¿Una reunión?

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"Marcela, Yo... de verdad estoy enamorado de ti"

El recuerdo de esa frase hizo que Marcela se despertara asustada, como si despertara de una pesadilla. Abrió los ojos con ansiedad y allí estaba, en su cama, con la misma ropa de ayer. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y recordó el motivo.

Marcela se levantó sin el menor deseo de ir a la Ecomoda, le molestaba profundamente la idea de ver a Armando y Beatriz, después de todo lo ocurrido. Aun así, tenía un compromiso con la empresa, por Roberto, Margarita y sobre todo por la memoria de sus padres. Así que decidió salir de la cama e ir a ducharse para relajarse.

Después, la pelinegra se preparó rápidamente antes de ir a Ecomoda. Todavía sin la menor alegría, pero sin querer parecer derrotada, Marcela se puso su traje morado y se maquilló como de costumbre, con un enfoque extra en las ojeras que evidenciaban su mala noche.

Pensar en todo esto era una tortura para ella, así que decidió concentrarse en su trabajo. Condujo hasta la empresa y cuando llegó al lugar, ya dentro de la empresa, saliendo del ascensor, Marcela pudo ver a Armando. Ella lo miró, recordando inmediatamente todo lo malo que había pasado entre ellos. Tuvo ganas de correr hacia él y darle un puñetazo hasta que sintió que su corazón se aligeraba.

Armando la miró y se quedó paralizado, sus ojos parecían carecer del mismo brillo de antes y por mucho que el maquillaje intentara disimularlo, había ojeras, casi imperceptibles, pero presentes, que armonizaban con su expresión infeliz. Sólo la había visto así una vez, y fue hace mucho tiempo.

Le gustaría hablar con ella y hacer como si no hubiera pasado nada, para que todo volviera a la normalidad, pero no podía.

Su intercambio de miradas fue tan duradero que Marcela no se dio cuenta de que Patrícia, Sandra y Mariana estaban allí, mirándolos también, esperando que pasara algo, que se dijera alguna palabra, pero nada, sólo quedaba la mirada de desprecio con la que Marcela miraba a Armando, para finalmente darse la vuelta y contestar a las secretarias.

—Buenos días, doña Marcela. —Las secretarias se saludaron, como solían hacerlo todos los días.

—Buenos días. —Contestó Marcela cortésmente, pero sin una sonrisa, seria como la mayoría de las veces.

—Hola, Marce. —La rubia saludó, percibiendo el ambiente tenso.

—Hola, Patricia.

—Marcela, ¿podemos hablar? —Preguntó Armando, esperando que ella le diera la oportunidad de hablar en privado, con la esperanza de que ahora más calmada pudiera escucharle.

—Tengo trabajo que hacer, Armando. —Dijo sin siquiera mirarle, dirigiéndose a su oficina.

—Por supuesto... —Habló en voz baja, como si fuera evidente que ella no quería hablar con él. Y el Mendoza sabía que Marcela tenía razón.

—Espera, Marce, ¡voy contigo! —Dijo Patricia y corrió detrás de su amiga.

Marcela no quería hablar, no estaba de humor y con un dolor de cabeza que parecía impedir cualquier actividad normal, por mínima que fuera. Entró en la sala, sin esperar a Patrícia, que se apresuró a alcanzarla para no perder el tiempo hablando. La rubia tenía curiosidad, apenas sabía lo que había pasado, quería entender mejor y poder aconsejar a Marcela. Incluso si su consejo no era el mejor.

—Ay, Marce, no me dejes así. —Dijo acomodándose en la silla.

—¿Qué quieres, Patricia? —Preguntó Marcela un poco sin paciencia, cerrando la puerta de la oficina.

Un cambio inesperadoWhere stories live. Discover now