Capítulo 14: Sin descansos ni treguas

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Se acercó para sentarse al lado de Julian en la cama, intentando no moverlo, y ella pensó que hacía demasiado frío. Él estaba cubierto hasta el pecho por una sábana ligera.

Tras lo que había pasado, lucía tan tranquilo durmiendo que cuando ella tuvo el impulso de tocarle la frente, dudó por un momento, dejando la mano suspendida a medio camino.

Temía que fuera a deshacerse si lo tocaba.

Pero, intentando que su mano no temblara, ella tocó el cuello de Julian, descubriendo la alta temperatura de su piel.

Percibió a Bastian moverse para sentarse al otro lado de la cama, pero ella seguía mirando con el ceño fruncido lo pálido del rostro de Julian, de una manera poco natural, y subió la mano para tomar la toalla, que se había recalentado en poco tiempo.

Antes de reemplazarla, ella apartó con delicadeza y profundo cariño el cabello húmedo que caía por su frente. La respiración de Julian cambió, removiéndose en sueños, y escuchó a Bastian reír por lo bajo.

Ella miró de reojo a su hermano con exasperación, pero él había volteado para mirar hacia una ventana de la habitación, el fantasma de una sonrisa en su rostro.

Devolvió la mirada hacia Jules, descubriendo el tenue color rosado que había aparecido en sus mejillas. Y deseó guardar ese momento.

Aun mientras Julian no estaba en condiciones para hablar, estaba respirando.

La vida aun en su cuerpo. Respirando.

<<Sabemos que lo que hay en mi sangre puede parecer nada ahora, lejano e improbable, pero puede consumirme más rápido de lo que se consume un papel en el fuego>>, había dicho Julian.

Considerar que la vida de Julian era un milagro no debería siquiera ser una cuestión. No para él. Él debía vivir.

Levantó la cabeza hacia Bastian.

—Todavía hay tiempo para detenerlo –dijo ella en voz baja, y su hermano la miró.

—¿El qué? –inquirió Bastian, alzando una de sus cejas.

Ella, que había estado acariciando el cabello de Jules, se dio cuenta de lo permisivo que había sido su gesto y se retiró desganadamente, limitándose a sujetar su fría mano.

—La maldición –respondió ella, evitando mirar a su hermano-. Hay que encontrar al demonio que la pronunció. Si no hacemos nada, esto seguirá progresando y yo...

Finalmente, expresaba aquello que le preocupaba y dolía tanto, pero los fuertes sentimientos le impidieron terminar la frase. Por suerte, Bastian no necesitaba más explicaciones.

—La maldición tiene unos cuantos siglos en la familia Chadburn, y todos han intentado encontrarlo –negó Bastian, encorvándose un poco-. Es poco probable que nosotros lo logremos.

—Sigue siendo una posibilidad –dijo ella, cerrando sus atormentados ojos-. Además, sabemos que los Chadburn no han salido jamás de Etrernya. Hay otros medios para encontrar esa cosa.

Bastian se tensó, comprendiendo a lo que se refería.

Por un momento, ambos se miraron fijamente, una conversación intensa fluyendo a través del puente que los mantenía unidos y sincronizados aun en el silencio. Aun cuando estaban perdidos.

Ahora, ambos con la misma preocupación por este amigo que...

—No pueden hacerlo –escucharon una voz baja, rasposa.

Julian.

Con una sacudida, ambos se inclinaron sobre Julian, que tosió débilmente y levantó una mano para acomodar la toalla en su frente. Sus ojos azules parpadearon sobre ella, apagados, pero esa simple acción hizo que su propio corazón saltara a la vida.

Reino de Sombras y EsmeraldasWhere stories live. Discover now