Gavi Chía (Lewavi, Lewandado)

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Gavi caminaba con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera bajo la fina llovizna que había comenzado a caer desde hace un rato, como si el cielo presagiara lo funesto de su cometido. Pedri le había aconsejado no hacerlo, dejar fluir las cosas y hacer como si no lo hubiera descubierto, o en el mejor de los casos, encararlo y dejarlo por sus mentiras.

Pero no, Gavi estaba tan profunda e intensamente enamorado de Robert que consideraba imposible el separarse de él. Lo amaba tanto que había decidido que lo mejor era buscar a esa persona que era el tercero en discordia en su historia de amor y hacerle saber de una vez por todas que él existía, que amaba a quien se juraba su esposo, que pronto llevaría su marca y se enlazarían como alfa y omega.

Pedri, su mejor amigo y casi hermano decía que era una idea terrible, que en el mejor de los casos terminaba con un bien merecido portazo en la cara. Pero es que él no podía simplemente evitar hablarlo, quería hacer saber a ese tal Andrés que a quien amaba Robert no era a él, que Robert llevaba, al igual que él, su nombre tatuado a fuego en su piel a fuerza de besos y caricias apasionadas.

Llamó a la puerta cuando la tormenta comenzaba a arreciar, esperando que el tipo tuviera la amabilidad de dejarlo pasar y refugiarse de la lluvia mientras decía lo que tenía que decirle.

Claro que no esperó que quien abriera la puerta fuera un niño pequeño, ni que ese niño fuera el menor de tres hermanos. Por un momento pensó en mejor largarse y decirle a Robert que era suficiente, que lo mejor era terminar todo y dejar que las cosas retomaran su viajo cause; pero entonces un hombre un poco más bajo que él y de apariencia amable apareció tras el niño.

—Andrés, ve con tus hermanos, ya te dije que no abras tú la puerta— Regañó el hombre al pequeño niño. —Hola, ¿qué se te ofrece? — Dijo finalmente prestándole atención a Pablo, quien a sus ojos no era más que un adolescente con apariencia de estar perdido y con los hombros mojados a causa de la lluvia.

—Vengo a hablar contigo. Es sobre Robert.

La expresión amable del hombre cambió en ese momento, solo eso necesitó Gavi para saber que él lo sabía, o que al menos sospechaba de lo que su esposo había estado haciendo todas esas veces que decía tener viajes de negocios y en realidad las pasaba a su lado, amándose bajo la sombra de algún hotel caro tras cenar en los mejores restaurantes.

—Niños, vayan a su cuarto— Dijo Andrés intentando aparentar normalidad ante sus hijos.

—Pero estamos viendo Mulan— Reclamó la única niña.

—Pues la ven ahí, pero vayan o no cenamos pizza.

La niña apagó el televisor y encabezó la marcha perdiéndose por el pasillo, seguida de sus hermanos.

Andrés se hizo a un lado entonces, dejando que Gavi atravesara el umbral y saliera de la lluvia.

—¿Quién eres y qué necesitas hablar de mi esposo?

A Gavi no le pasó desapercibido el énfasis que hizo el hombre en las últimas dos palabras, reforzando su idea de que el hombre algo sabía respecto a las infidelidades de su esposo. El chico simplemente se quedó en silencio, porque ese hombre ligeramente más bajo que él imponía y lo hacía sentirse nervioso, ya no estaba ni remotamente tan seguro de lo que estaba haciendo, pero no podía simplemente echarse atrás ahora que estaba aquí.

—Soy Pablo Gavira, salgo con tu esposo. Aunque primero tengo que decir que cuando supe toda la verdad ya había pasado tiempo, él ya era importante para mí y yo... yo lo...

—¿Lo amabas? — Interrumpió Andrés, quien ahora buscaba en la barra hasta dar con una botella de tequila y dos vasos en los cuales servir el fortísimo licor. —Ya sé quien eres tú. Tu aroma es el mismo que he sentido varias veces en la ropa de mi alfa. Y créeme, no me importa si lo supiste desde el principio u hoy mismo, eres su amante, no más que eso.

Pablo supo entonces que esto no saldría bien, que se avecinaba una batalla campal con el otro omega y que Pedri, bendito Pedri, de nuevo tenía razón, que hubiera sido mejor nunca aparecer aquí y seguir junto a Robert sin más, sin preocuparse por decirle a su esposo que mejor se quitara del camino pues ellos se amaban.

—Cuando supe que existías quise venir y hablar contigo, dejarte en claro que nunca quise quitarte a tu alfa, pero desde que lo conocí conectamos tan profundamente que yo sé que somos el uno para el otro.

Andrés soltó una risa mientras regresaba a su lado y le ponía en las manos un pequeño vaso con el licor que había servido.

—Y vaya que debieron haber conectado profundo, porque mi esposo hace meses que no me toca con la misma pación que lo hacía antes. Creo que no tiene tantas ganas ahora que alguien más le está abriendo las piernas.

Ok, Gavi había acudido en son de paz, pero si este hombre quería jugar de esa manera, entonces él también lo haría, porque no era de quedarse callado, sabía defenderse incluso en un enredo como este en el que él apenas había tenido culpa, pues no lo sabía. Si Andrés prefería culparlo a él en lugar del verdadero culpable entonces podía hacer lo mismo y sacar las garras, hacerle saber que no pensaba hacerse a un lado y dejarlos en paz, pues él estaba enamorado de Robert y no lo dejaría.

—Creo que no es por eso por lo que prefiere estar conmigo, porque desde antes de mí tenía quien le abriera las piernas— Dijo con una mirada retadora en sus ojos. —Quizá es simplemente que yo le gusto más y ya.

—Yo no voy a dejar que ningún morrito gachupín pendejo me venga a cantar la de señora, así que si tanto te gusta mi esposo pues a la verga, vemos de qué cuero salen más correas y a quien quiera más al final.

—Pues hasta ahora ha demostrado que me quiere más a mí, porque estando contigo me buscó — Dijo Gavi sintiendo que ahora tenía que defenderse del otro a como diera lugar, aún eso fuera reclamar su lugar de amante.

—Cuando los alfas buscan en otros lugares no buscan algo mejor, buscan algo más fácil, niño —Dicho esto vació de un trago el caballito de tequila que tenía en la mano y se fue a buscar un poco más —Anda, anda. Tómate el tequila, que aquí vamos a estar un buen rato. No te vas hasta que Robert llegue y nos aclare esto.

Gavi lo imitó y bebió de un trago su bebida, dejando sobre la mesa de centro su vaso.

—Yo ya cumplí mi cometido al venir a hablar contigo. Ya sabes lo que está pasando entre tu esposo y yo, así que no tengo más que hacer aquí.

—Oh no, Pablo. Te vas a quedar y vas a escuchar de sus labios que a quien quiere es a mí, que no va a dejarme por alguien como tú que seguro no le costó nada llevarse a la cama.

—En serio, no quiero que tengas que escuchar que a quien van a dejar es a ti. Te digo, él y yo nos amamos. Desde el día en que nos conocimos no ha pasado más de tres días sin que reciba flores o regalos, todas las mañanas me despierto con un mensaje de buenos días, y él me...

Andrés lo interrumpió soltando una sonora carcajada en ese momento, pues esa historia se la sabía muy bien. Él también había recibido incesantemente regalos, aún los recibía en momentos inesperados y en las fechas claramente señaladas. La neta hasta cierto punto el niño le daba ternura y tristeza, porque no sabía como se las gastaba su esposo, se veía un niño todo chiquito, poco más que un adolescente bien parecido y al que seguro Robert le había quitado lo inocente. Si él fuera alfa también se decantaría por tal omega.

—Niño, yo amanezco cada mañana a su lado, nada de lo que puedas decirme va a impresionarme. Aquí el esposo soy yo, el único que lleva las de ganar por mucho que te prometiera el cielo y las estrellas. No me importa que tanto te llene de regalos, que tanto te diga que te ama, no es verdad. Porque, niño, no nos ama ni a ti ni a mí. Está jugando, y solo quiero que escuches de sus labios que eso eres para él: un juego.

Gavi tuvo que contener las ganas de llorar en ese momento, porque le estaba diciendo lo mismo que Pedri le había dicho y lo que él mismo había pensado en algún momento. Sin embargo amaba a Robert más de lo que nunca creyó posible, así que mandó a la mierda toda su tristeza y pensó la respuesta más ingeniosa que había escapado de sus labios.

Sin embargo no llegó a decirlo, porque el ruido en la puerta predijo la llegada del hombre que había causado semejante alboroto. 

Amor en la cancha Where stories live. Discover now