Consolando

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—Perdóname Memo, vos sabés que lo di todo— Murmuró el delantero argentino. 

La cabeza de su alfa estaba recargada en su hombro, el arquero mexicano estaba a punto de ponerse a llorar y Messi no podía dejar de sentirse culpable de no haber atinado a meter ese penal que perfectamente pudo haber sido lo que diera el pase a la selección mexicana sobre Polonia. 

—No mi amor, no pidas perdón. No fue tu culpa. Yo de pendejo todavía me dejé meter un gol. 

Pero por mucho que Ochoa dijera eso, Lionel no podía dejar de pensar que todo eso era en parte su culpa. 

Si bien amos futbolistas se habían repetido una y otra vez que lo que sucediera en la cancha se quedaba en la cancha y lo que pasara en su cama se quedaba en su cama, para alfa y omega era imposible no sentir que defraudaban al contrario cada vez que uno anotaba o el otro detenía lo que sería un efectivo gol. 

—¿Hay algo que pueda hacer para consolarte?

Ni bien Lionel había pronunciado las palabras, Guillermo ya le estaba comiendo los labios, dejando más que claro lo que podían hacer para celebrar a uno y consolar al otro. 

Manos se hundieron en el cabello rizado de uno, mientras la cintura del otro era apretada con ansia, tratando de unir sus cuerpos tanto como fuera humanamente posible. Pronto los labios de Ochoa bajaban por la mandíbula del contrario, hasta llegar a su cuello y la unión con su hombro, al lugar exacto en el que reposaba la marca de unión que los volvía una pareja irrompible, que mezclaba sus olores y alejaba a alfas y omegas si es que alguien se atrevía a posar sus ojos en lo que ya era propiedad privada. 

Pronto la ropa estuvo de más y la piel desnuda se perló de sudor mientras los gemidos de placer inundaban la habitación. 

—¡LO VAS A ROMPER, MAMÓN! — Se escuchó gritar la voz de Lozano, que pasaba frente a la habitación que compartían el arquero y el delantero. 

—Cállate a la verga, wey. Deja de andar de pinche raro— Fue la respuesta de Ochoa. 

Messi, debajo de él y con las piernas rodeando la cadera del contrario solo atinó a cubrir su rostro con sus manos y reír ocultando su vergüenza por haber sido escuchados en ese momento tan íntimo. 

—Ignóralo— Dijo, atrayendo al alfa para otro beso que lo regresara al mod adecuado en el que pudiera volver a darle todo lo que ambos deseaban. 

Puede que Messi la metiera en la cancha, pero en la cama, el que la metía y muy bien era el guardameta. De eso el argentino era más que consiente. 

Pronto los gemidos aumentaron de intensidad mientras sus cuerpos se movían con mayor fiereza; uñas se clavaban en la piel de la espalda ajena mientras que las grandes manos del mexicano dejaban marcar violetas en las caderas del argentino. Sus lenguas buscaban conquistar el territorio en la boca ajena así como Texas fue conquistado por Estados Unidos y Las Malvinas por Inglaterra. 

Los gemidos se ahogaron en sus bocas, sin embargo se separaron para gemir el nombre del contrario mientras ambos llegaban al orgasmo, viéndose a los ojos y pensando en silencio en lo mucho que se amaban y se seguían deseando a pesar del tiempo que ya llevaban juntos. 

—¿Seguís triste? — Preguntó Messi al sentir como Ochoa se retiraba, saliendo de su interior. 

—¿Después de cogerte? Se me reinició la vida. 

Messi dio un golpe juguetón en el hombro del contrario. Ambos rieron y se besaron. 

Puede que la selección mexicana hubiera sido eliminada en fase de grupos, pero al menos se tenían el uno al otro. 

Amor en la cancha Where stories live. Discover now