Capítulo 23

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Era todo mentira y todos mintieron

Marian Lemes Oliveira


Eran las seis de la mañana y yo estaba despierta paseando por la casa como una loca mientras Alan dormía.

La felicidad mezclada con ansiedad no me dejó dormir más. Necesitaba descargarme.

Necesitaba comer.

Y como no había chocolate, bajé a la cocina y ataqué la caja de leche condensada, Plutón, el gato, me hacía compañía, no dejaba de frotarse en mis piernas.

Y estaba todo tranquilo hasta que escuché algo caer al suelo, como una caja, del lado de fuera.

Con la cuchara en la mano abrí la puerta de la cocina que daba al área externa.

Cuando el frío me golpeó, me arrepentí de haberme puesto solo la camisa de Alan que encontré en la habitación.

Maldita hora que decidí imitar a las parejas de los libros.

Corrí al área cubierta de la piscina, donde había una pajilla. No estaba caliente, pero me protegía de la brisa. Cerca del armario había una caja de cartón, tirada sobre el piso blanco.

Puse la cuchara en la isla de mármol y me agaché a recorrer el contenido.

Eran pequeñas bolsas con semillas, se parecían a las de girasol, sin embargo eran más esféricas y pequeñas. Y el olor tampoco era agradable. Puse la caja encima de la isla, lavé las manos en el fregadero y volví a la cocina.

Ni siquiera me dio tiempo a entrar y la campana sonó.

¿A quién se le ocurría hacer una visita a esas horas?

Agarré la manta sobre el sofá del salón, cubrí mis piernas y abrí la puerta.

—¡¿Marian!?

—¡¿Lara?!

La expresión de incredulidad de mi amiga era acompañada por una mirada de sorpresa. Nos quedamos en silencio, hasta que Lara cuestionó:

—¿Qué haces en la casa de Alan a esas horas?

—Te pregunto lo mismo —Enarqué las cejas.

Lara me miró de arriba abajo estupefacta, entonces fui consciente de mi estado, de lo que llevaba puesto y del significado.

"Mierda"

—No, no, a ver —Ella acomodó el abrigo rojo que dejaba ver parte de su uniforme, se cruzó de brazos y dijo en tono bajo—: ¿Te estás follado a Alan?

—¡No! —Puse un mechón detrás de la oreja—. Me está dando clases particulares, es eso.

—Y apuesto a que en esas clases él te saca la ropa y te muestra en qué partes del cuerpo se puede meter el pene.

Miré a mis pies descalzos en silencio.

—¿¡Por qué no me dijiste nada!? —preguntó, pero no le contesté—. ¿Por qué chingados no me contaste que salías con Alan? —Puse el mechón detrás de mi oreja— Mari... somos amigas.

Volví a mirarla, inhalé y exhalé diez veces y cerré los ojos para responderle.

—Porque tenía miedo de que pelearas conmigo, no me gusta discutir contigo.

—¿Y por qué creíste que pelearía contigo?

—Cuando te conté lo de Bernardo lo hiciste: dijiste que debía controlarme más, que debía manejar mejor mis deseos, mis sentimientos, que estaba mal involucrarme con el primo de mi novio.... pero lo dijiste de una manera muy grosera y no quería que esto sucediera de nuevo.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora