¿Quién es?

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Armando se despertó en medio de la noche mirando el vacío a su lado. Entonces se levantó y encontró a Marcela en el salón, concentrada en algún programa de humor que había en la televisión en un momento como éste.

—¿Todavía despierta, Marcela? —preguntó él, sobresaltándola al entrar en la habitación.

—No puedo dormir.

—¿Qué es esto? —Preguntó señalando el televisor.

—Esos programas que tienen risas discurso a discurso, pero nadie se ríe realmente. —comentó un poco aburrida de lo que estaba viendo.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. —contestó La Valencia mientras lo veía sentarse a su lado.

—Pensé que era algo relacionado con el embarazo.

—No, es que no tengo sueño de todos modos. Lo cual parece un milagro, porque lo que más siento en los últimos días es sueño. —Marcela se rió ligeramente, mientras se acurrucaba en sus brazos.

—Al final ni siquiera hablamos de ello, te fuiste antes de que pudiera preguntarte.

—Tenía prisa por ver a mis hermanos y, como he dicho, no hay mucho que hablar.

—Lo sé, pero quiero saber cómo te sientes. —dijo Armando, recibiendo una mirada extraña de ella.

—Oh... bueno, me siento bien. —dijo sin mostrar mucha veracidad en sus palabras. —Aún estoy tratando de procesar todo, pero es algo que me hace muy feliz.

Un momento de silencio llenó el lugar y el único ruido que pudo escuchar fue el del televisor encendido. El Mendoza sabía que eso no era todo, que ella tenía más cosas de las que hablar, abrió la boca unas cuantas veces para decir más, pero nada le pareció suficiente. Marcela sabía que no tendría a nadie más con quien hablar de ello, así que decidió hacerle una pregunta, de una enorme duda que había estado dando vueltas en sus pensamientos durante los últimos días y que se guardaba para sí misma.

—Armando... ¿crees que seré una buena mamá? —preguntó ella con aprensión.

—Por supuesto, mi amor. La mejor.

—¿De verdad?

—Sí, eso se nota en la forma en que cuidas de la gente, de mí, de la empresa, incluso de Patricia, porque sin ti ya estaría perdida. —contestó El Mendoza, tratando de tranquilizar su corazón.

—Pero no es lo mismo, un niño exige mucho más que eso. —rebatió mostrando que su respuesta no era suficiente.

—Lo sé, pero estoy seguro de que lo harás muy bien.

—Es que... tengo miedo. —confesó Marcela tras unos segundos. Quizá le costó confesarlo, Marcela tendía a ser un poco orgullosa.

—¿Pero miedo de qué, Marce? —preguntó Armando tratando de entenderla.

—De no ser lo suficientemente buena, de no saber cuidarlo, de no poder manejarlo. Es una gran responsabilidad. —explicó, exponiendo sus temores.

—Yo también pienso en ello, en lo difícil que es, pero nos las arreglaremos. Si todo el mundo puede hacerlo, ¿por qué nosotros no?

—¿De verdad lo crees? —preguntó la pelinegra mientras le miraba profundamente a los ojos, como buscando la verdad.

—Claro que sí. —dijo Armando con una sonrisa tranquilizadora. —Marce, no te preocupes, todo estará bien. Serás una gran mamá.

—Gracias. —Le devolvió la sonrisa y le dio un suave beso.

Un cambio inesperadoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang