Amor en la cancha

Ojos de bar

Que breve fue tu presencia en mi hastío, que tibias fueron tu mano y tu voz.

Su precensia fue breve. Su voz y sus manos se sintieron tibias sobre mi, pero fueron sus ojos, esos castaños ojos, los que me enamoraron.

Tenía ojos de bar, esos que cuentan mil historias con solo mirar a sus pupilas; un cigarrillo en sus labios de sonrisa melancólica; la tristeza en el alma y la mentira grabada a fuego en la mente.

Te veía sin mirar, te escuchaba sin oir, cuando hablaba el mundo se callaba y se detenía a escuchar.

Le gustaba el mar porque le recordaba a su padre, ese del que la ultima vez que escucho su nombre fue respondido por un Presente dicho por las voces de todos los integrantes del pelotón al que pertenecía, luego una salva, el toque de silencio y desapareció para siempre de su vida.

Caminaba descalzo, cantaba a la media noche y cuando nadie lo veía bailaba sin ropa.

Lo conocí de a poco, desnudó su alma ante mi, lo vi frágil e indefenso. Y luego, cuando decidió que me había arreglado, se fue.

Aun lo siento cuando escucho un tango, cuando el sabor de una cerveza me parece amargo, cuando mis pies tocan la tierra.

Él llego y se fue cual viento que desorden y pasa.

No se a donde se fue, pero se que en donde esta no quiere que le busque. Se fue porque era momento, se fue porque su trabajo estaba echo. Se fue porque la vida sigue, aun sin él, aun sin mi, aun sin nadie.

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Hay premio para el que averigüe quien narra
Raza, ando inspirado, así que hoy toca actualización triple, porque son dos de aquí y uno de Juego de caballeros. Creo. Si no, como sea aquí hay doble actu