Capitulo 29

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Jeffrey Miller

—Pellizcame porque creo estar soñando—le dije a la chica a mi lado, ella solo sonrió y me miró.

—Es real, Jeffrey—dijo mirando tan emocionada como yo.

—Entonces... ¿nos veremos luego?

Asintió —Volare a Portland en cuanto me digas que tendrás boda, o cuando te dejen—sonrio—Haz que haya valido la pena, Santiago.

Le sonreí y la abrace—Gracias, espero todo salga bien, avísame en lo que pises tu aire de londres.

—Te aseguro que el aire de londres hasta es diferente a esto.

Me terminó de despedir de la chica, y la veo seguir su camino hasta cruzar las puertas que la llevarían a su avión. Por mi parte tendría que esperar unos treinta minutos más, eran las once treinta de la noche. Decidimos irnos de noche para no hacer sospechas con nuestros padres.

Por supuesto que al ver a la chica loca por no saber cómo vestirse hicieron miles de preguntas. Solo dijimos que iríamos a una pista de baile, la pista es el aeropuerto y mi baile me espera en Portland.

Estaba sumamente impaciente porqué el vuelo se apresurará, si mis padres o los de Belinda llegaban a notar algo raro, al primer lugar al que vendrían sería esté, ya hasta habían mandado dos hombres para vigilar nos, cómo niños.

Me carcomía la inquietud de no saber cómo saldría todo esto, pero más aún como me reaccionaria Ely, lo que se es que estoy preparando para lo que sea. Casi tres meses sin verla y siento como si fuese ese primer día que la ví en aquel hotel, con apenas once años tan despistada y miedosa de lo que podría decirle mi madre tras verla oír nuestra conversación.

Sonreí ante el recuerdo.

Cómo quisiera que todo hubiese sido diferente...

Miro mi celular, ella no había respondido a mis mensajes de hace dos meses, sabía que no lo haría justo ahora tampoco. Desde hace dos meses no veo ninguna foto de ella en sus redes sociales, parece como que ha desaparecido o no ha querido que viera ni supiera nada de ella.

Y vaya que la entendía, muy en el fondo lo hacía.

Vamos, solo faltaban diez minutos. Sentía que podía darme un ataque de ansiedad por esperar tanto. Camino de un lado a otro, impaciente. No traía nada más que mis documentos, 100 dólares y mi chaqueta.

—¡Jeffrey! —escuche mi nombre a lo lejos. Lo que hizo sobresaltar me. Me gire buscando de dónde provenía, y ver la cara de Alessandro junto a Verónica, en cierta parte me calmo. Quizás venían solos.

—¿Que haces aquí?—pregunto Verónica, poniendo sus manos en sus rodillas, tomando aire.

Gire mis ojos —¿Que hacen ustedes aquí?

—Papá no se comió ese cuento de que saldrían a bailar, y quiso enviar a los guardaespaldas a buscarlos—dijo Alessandro, al llegar a dónde estaba.

Serán idiotas, comencé a buscarlos con mi mirada, estaba seguro de que ellos los trajeron aquí.

—¿Los trajeron, no?—los mire a ambos, esperando respuesta—Ni siquiera para esto puedo confiar en ustedes.

Solo faltaban cinco minutos.

—Pasajeros con destino a Portland con el vuelo 202, por favor abordar al avión—escuche el portavoz, y les sonreí.

Más allá de la atracciónWhere stories live. Discover now