22.- Hormonas (TodoSero)

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Sero se llevó las manos al cabello con desesperación, llevaba semanas siendo padre primerizo y aunque todo era una locura, solo esa ultima semana desearía poder matar a todo el mundo.

Había leído muchos libros cuando había quedado en cinta, tenía un millón de dudas, incluso cuando el padre de su pequeño lo rechazó, había tenido cierto control sobre todo lo que le estaba pasando, pero en ese momento, en ese extraño y terrible momento, en el que Shoto caminaba con su pequeño en los brazos, susurrándole una canción de cuna, haciendo que su cuerpo se pusiera demasiado "caliente"

Sero había conocido a Shoto demasiado tiempo atrás como para recordarlo y era su crush desde siempre, pero por su forma de ser, su situación económica, su vida en general, había terminado por ser algo simple, un amor platónico, por lo que, ahora todo parecía una simple locura.

Hanta aprovechó que Shoto no lo estaba mirando y que su bebé estaba dormido, para acortar su distancia al baño donde cerrando la puerta dejó salir el calor el aire caliente que se acumulaba en sus pulmones.

—Vamos Sero, no puedes enamorarte...

Sero sintió su miembro apretado contra sus pantalones, la imagen de Shoto era increíble, era uno de sus mayores deseos en la vida, pero su pequeño era el cable a tierra.

Se mojó el rostro incomodo, había bajado la cabeza, encontrándose con como su vientre ya no era plano como en sus mejores tiempos, por lo que todo ese "calor" se había convertido en vergüenza, cómo si quiera podía imaginar en tener algo con alguien como Shoto, cuando su cuerpo estaba en esa forma.

Un nudo tremendo se posó en su garganta, su cuerpo estaba horrible, había subido de peso y su piel se había llenado de estrías, ¿cómo si quiera en su cabeza había podido pasar la estúpida idea de que Shoto lo mirara?

Era verdad, desde que había comentado su embarazo en el universidad, sus compañeros y amigos se habían mostrado presentes y con tremenda disposición para apoyarlo, por lo que, un proceso que había iniciado bastante solo y abandonado, había terminado siendo una gestación cómoda y feliz; o al menos eso creía hasta que la presencia de Shoto simplemente lo destruyó.

El bicolor había sido un compañero, un amigo, lo llevaba a casa, a comer e incluso había estado presente cuando la labor de parto se había complicado, pero en ese momento, el dolor en su pecho era el recuerdo de que Shoto no era su pareja, no era el padre de su hijo, ni mucho menos alguien que se sienta en lo más mínimo atraído por él.

La puerta se abrió y aunque trató de esconderlo, su rostro se había puesto pálido y lloroso, las lágrimas simplemente lo delataban.

—¿Hanta? ¿Qué tienes? —Shoto acortó la distancia, pero el moreno se alejó.

—Nada, solo estoy cansado...

—¿Te sientes mal?

—No, solo es... — Pero las palabras se apretaron en su boca, sin encontrar la forma de salir, por lo que simplemente dejó sus lágrimas salir.

—Hanta, ¿qué pasa? Habla conmigo por favor...— Shoto aun cargaba al bebé con uno de sus brazos, pero con el otro, simplemente lo acercó a su cuerpo. — Tranquilo, todo estará bien, solo espera, ven vamos al cuarto...

—No quiero ir al cuarto contigo...— Hanta explotó y comenzó a gritar. — No quiero estar en un cuarto a solas contigo...

Shoto sintió que el suelo bajo sus pies desaparecía. — Hanta, yo no quería...

—Claro que no querías...— Hanta continuó gritando. — Es obvio que no quieras, es decir, como querrías estar con alguien como yo, como podrías si quiera mirarme, soy asqueroso...—Hanta lloraba fuertemente. — Si no fuera por el bebé, nunca hubieses estado aquí, no soy capaz de tener un poco de tu atención, soy horrible y estoy horrible y...

—Hanta vamos, respira...— Shoto había acortado la distancia, por lo que, a pesar de que estaba seguro de que las palabras del pelinegro lo habían asustado, simplemente continuó. — Estás sensible, son tus hormonas, vamos al cuarto o a la sala si te acomoda más, pero debemos hablar y no despertar al pequeño.

Hanta empezó a sentir el calor nuevamente, en su pecho y en su bajo vientre, incluso podía jurar que el calor de la palma de la mano del pelirrojo parecía extenderse.

—Okey...

Hanta sabía que los libros señalaban que los partos dejaban el cuerpo de sus gestantes en una locura absoluta, que las hormonas simplemente se habían descontrolado, por lo que, cuando Shoto dejó al bebé en la cuna, Sero no lo pensó y simplemente empezó a dejarse llevar por ese príncipe azul que tanto deseaba, que sus hormonas parece que añoraban.

Agosto Mpreg BnhaWhere stories live. Discover now