Necesito creer en ti

860 45 15
                                    

Ya era de noche cuando por fin pudieron salir de la empresa. Armando había tratado de hacer las paces con Marcela después de su reacción bastante grosera, pero ella todavía no parecía creer sus excusas tanto como antes. De hecho, parecía estar bien, después de comer con sus hermanos parecía más feliz, pero en cuanto subió al coche parecía que su anterior felicidad se había agotado y ahora sólo quedaba el cansancio de un día ajetreado.

Armando sabía que después de la comida con sus hermanos, Marcela había pasado la tarde visitando algunos puntos de venta, necesitaban hacer un seguimiento de cómo iban las ventas, principalmente para saber cómo podían mejorar con esta nueva colección que estaba por venir.

Intentó hablar, pero también estaba agotado, como había dicho, tenía muchos problemas en la empresa, problemas que Marcela no podía ni imaginar. Estaba ocupado, tenía la gran responsabilidad de hacer que la nueva colección funcionara, porque si era un fracaso como la otra, todo podía salirse de control.

No le gustaría perder el sillón de la presidencia en favor de Daniel, que liquidaría Ecomoda y se burlaría del fracaso de Armando durante el resto de su vida. Además, si realmente perdía la empresa, su padre no le volvería a hablar en su vida. Sabía que Roberto había luchado mucho para hacer de Ecomoda lo que es hoy, una de las mayores empresas de moda del país, y no quería ser el responsable de arruinar algo que había recibido tanto esfuerzo de sus padres y de la familia Valencia.

—Armando, has pasado. —Marcela hizo una señal cuando vio que ya estaban pasando por las casas vecinas.

—¿Qué? —cuestionó despertando de su trance.

—Has pasado por la casa de tus padres.

—Ah, yo... realmente lo hice.

—¿Está todo bien? —preguntó Marcela, encontrando a su prometido demasiado disperso.

—Sí. ¿Y contigo?

—También.

—¿De verdad? —preguntó, sin sentir la verdad en su respuesta.

—Sí.

De hecho, estaba nerviosa, llevaba días tensa. Marcela tenía un millón de dudas y temores dando vueltas en su cabeza, y no tenía a nadie a quien contárselo. Patricia no lo entendería, a Margarita no podría decírselo, Armando probablemente sería incomprensible. Sus hermanos eran otros a los que tampoco podía decírselo, primero porque Armando le había advertido que no hablara del embarazo con nadie por el momento, segundo porque Daniel era más insensible que Armando y María Beatriz siempre tenía sus pensamientos alejados.

Tras bajar del coche y llamar al timbre, fueron recibidos por la asistenta, que les señaló a los Mendoza en el salón.

—Hola papá, mamá. —saludó Armando, entrando con Marcela en la habitación.

—Hola mi amor. Marcela. —Margarita les saludó con un breve abrazo.

—¿Cómo estás? —preguntó Roberto, con una sonrisa cariñosa de alguien que apreciaba tenerlos allí.

—Muy bien. —respondieron los dos casi al unísono.

—La cena está casi lista, aún tardará un poco. —dijo la Mendoza, indicándoles que se sentaran en el sofá que tenían delante.

—¿Quieres tomar algo mientras tanto? —preguntó Roberto, sirviendo su vaso frente a la vitrina de bebidas.

—Whisky, por favor. —preguntó Armando, recibiendo una mirada de desaprobación de Marcela. Últimamente parecía estar bebiendo demasiado y ella no apoyaba esa actitud.

Un cambio inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora