Maldito sea

567 30 21
                                    

Eran más de las siete de la tarde cuando Marcela dejó su coche con el aparcacoches del hotel. Allí mismo, en la entrada, ya se encontró con algunos invitados y amigos. Aunque los días de lanzamiento fueron muy agotadores, especialmente éste, que Marcela estaba aún más cansada por su estado, le gustó, porque se encontraba con gente que no veía desde hacía mucho tiempo. Algunos desagradables, otros que le gustaban mucho y por supuesto, siempre estaban sus amigas más lejanas, aquellas que la llamaban para informar si habían visto a Armando con alguna mujer en los eventos donde estaba solo.

Al entrar en el salón donde estaba la pasarela y la mayoría de los invitados, pronto vio a Armando y a Mario charlando.

—¡Hola! —saludó, interrumpiendo a los dos amigos.

—Hola, mi amor. Wow... te ves increíble. —Dijo mientras le prestaba más atención.

Marcela llevaba un vestido de terciopelo azul marino y sin mangas. Esta fue una de sus compras en Palm Beach y aunque no usó mucho ese tono de azul en particular, Marcela se veía muy bien en él.

—Es cierto, Marce, te ves muy bien. —Asintió Mario, sin perder la oportunidad de mirarla de pies a cabeza. Luego recibió una mirada severa y estrecha de Armando.

—Gracias. —Respondió, un poco incómoda.

—¿Has visto a mis padres?

—Allí están.

Junto a la mesa grande, sus hermanos estaban juntos con Roberto y Margarita hablando. Dejando que Calderón fuera detrás de alguna pobre chica que cayera en sus encantos, Marcela y Armando se fueron antes de que empezara el desfile.

Camila fue la última de la familia en llegar, a la que pronto se unió María Beatriz, para recorrer juntas el salón, saludando a la gente que hacía tiempo que no veían, especialmente a Camila, que hacía años que no pisaba el país.

Después de muchos intercambios provocativos entre Armando y Daniel, Roberto decidió interrumpir lo que una vez más se estaba volviendo insoportable para sus oídos.

—Vamos a sentarnos entonces, le dijo Hugo a Cata para decirles que van a empezar. —Dijo, queriendo detener el intercambio de insultos entre ellos.

—Ay, mejor. —Marcela se sintió realmente aliviada al escuchar el silencio de su prometido y su hermano. Ella, al igual que el resto de la familia, no soportaba más su rivalidad y esperaba que dejasen de hacerlo después de su boda.

—Es todo tan hermoso, ¿no? —Dijo Roberto, admirando la decoración.

—El mérito es de Marcela y Catalina que lo organizaron para que todo saliera lo mejor posible. —Dijo Armando, orgulloso del trabajo de su prometida y de Catalina.

—Felicitaciones, está todo divino.

—Es moderno y elegante al mismo tiempo, me encanta. —Añadió la madre de Armando, admirando cada detalle.

—Gracias.

—Armando, ha llegado tu hora. —Dijo Catalina, interrumpiéndolos.

—Oh, por supuesto.

Armando subió entonces a decir unas palabras como acostumbra a hacer en los desfiles de moda y otros eventos de Ecomoda. Roberto, Margarita, Marcela, María Beatriz y los demás se sentaron en sus asientos reservados en la primera fila. Sus padres lo miraban con orgullo, habían soñado con el día en que Armando se convirtiera en presidente de su empresa y ahora parecía estar haciendo muy bien su trabajo.

Un cambio inesperadoWhere stories live. Discover now