Capítulo 28

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Mi prueba de amor 

El bosque por la noche era frío, oscuro, inundado por el canto de grillos y otros ruidos, como el de las hojas crujiendo bajos sus pies y el de la brisa que pasaba entre los troncos y le hacía temblar a Mari. El abrigo que le prestó Guillermo le protegía el torso, pero sus piernas eran víctimas del viento gélido.

Alan la guiaba en la oscuridad con la linterna de su móvil. Ambos se mantuvieron callados en el trayecto en coche y seguían sin hablar.

Maria tuvo el impulso de decirle algo en medio del silencio denso, pero las palabras se atascaron en su garganta.

Los ojos azules de Alan solo miraba hacia delante, como si únicamente existiera el camino que los llevaban al punto que lo cambiaría todo.

El camino que los llevaba a su prueba de amor más pura.

A su plan más difícil de ejecutar, que terminaría con el infierno.

La mirada de la chica se fijó en el lago, el mismo donde habían tenido su primera cita. Las aguas calmas reflejaban la luz plateada de la luna que brillaba con intensidad entre las nubes, una calma que Mari intentaba invocar desde su interior para apaciguar los latidos.

El campo despejado con hierba alrededor del lago dio lugar de nuevo a los arbustos y hojas secas, las aguas tranquilas y el olor a tierra húmeda se quedaron atrás y los dos volvieron a adentrarse en las sombras del bosque ¿A dónde iban? ¿A donde Alan la estaba llevando? estaban tan lejos de Sunfil y la cero presencia humana hacía que Marian temiera lo que pasaría, pero ella no tenía que preocuparse porque esa noche, Mari no era la víctima del profesor.

O quizás, sí, debería preocuparse.

La casita de madera escondida entre troncos y arbustos, ganaba forma entre las sombras mientras ellos se acercaban.

"¿De quién es esa casa? ¿Quién vive ahí? lejos de todo" Pensó Marian

Ellos subieron los tres escalones que llevaban a la entrada, Alan abrió la puerta, pulsó el interruptor y la luz amarillenta iluminó el interior.

El hecho de que la vivienda estuviera limpia y ordenada sorprendió a la chica

Los sofás marrones con mantas del mismo color se veían como una óptima opción para protegerse del frío; la mesa de madera, ubicada en el espacio de la cocina, estaba adornada con una jarrón de rosas rojas artificiales. El olor amaderado y refrescante le recordaba el perfume del hombre que la trajo.

No cabía duda de que aquella casa era suya.

—¿Por qué me trajiste aquí? —ella habló, después de horas en silencio.

—Para probarte que no era mentira.

—¿Y... cómo lo harás? ¿Qué es ese lugar apartado de todo?

—Ya lo sabrás.

Alan la llevó a la habitación, por un momento, antes de que él abriera la puerta, Mari se imaginó un cuarto decorado con petalas de rosas, iluminado con velas y cajas de chocolates sobre la cama junto a un cartel escrito "te quiero"

Pero solo era un cuarto con paredes de madera y con olor a madera.

Y eso le comprimió el pecho y la hizo tragar saliva ¿Cuál era la prueba de amor suya?

Él levantó la alfombra marrón cuadrada del piso y la puerta del sótano quedó a la vista. Bajaron por las escaleras y a diferencia de la casa, las luces ya estaban encendidas y como el salón estaba ordenado, aún así le provocó escalofríos a la chica. Había una pared que dividía el lugar en dos y una ventana rectangular de vidrio en ella, pero no se podía ver el otro lado ya que una cortina marrón lo impedía. Bajo la ventana había una mesa electrónica, con llaves y botones.

Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORWhere stories live. Discover now