Yo no seré futbolista 2/3

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—Por favor.

—No.

—Por favor.

—Ya te dije que no, Guillermo. Y si seguís insistiendo solo vas a colmarme la paciencia.

—Al menos dime por qué no quieres ir a verme jugar.

Messi despegó los ojos de la computadora en donde había estado escribiendo lo que sería el capítulo final de su tesis. A su alrededor se amontonaban un montón de libros marcados con post-its de colores, artículos impresos y un cuaderno lleno de notas garabateadas aprisa.

—Porque estoy terminando mi tesis, cosa que vos deberías estar haciendo también— Volvió su vista a la pantalla antes de agregar —A demás ustedes siempre pierden.

—No perdemos siempre, solo han sido tres veces.

—¿De cuantos juegos que ha tenido?

Memo bajó la vista al piso en modo resignado.

—De tres.

—Andá a terminar tu tesis mejor, que aún te faltan un montón de capítulos.

Ochoa se subió a su cuarto bien resignado, porque la verdad es que le hacía ilusión que su chikistrikis lo fuera a ver jugar una vez al menos.

Tenía poquito que entre sus amigos se habían hecho un equipo de fut y ahora jugaban en la super liga de la colonia. Era neta eso de que siempre perdían, pero al menos se divertían y al final de cada partido no faltaba quien sacara las chelas. En pocas palabras: se divertía. Pero estaba el detalle de que a todos sus amigos los iban a ver sus vatos o novias menos a él y eso estaba bien sad.

Ya todo achicopalado se cambió, agarró sus cosas y se dispuso a irse.

—Ya me voy, Leo. Vamos a estar en las canchas, por si te animas a ir.

—Ya te dije que tengo que terminar esto y que no voy a ir— Respondió Lionel, y ni la vista despegó de lo que estaba bien apurado escribiendo.

Memito no andaba con la mente en el juego. A pesar de que estaba cumpliendo bastante bien con su papel de portero, su mente se había quedado con Leo en el apartamento. Aunque hacía como que no le importaba, la verdad sentía feo que su novio no lo apoyara ni poquito en algo que le gustaba tanto.

—¿Quién es el mamón ese del libro? —Preguntó el Javier, mejor conocido en el barrio como Chicharito.

Memo siguió su vista y hasta el humor le cambió y empezó a sonreír como pendejo, porque ahí, en las gradas, estaba sentado Messi con un libro en las manos. Chance no estaba viendo el juego, pero estaba ahí y con eso él ya era la persona más feliz del mundo.

O al menos lo fue hasta que por andar de pendejo no vio que un jugador del equipo contrario venía corriendo hacia él y tuvo la suerte de parar el gol, pero con la purita jeta.

—¿Ya ves como no siempre perdemos, pulga? —Dijo un muy feliz Ochoa, al que nada más se le había inflamado poquito la mitad de la cara por tremendo balonazo.

—No perdieron porque vine yo. Soy de la buena suerte— Respondió Leo besando la mejilla de su novio.

—Eso no te lo voy a negar, eres de la buena suerte.

—Lastima que seas portero y no me puedas dedicar un gol. 

Amor en la cancha Where stories live. Discover now