rulan lo transforma en uno muy sentido cuando pega su nariz contra la cabeza de Jiang Cheng y aprieta un poco más su espalda. Jiang Cheng lo acepta, sin dudar.

—No hagas tonterías mientras no estoy —susurra Jin Rulan.

Lan Huan decide hacer distancia para darles privacidad y aprieta sus manos contra la espalda. Logra escuchar un «Esa es mi línea, mocoso» y un resoplido. Jin Rulan se niega a soltarlo a pesar de que la noche avanza y el viento sigue golpeandolos. Los acompaña el sonido de las telas golpeadas por la brisa.

—Y tengo claro mi lugar —murmura, al separarse—. Hasta que lleguen mis biaomeis o biaodis.

—Aún cuando lleguen tus biaomeis o biaodis, tu lugar se mantiene, A-Ling.

—¡Claro que lo sé! —Jin Rulan suelta, con una voz tan llena de sentimientos que se siente pesada en el aire—. ¡Van a necesitar de su gege para que aprendan a volar cometas y a pelar semillas de lotos porque su a-die va a estar con las nariz pegada en el libro de impuestos!

—¡Mocoso ingrato! ¿Acaso olvidas quién te enseñó todo eso?

Jin Rulan resopla en respuesta y, congestionado, porque puede notar el rojo en su nariz, se da la vuelta.

(No) Nos amamos (MDZS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora