Capítulo 33

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El monstruo del cuento 


Marian Lemes Oliveira

Lo inmenso de la casa de Alan me despertó las ganas de salir corriendo.

Alan era tan grande como su mansión, cada rincón escondía algo que jamás me mostraría. Aunque lo había visto matar a Bernardo, aún me costaba creer que había usado a mi amigo también.

Él no podía exponerlo así.

Keven no se lo merecía.

Acomodé el mechón detrás de mi oreja y crucé la calle. El hecho de que se liara con mi amigo lo confirmaba todo: lo que vivimos era una farsa (por si quedaba alguna duda) no había ni siquiera una gota de cariño hacía mí, y a pesar de ser obvia, esa verdad me dolía.

Me cortaba el corazón.

Abrí la aplicación de grabador y acomodé el celular entre mis pechos; en el trayecto hasta aquí me di cuenta que no poseía algo sólido contra mi profesor y no podía afrontarlo sin armas.

Presioné el botón de la campana con tanta fuerza que la yema de mi dedo se puso blanca.

La puerta se abrió y los ojos azules relucieron bajo la luz del sol. Tuve ganas de arrancarlos.

—Mari...

No esperé que me invitara a pasar y entré al salón, sin quitarme los zapatos.

—¿Por qué pusiste aquellas fotos? —Lo encaré.

—No sé de qué hablas. —Me dedicó una sonrisa de labios cerrados mientras fruncía el ceño.

—¿En serio? ¿Esa fue la mejor manera que encontraste de impedirnos?

—¿Impedir el que?

—¿Y cómo te enteraste del plan?

—Mari, no sé de qué hablas. Podemos conversar, si quieres.

—¡Ya! Alan. Deja de fingir, yo sé que estás involucrado con SPD, que te acercaste a mí porque mi madre es secretaria del alcalde, tú mataste a Bernardo ¡Lo vi! y seguro hiciste lo mismo con el padre de Yury y con aquellas personas desaparecidas. Pero no entiendo ¿Por qué atacaste a Keven así? ¿Era realmente necesario? lo que hiciste con él fue asqueroso, exponerlo así.... no sabía que jugabas tan bajo.

—Yo no ataqué a nadie, yo no soy el monstruo del cuento, Marian.

—Entonces dime quién es, dime quién puso las foto y qué haces tú aquí, tú interés en SPD. Porque de verdad no entiendo tu empeño en destruirlo todo.

Alan guardó silencio y solo me miró por algunos segundos que se hicieron eternos. La intensidad de su mirada fija en mí, el contraste de la iris azul con la pupila negra, la mezcla entre ambos colores me desestabilizaba, me retaba a abandonar mi rabia y besarlo. Odiaba que todavía tuviera efecto sobre mí después de todo.

Me odiaba por haberle creído y darle más de una oportunidad de arreglar las cosas.

Le di la espalda y respiré hondo.

—Yo no sé de qué foto estás hablando, Mari, y ya te lo dije, lo vas a entender todo cuando... se acabe eso.

—Eres tan... —me crucé de brazos con la mirada fija en el cuadro del gato negro en la pared— cínico. Si fuiste hombre para engañarnos, sé hombre para admitirlo.

—No hice nada de eso, no te engañé. Me importas....

—Entonces dime ¿¡Qué mierda está pasando!?

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORWhere stories live. Discover now